Preocupados por la reducción del gasto y la tendencia a convertirlos en fuerzas "bonsai" (reducidos), los ejércitos de América Central buscan afanosamente integrarse en el nuevo esquema de seguridad de los gobiernos al redefinir e identificar el "nuevo enemigo".
Ligado al narcotráfico, corrupción, pobreza, problemas ambientales, fronterizos, distribución de la riqueza, inseguridad ciudadana y falta de educación y cultura, estos nuevos enemigos constituyen, a juicio de los uniformados, verdaderas "amenazas a la seguridad".
Durante un seminario, realizado en Honduras, sobre "Costo y Financiamiento de la Seguridad y Defensa en América Central", los militares de este país centroamericano dejaron clara su posición de reforzar los esquemas de seguridad sin que implique una reducción de su gasto.
Patrocinado por el Colegio Nacional de la Defensa, un organismo de las Fuerzas Armadas de Honduras, el encuentro fue convocado para discutir acerca de los recursos que deben destinarse en la defensa y la creación de un nuevo modelo de seguridad democrática en América Central.
Rolando Castillo, director del Programa Centroamericano de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, dijo que en los nuevos esquemas de seguridad a diseñar por los gobiernos se debe hacer énfasis en la "inversión en el capital humano, si deseamos montarnos en el carro del progreso".
Recordó que el siglo XX se ha caracterizado por ser una era llena de genocidios que dej¢ al menos 183 millones de muertos, y donde las bajas "fueron más civiles que militares". Añadió que paralelo a ello, surgie-ron una especie de "nuevos dioses", ligados a los esquemas neoliberales de la economía, la transformación tecnológica y la revolución en las comunicaciones, variantes que de una u otra forma inciden en los cánones de un modelo de seguridad.
Genocidios y ajustes económicos, son los dos grandes ejes que han caracterizado el presente siglo, y en el caso de América Central, el conflicto armado de los años ochentas dejó una región con más del 60 por ciento de sus 30 millones de habitantes viviendo en condiciones de pobreza y pobreza extrema. El gasto militar suscitado en esa época, producto de la ayuda externa que significó la confrontación Este- Oeste en la zona, es actualmente objeto de una drástica reducci¢n que lleva a pensar la viabilidad o no de seguir manteniendo ejércitos numerosos.
Según Castillo, en vez de aumentar más el presupuesto a los militares, los países centroamericanos deben preocuparse por hacer frente a demandas concretas en materia de salud, educación, alimentación, trabajo y vivienda, entre otras. "Existe en la región una parálisis del gasto social en programas de salud y educaci¢n, cuando se debe invertir en el área social al menos un promedio del 20 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) si deseamos salir del subdesarrollo", afirmó Castillo.
Sostuvo que en el nuevo modelo de seguridad, el papel de los ejércitos debe ser mínimo, casi básico, en donde "las épocas paleolíticas de la tortura deben ser eliminadas totalmente".
Militares hodureños participantes en el seminario expresaron reservas a la tesis de Castillo, pues señalaron que si bien están conscientes de su nuevo rol a desempeñar, no aceptaron la reducci¢n de sus fuerzas y mucho menos el gasto militar. Por el contrario, las nuevas amenazas a la seguridad requieren de fondos para su combate, que hasta ahora no son suficientes, afimró el subjefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, coronel Francisco Bustillo Murcia.
Murcia, quien disertó sobre las nuevas amenazas y las estrategias a seguir para su combate, dijo que en el caso de Honduras, el gasto y número de efectivos es el más pequeño de Centroamérica. Detalló que mientras Guatemala tiene un ejército, entre soldados y policías de 58.700 hombres, Honduras cuenta apenas con 20.905, de los cuales, 7.601 son policías, que tienen un presupuesto de 34.8 millones de dólares, muchísimo más bajo que el presupuesto de las fuerzas castrenses guatemaltecas, de 182.6 millones de dólares.
Murcia subrayó, además, que Costa Rica, un país que presume de no tener ejército, destina anualmente 50 millones de dólares para mantener a sus 30.262 efectivos policiales. Oficialmente, las autoridades costarricenses afirman que el número de fuerzas policiales es de 7.500. El militar hondureño añadió que en el caso de Nicaragua, el número de efectivos es de 21.929 con un presupuesto de 59.2 millones de dólares, mientras que El Salvador, cuenta con 41.328 soldados y policías que generan un gasto de 220.2 millones de d¢lares.
Amenaza económica
Murcia afirmó que en la actualidad, en la región, la principal amenaza no proviene del campo militar, sino de la esfera económica, donde los efectos de las políticas neoliberales se ciernen como una especie de "bomba de tiempo" que es preciso controlar. Sostuvo que la seguridad no puede ser algo sólo estrictamente democrático, basado en declaraciones y principios de buena voluntad, y advirti¢ que "es algo mas profundo, que conlleva la adopci¢n de medidas de fomento de la confianza y lineamientos de defensa no ofensiva o defensa defensiva después".
Explicó que un concepto de seguridad presupone un concepto de amenaza y "aquellas sociedades que no logran alcanzar un alto sentido de seguridad, se encuentran sometidas a todos los riesgos, estimulando así las posibilidades de su destrucción".
La posición del militar hondureñofue aludida en la exposición del costarricense Kevin Casas, representante de la Fundaci¢n Arias para la Paz y el Progreso Humano, con sede en Costa Rica.
Casas dijo que si bien es cierto en los últimos años se ha producido una tendencia hacia la reducción del gasto militar en la regi¢n, la discusi¢n actual debe centrarse en torno a la viabilidad o no de los ejércitos. Sin preámbulos y ante la mirada impávida de los uniformados hondureños, Casas dijo que la tendencia actual respecto a los ejércitos centroamericanos apunta a convertirlos en fuerzas "bonsai", profesionalizadas y con un máximo de capacidad operativa.
Detalló que en los últimos diez años, el gasto militar en la regi¢n pas¢ de 1.187 millones de d¢lares, en 1985, a 412 millones de d¢lares anuales en 1994. El período coincide con el punto mas álgido de la guerra y con la etapa final cuando se firmó la paz en El Salvador y Nicaragua, los países mas duramente afectados por la confrontación.
Casas señaló que pese a esa disminución del gasto militar, cuando se compara ese rubro con el gasto social, "las diferencias son enormes", y detall¢ que en Costa Rica el gasto social representa un 10,2 por ciento del PIB, mientras que se destina a defensa un 7,5 por ciento, del gasto social, ésta proporción que es mucho más alta en el resto de países centroamericanos.
Por su parte, las Fuerzas Armadas de Honduras dejaron entrever que la tendencia "bonsai" no es adecuada, bajo el argumento de que "es mejor tener unas fuerzas armadas y no necesitarlas, que necesitarlas y no tenerlas".
Para el inspector general del Ejército hondureño, Julio Armando Pavón, "no es concebible separar la seguridad de la democracia, porque ambas conforman una estructura de defensa en la nación". Añadió que "todo costo y financiamienrto será justificable siempre que tienda a asegurar la libertad y la colectividad del hombre". La vice ministra de Seguridad de Costa Rica, Laura Chinchilla, afirmó que "la nueva agenda de seguridad" regional se debe concebir a partir del fin de la guerra fría y la superación de la doctrina de la seguridad nacional y las estrategias de contrainsurgencia. En vez de la confrontación, ahora se impulsan los programas de reconciliaci¢n nacional y las estrategias para combatir conjuntamente la delincuencia común, el narcotráfico, la destrucción del medio ambiente y otros delitos, señaló.
Subrayó la necesidad de emprender una "progresiva desmilitarización de las sociedades centroamericanas" para adaptarlas a las nuevas necesidades de los países, que actualmente enfrentan una creciente ola de violencia delincuencial.
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