Diálogo Centroamericano para la Paz y la Desmilitarización

Diálogo Centro-
americano

San José, Costa Rica
No. 38
Marzo-Abril 1999

LA DESMILITARIZACIÓN TOTAL COMO UN NUEVO PARADIGMA DE SEGURIDAD EN CENTROAMERICA

Arnoldo Brenes

Coordinador del Diálogo Centroamericano


Un breve repaso de la situación actual de la seguridad en Centroamérica puede llevar a la conclusión de que la discusión sobre si la abolición de los ejércitos es o no conveniente debe ser reemplazada más bien por un análisis de si el momento es el propicio o no, y sobre cuáles serían las medidas que habría que tomar para que este proceso se realice en forma exitosa. En efecto, las circunstancias actuales parecen ser las adecuadas:

  • con la excepción de Panamá y Guatemala que tienen fronteras con países donde hay conflictos armados internos, el resto de los países centroamericanos no enfrentan amenazas (actuales o potenciales) de carácter militar, y las preocupaciones principales en materia de seguridad se refieren ahora más bien a la inseguridad ciudadana o incluso a los desastres naturales;
  • ante la falta de ocupaciones los ejércitos han asumido otras tareas, como los patrullajes conjuntos con las policías civiles, la lucha contra el narcotráfico, la protección de recursos naturales, funciones sanitarias y de auxilio ante desastres naturales, etc.;
  • el poder civil se ha ido afianzando sobre el militar conforme las democracias se consolidan;
  • hay una necesidad imperante de liberar recursos para inversión en desarrollo humano y en seguridad ciudadana, y en algunos casos para reconstrucción luego del paso del huracán Mitch, y
  • el proceso de integración centroamericana ha sentado las bases (aunque imperfectas) para el desarrollo de una doctrina de seguridad centroamericana, que actualmente se centra sobre el Tratado Marco de Seguridad Democrática.

 

¿Nuevas funciones para los ejércitos?

El que los ejércitos realicen ahora otras tareas ajenas a su función típica, cual es la protección del territorio, la soberanía o la población ante amenazas de carácter militar, es un síntoma de dos cosas: a) de que carecen de trabajo y b) de que existen vacíos en las instituciones civiles que en realidad deberían realizarlas. A pesar de la valiosa contribución que las nuevas tareas pueden representar a las sociedades centroamericanas –lo cual es justo reconocer, en particular las tareas de salvamento y reconstrucción post-Mitch—en principio no parece sano que los ejércitos asuman ahora otras funciones, principalmente por tres razones:

  • El hecho de que las fuerzas armadas realicen otras funciones inhibe el surgimiento o creación de las instituciones civiles democráticas que deberían llevarlas a cabo, como son por ejemplo las policías civiles, cuerpos de guardaparques, de defensa civil, tribunales de elecciones, etc. Si los ejércitos han asumido tradicionalmente estas funciones, es debido a la ausencia o poco desarrollo de algunas de estas instituciones civiles, por lo que en la medida que se institucionalicen estas otras funciones se le estará negando la oportunidad a estas instituciones de nacer o desarrollarse.
  • En términos meramente económicos, no es racional que una sociedad pague por un servicio que no está recibiendo. Los recursos económicos y humanos que la sociedad está invirtiendo en mantener una institución armada para que brinde un servicio--cual es la protección del país frente a amenazas militares-- no se le están retribuyendo, con el agravante de que a la vez se están reduciendo los recursos disponibles para otras necesidades sociales urgentes, como la educación y la salud. Aún buscarle otras ocupaciones a los ejércitos no es la mejor utilización de los recursos, pues siempre es más barato y eficiente emplear especialistas en la materia. La multiplicidad de funciones que ahora los ejércitos centroamericanos están asumiendo dificulta su especialización en determinadas áreas y, por lo tanto, su efectividad. Incluso, posiblemente cada vez estarán menos preparados para llevar a cabo su misión original, cual es la defensa armada, máxime si se toma en cuenta la sensible reducción de presupuestos, personal y equipo que han sufrido en los últimos años. El reto para Centroamérica no es invertir en ejércitos y armas, sino invertir en las personas y en los países, incluyendo la reconstrucción luego de la devastación del Huracán Mitch, con el fin de poder insertarnos en un mundo globalizado y cada vez más competitivo, donde los que tienen acceso a la educación y a las comunicaciones son los que estarán mejor ubicados
  • En buena teoría, si las fuerzas armadas se dedicaran solamente a proteger a un país ante amenazas externas o internas de carácter militar, al desaparecer estas amenazas las fuerzas armadas podrían también desaparecer sin que esto afecte la seguridad del estado o de sus habitantes. Esto desde luego en el tanto que existan las instituciones civiles democráticas adecuadas, como son por ejemplo una policía civil bien capacitada y dotada de recursos, un ministerio de obras públicas eficiente, un cuerpo de guardaparques adecuado y así sucesivamente. Al asumir los ejércitos otras tareas ajenas a función esencial, se están perpetuando de manera artificial, evitando de esta manera el curso natural de las cosas.

Si ahora los ejércitos quieren dedicarse a otras tareas, eso estaría bien, pero sería preferible que no lo hicieran como fuerzas armadas sino transformándose gradualmente en las instituciones civiles apropiadas. La situación actual debería verse como una etapa de transición, necesaria para crear las condiciones apropiadas para la efectiva incorporación de las fuerzas armadas en las instituciones civiles apropiadas para enfrentar los retos actuales a la seguridad o bien contribuir al desarrollo humano de un país. Este enfoque podría ser una forma de regular una situación que de hecho se ha venido dando, que no deja de ser polémica en el análisis actual de las relaciones civiles-militares de la región. A la vez, esta estrategia podría ayudar a resolver el problema de la reinserción de los ex militares. Las fuerzas armadas centroamericanas cuentan con personal valioso que puede contribuir grandemente al desarrollo de nuestros países. Posiblemente no todos los soldados u oficiales desmovilizados llegarían a integrarse a las otras instituciones estatales garantes de la seguridad, por lo que algunos deberían ser absorbidos por las diferentes empresas y actividades del amplio sector privado.

 

La desmilitarización total como meta deseable

Las condiciones descritas anteriormente sugieren que Centroamérica podría estar lista para contemplar la meta de la desmilitarización total como una aspiración válida. Desde luego, no se espera que la meta de la desmilitarización total se alcance a muy corto plazo, pero lo que sí es importante es que por lo menos se considere como un rumbo deseable, al igual que la democracia o el desarrollo sostenible. Esto por sí solo sería un gran avance. No obstante, esta opción todavía no ha sido considerada seriamente en la región. Entre las posibles razones se podrían considerar las siguientes:

  • El relativo poder que los militares todavía puedan mantener (y que de hecho mantuvieron durante muchos años), y que el espectro del golpe de estado o las represalias que los uniformados puedan tomar contra aquellos que amenazan sus intereses todavía no se ha exorcizado del todo. Esto ha hecho a algunos centroamericanos compartir en privado el ideal de la desmilitarización total en la región, pero guardar cautela a la hora de expresar públicamente esta meta. La existencia de este temor, real o imaginario, es por sí solo un indicador del estado actual de las relaciones civiles-militares.
  • La necesidad primordial de construir la paz en ocasiones requiere medidas pragmáticas. Sin duda, ante una paz frágil, es preferible no forzar demasiado a las partes en conflicto con posiciones extremas, por lo cual en años anteriores posiblemente la tesis de la desmilitarización total no habría contribuido a la construcción de la paz, un proceso que afortunadamente se encuentra bastante consolidado actualmente.
  • El tema de la desmilitarización puede politizarse, como ha sucedido por ejemplo en Nicaragua. Las raíces sandinistas del actual Ejército Nacional de Nicaragua (anteriormente Ejército Popular Sandinista) han conllevado que propuestas anteriores de su desaparición se enmarquen dentro de un debate político-partidista en una sociedad bastante polarizada, lo cual ha impedido que el tema se trate con rigurosidad técnica.
  • Por último, tal vez la razón de más peso actualmente sea la concepción fuertemente arraigada, aunque errónea, de que las fuerzas armadas son un componente indispensable de todo estado moderno. Esto desde luego no es cierto, como lo demuestra la existencia de estados sin fuerzas armadas. Haití, Panamá y Costa Rica son prueba de ello. Sin embargo, es comprensible que para aquellas personas que han nacido y crecido a la sombra de aparatos militares con presencia en diferentes áreas del quehacer humano, el modelo de la desmilitarización total sea algo lejano, que incluso deba ser visto con sospecha. En algunos casos, el reto pareciera más bien ser la desmilitarización de los civiles antes que la de los militares mismos.

En los casos de Haití, Panamá y Costa Rica, la abolición de las fuerzas armadas se produjo luego de la derrota militar de los ejércitos, oportunidad que fue visionariamente aprovechada por los líderes políticos de cada país. Como lo ha explicado el ex vicepresidente de Panamá, Ricardo Arias Calderón, la derrota y el desprestigio de las fuerzas armadas ante la ciudadanía permitieron en estos países una solución más "radical" que, una vez establecida, forzó un reacomodo de la concepción de la seguridad y de los instrumentos para lograrla. Sin embargo, en los otros países centroamericanos, al retener los militares cuotas importantes de poder, el proceso de desmilitarización ha tenido que ser gradual –e incluso lento—abarcando etapas como la subordinación de los militares a los civiles y la separación de las labores de policía de los ejércitos, entre otras

Actualmente Centroamérica es posiblemente de las pocas regiones en el mundo que podrían aspirar a convertirse en zonas totalmente desmilitarizadas. La opción de la abolición de ejércitos desde luego no es atractiva ni conveniente para todos los países, en particular para aquellos que basan su poder geopolítico en su poderío militar, o bien aquellos países que enfrentan amenazas legítimas de naturaleza militar, o incluso aquellos cuyas economías dependen en parte de sus industrias armamentistas. Por el contrario, los países Centroamericanos, que en general podrían catalogarse como pequeñas y pobres democracias que no enfrentan amenazas reales de naturaleza militar, podrían ser candidatos idóneos para este nuevo esquema de seguridad.

Posibles beneficios

La desmilitarización total podría traer importantes beneficios para los países centroamericanos, entre ellos:

  • liberar mayores recursos para la inversión en desarrollo humano, principalmente educación y salud;
  • desterrar la tentación de recurrir a las armas para resolver diferencias entre estados;
  • acelerar el proceso de integración económica y política regional; y
  • alejar la posibilidad de los países centroamericanos continúen siendo compradores o receptores de armas.

La situación actual indica que los ejércitos centroamericanos cada vez se alejan más de su función original, además de que sus presupuestos y equipos actuales no les permiten mantenerse actualmente como fuerzas "compactas pero efectivas", por lo que gradualmente, tal vez con la excepción del ejército guatemalteco que todavía conserva un número alto de efectivos, pierden su capacidad real de defensa del país ante un ataque armado extranjero –la misión clásica de los ejércitos. Ante esto, el curso natural de las cosas pareciera ser que gradualmente desaparezcan. Desde luego, si una nación decide conservar un ejército, aún cuando sea un mero símbolo de identidad nacional, al igual que muchas de las monarquías europeas, eso sería una opción válida, pero posiblemente no la más racional en términos económicos.

Condiciones

En cuanto a las condiciones que se deberían dar para que el proceso de desmilitarización sea efectivo, se pueden considerar:

  • involucrar a los militares en el proceso, de manera que en vez de sentirse amenazados –lo cual es natural—se pueda apelar a su sentido patriótico para que cooperen con la transición;
  • tomar las previsiones para asegurar la debida integración de los soldados y oficiales a la vida civil, tanto dentro del sector privado como mediante transferencias a cuerpos civiles especializados que realizarían las labores que los ejércitos han venido haciendo, como la policía civil, cuerpos de guardaparques, etc.;
  • desarrollar una nueva doctrina de seguridad democrática centroamericana que contemple expresamente la desmilitarización y sus implicaciones para las políticas de seguridad nacionales y regional, incluyendo los mecanismos para garantizar la seguridad sin necesidad de depender de los ejércitos; y
  • establecer acuerdos bilaterales o multilaterales para asegurar la ayuda de potencias militares en el remoto caso de que se requiriera.

Como lo ha señalado Laura Chinchilla, la desmilitarización total también implica una redefinición del concepto de seguridad y de los mecanismos para asegurarla, entre ellos:

  • concebir la seguridad como una condición para el desarrollo y no como un fin en sí mismo;
  • definir la seguridad no como un concepto puramente militar, sino con una visión integral que engloba aspectos económicos, sociales, ambientales y políticos que favorecen el desarrollo humano;
  • promover esta nueva visión de la seguridad como el resultado de la interacción libre y pacífica entre políticos y ciudadanos, y no como un mecanismo del Estado para controlar a la gente.

 

Un nuevo paradigma de seguridad

Aparte de los factores económicos, sociales y de política interna, tal vez uno de los principales argumentos a favor de la desmilitarización total es su contribución a la paz y la seguridad regionales y mundiales. La razón es muy sencilla: un país sin ejército elimina el factor de "amenaza" hacia los otros países, el cual es la justificación que los gobiernos necesitan para desarrollar o mantener su capacidad de respuesta (o ataque) militar. De acuerdo a la tradición imperante del realismo político en el campo de la seguridad internacional, los estados deben tener la capacidad para defenderse de una agresión armada por parte de otros estados, que con toda probabilidad llevarán a cabo si esto favorece sus intereses. La capacidad de respuesta militar, entonces, es necesaria para disuadir a los otros países de realizar un ataque militar. Bajo este esquema realista, el balance de poder mediante la equiparación del poderío militar es lo que asegura la paz entre estados, y esta es la base de la justificación para comprar armas o crear grandes ejércitos.

Por el contrario, un país sin ejército prácticamente no tiene capacidad ofensiva. Esto se acerca más bien al esquema del utopismo o del idealismo político en las relaciones internacionales. Al no tener un país capacidad de agresión, deja de ser una amenaza para sus vecinos. En términos prácticos, esto se podría entender como una aplicación macro del principio de la no-violencia, aplicada en este caso a las relaciones internacionales. Esto es un nuevo paradigma de seguridad en el mundo. Al considerar la opción de la desmilitarización total, Centroamérica tiene el potencial para ser la primera región del mundo en ponerlo en práctica, sirviendo de ejemplo para el resto del mundo. La contribución potencial que esto podría significar para la paz y el desarrollo del resto del planeta es inmensa.

La desmilitarización centroamericana

Por último, la desmilitarización de Centroamérica sin duda favorecería el semi-estancado proceso de integración regional. La división de la región entre estados con y sin ejército se ha reflejado en la suscripción con reserva por parte Panamá y Costa Rica del Tratado Marco de Seguridad Democrática, y ha debilitado los alcances potenciales de este Tratado. Por otro lado, la negativa costarricense a integrarse al PARLACEN también es en parte un reflejo de esta disparidad en los esquemas predominantes de seguridad, sobre todo en la década anterior. Es muy probable que la desmilitarización total de los otros países cree un ambiente más favorable para una mayor integración, tanto por el potencial para mejorar las economías y las condiciones sociales de los habitantes como por la posibilidad de desarrollar una política de seguridad basada más en la diplomacia y las instancias multilaterales, como la OEA o el SICA, antes que en el poder de las armas.

Precisamente, una de las implicaciones prácticas que la desmilitarización total de Centroamérica tendría en el campo de la seguridad es que se requeriría una readecuación de la concepción de seguridad nacional (y regional) y de los mecanismos para asegurarla. El Tratado Marco de Seguridad Democrática podría ser revisado y actualizado de manera que la doctrina centroamericana de seguridad refleje mejor el nuevo panorama de la región

La desmilitarización total es un nuevo paradigma de seguridad. Al igual que Centroamérica sirvió como ejemplo al mundo con su proceso de paz, nuevamente tiene el potencial de ser un laboratorio viviente en la construcción de la seguridad mundial. Lo único que se requiere es voluntad y apertura de mente para contemplar seriamente esta posibilidad, dialogar sobre ello y tener el coraje para atreverse a innovar.


Diálogo Centroamericano es producido por el Centro para la Paz y la Reconciliación de la Fundación Arias para la Paz y e1 Progreso Humano con el apoyo de la Fundación Ford.

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