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GUATEMALA La Construcción de las Relaciones Cívico-militares en Sociedades Post-conflicto Carmen Rosa de León-Escribano Directora Ejecutiva del Instituto de Enseñanza para el Desarrollo Sostenible La construcción de la democracia en un país pasa necesariamente por la estructuración democrática de la sociedad, y demanda la transición de una cultura de conflicto, exclusión y polarización hacia una cultura de reconciliación, cimentada en principios de justicia, equidad y pluralismo. La reconciliación y la paz firme y duradera pasan por la concertación y realización de un proyecto de nueva nación, que incluya y desarrolle armónicamente los intereses de todos los sectores de la sociedad, acorde a principios de justicia, equidad y respeto a los derechos humanos. Para alcanzar el objetivo de la reconciliación nacional es necesario profundizar en esta etapa de transición, con todos los actores involucrados, y emprender el análisis y discusión de las tensiones más visibles identificadas por la sociedad, entre ellas, la justicia y el perdón. La discusión sobre las relaciones civiles-militares es parte de este proceso de construcción de paz y de reconciliación. Relaciones cívico-militares Es imprescindible continuar la discusión sobre el contenido de las relaciones civiles-militares en una sociedad democrática, buscando resolver positivamente las tensiones existentes entre amplios sectores de la sociedad y la institución armada, especialmente por los efectos sociales y políticos que generó el papel del ejército en la década pasada. Fue precisamente el protagonismo militar en la función del Estado la que ha ocupado, y aún ocupa, un punto medular en el cumplimiento de la agenda regional de democratización. La construcción democrática en una sociedad post-conflicto requiere un cambio de paradigma, pasando del autoritarismo a la democracia. Este cambio de paradigma tiene mucho que ver con la concepción acerca del poder que tiene la sociedad en su conjunto. Los conflictos armados transmiten una percepción del ejercicio del poder en forma vertical, autoritaria, centralizadora y excluyente. Pasar a una concepción del poder basado en la legitimidad de la inclusión de todas y todos en la toma de decisiones un poder compartido por una sociedad participativarequiere de un proceso de transición, en donde el cambio de actitud de los miembros de la sociedad es lo más importante. Es necesaria una etapa de transición para que las organizaciones y sectores de la sociedad civil y de gobierno puedan transformarse y adaptarse a los nuevos requerimientos del proceso de construcción y consolidación de la paz. Los actores sociales y el Estado tienen la necesidad de ajustarse y transformarse para responder al nuevo paradigma. Para esto se necesita una visión descentralizadora, con la búsqueda del poder basado en la legitimidad y no en la fuerza, y con actitudes incluyentes hacia los grupos históricamente marginados como las mujeres y grupos étnicos. Sobre todo, aprender a participar, buscando actuar positivamente en la toma de decisiones y construyendo, junto con otros sectores, la nueva sociedad. El Proceso de las relaciones cívico-militares Las relaciones cívico-militares han pasado por diferentes estadios, reflejo de la transición que han sufrido las mismas relaciones entre la sociedad y el Estado durante la etapa de confrontación y su tránsito hacia la paz. De acuerdo a la experiencia guatemalteca, se pueden distinguir tres etapas o niveles:
Requisitos para la consolidación de las relaciones cívico-militares Los conflictos armados polarizan y centralizan acciones y actitudes. En los procesos de reconstrucción de la paz es necesario, por ende, reconformar también las percepciones y los tipos de relacionamiento entre los actores sociales. El fenómeno de la guerra interna provoca, por una lado, el debilitamiento y la deslegitimización de las instituciones del Estado y, por otro, la destrucción del tejido social y de las organizaciones. En ese proceso de deslegitimización del poder civil se tiene como contrapeso la supra-institucionalización del ejército durante la guerra, mediante la cual utiliza (en algunos casos infiltrándose) al resto del gobierno para las finalidades de la lucha contrainsurgente y, después de cierto tiempo, incluso sustituyendo el papel de la mayor parte de las instancias civiles gubernamentales. Por otro lado, el debilitamiento institucional afecta también a la sociedad política, reduciendo el espacio real de poder de los partidos políticos, quienes frente a la polarización quedan dentro de los que deben alinearse a la política contrainsurgente o verse atacados y destruidos por el Estado en el proceso de polarización. La consecuencia es la pérdida del papel representativo y fiscalizador del Congreso, debilitándose cualquier posibilidad de incidencia real del poder civil en el aparato del Estado. Prioridades Al plantear la redefinición de las relaciones cívico-militares debe hablarse necesariamente de procesos paralelos y confluyentes, que son ineludibles en la consolidación de la preeminencia del poder civil: 1. El fortalecimiento de la institucionalidad civil del Estado. Debe recuperarse el marco de actuación de la parte civil del gobierno y, para ello, readecuar el presupuesto nacional en función del desarrollo y bien común. Implica la plena vigencia del marco jurídico y normativo que garantiza una correcta aplicación de la justicia y la ruptura con la impunidad surgida al amparo de la potestad suprema de la fuerzas armadas, quienes amparaban las transgresiones con la excusa de la destrucción del enemigo ideológico. Principalmente significa asumir, por parte de las instituciones civiles del gobierno, el papel correspondiente en la elaboración y formulación de las políticas públicas, especialmente aquellas relacionados con la defensa y seguridad. 2. La destrucción del aparato de supra-institucionalidad creado por el ejército. Implica que los ejércitos se ajusten a su papel dentro del Estado, acatando la autoridad civil y reduciendo los ámbitos de actuación detentados hasta ahora. También significa desmontar el discurso ideológico que los presenta como garantes de la estabilidad nacional. 3. El fortalecimiento de las fuerzas policiales civiles. La policía se vio cooptada para apoyar las tareas de contrainsurgencia bajo la directriz del ejército. Este último ejercía por derecho (constitucionalmente), o de hecho, la doble función de defensa y seguridad interna. El desligar las funciones entre fuerza armada y policía civil refuerza el papel civil en la seguridad, entendida esta en su dimensión integral, como seguridad humana. También diferencia los procedimientos y métodos de actuación, siendo el principal, en el caso de la policía, la defensa de los derechos ciudadanos frente a la práctica de desconfianza hacia la población con que se movieron las fuerzas armadas en el pasado. La separación de funciones implica la desmilitarización de la seguridad, no sólo en cuanto a la creación y fortalecimiento de nuevos cuerpos policiales, sino en lo relativo a las funciones de inteligencia, investigación, control de narcotráfico, de policías privadas y armamento. Esto plantea la definición de una agenda de seguridad propia y no la implementación de la visión de amenazas a la seguridad planteada por el gobierno de Estados Unidos. 4. La recuperación del papel de intermediación de los partidos políticos, (tarea asumida a veces por las fuerzas armadas) y, sobre todo, el fortalecimiento de un parlamento que ejerza la función de control objetivo y fiscalizador del ejecutivo en todas sus actuaciones. El movimiento social no puede sustituir a los partidos políticos. Es necesario el fortalecimiento de los partidos para que se constituyan en verdaderos intermediarios frente al Estado. 5. El fortalecimiento de las organizaciones de la sociedad civil, sobre todo en sus formas de actuación y relacionamiento con las instituciones del Estado, así como en la transformación de espacios, mecanismos y métodos de actuación. La sociedad civil no puede entenderse como un grupo limitado de personas, sino como la comunidad en su conjunto, y supone la existencia de una red funcional que permita el desarrollo y la participación de la misma. Implica, igualmente, que existan mecanismos claros y legítimos para resolver los conflictos que necesariamente surgen entre los sectores, las personas y entre éstas y el Estado. De no ser así, la tendencia entre el ámbito estatal y el civil será hacia la destrucción del uno por el otro, frente a la frustración de la falta de diálogo, de comunicación y de tolerancia. Diálogo Centroamericano es producido por el Centro para la Paz y la Reconciliación de la Fundación Arias para la Paz y e1 Progreso Humano con el apoyo de la Fundación Ford. Apartado 8-6410-1000, San José,
Costa Rica. |