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Last Updated:3/20/00
Madeleine Albright, secretary of state, op-ed, The New York Times, August 10, 1999

10 agosto 1999

Artículo: La lucha de Colombia y cómo podemos ayudar

(Artículo de fondo escrito por Madeleine K. Albright) (1100)

(El artículo que sigue a continuación es del dominio público; fue publicado en The New York Times el 10 de agosto de 1999 y no hay restricciones a su reimpresión.)
(NOTA: Madeleine K. Albright es secretaria de Estado de Estados Unidos.)

La muerte de cinco soldados norteamericanos y dos soldados colombianos en un accidente de aviación durante una misión antinarcótica en Colombia el mes pasado, pone de relieve lo que tenemos en juego en el país más convulsionado de América del Sur.

Los traficantes de drogas de Colombia producen más del 80 por ciento de la cocaína del mundo, y una proporción creciente de la heroína que llega a nuestras costas. Dos organizaciones guerrilleras -- las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, conocidas como las FARC, y el Ejército de Liberación Nacional, o ELN -- están en guerra con el gobierno y controlan una extensión significativa de territorio.

A las guerrillas se les oponen grupos paramilitares de derecha que, al igual que las guerrillas, violan constantemente los derechos humanos. Tanto las guerrillas como los paramilitares utilizan el tráfico de drogas para financiar sus operaciones. Los esfuerzos del presidente de Colombia, Andrés Pastrana, para negociar la paz, han quedado paralizados. El crimen se ha desenfrenado. Y la economía de la nación, durante mucho tiempo figura destacada en la región, está en medio de su peor recesión desde la década de 1930.

Los problemas de Colombia se extienden más allá de sus fronteras y tienen implicaciones para la seguridad y estabilidad regionales. Para cambiar el curso de los acontecimientos, el presidente Pastrana debe emprender un esfuerzo abarcador. Y necesita -- y merece -- el apoyo internacional que se concentre en algo más que la interceptación y erradicación de las drogas.

Tal como lo entiende el presidente Pastrana, los objetivos de paz, imperio del derecho, prosperidad y respeto a los derechos humanos no están separados unos de otros, sino que más bien se refuerzan unos a otros. El progreso en dirección de uno de ellos hará que los otros sean más fáciles de alcanzar.

Por ejemplo, la empresa de ir en busca de la paz tiene muchas dimensiones. Luego de 38 años de lucha, debería ser evidente que

un resultado militar decisivo es improbable. El presidente Pastrana tuvo razón en iniciar conversaciones; el problema es si puede reunir una combinación de presión e incentivos que haga que las guerrillas respondan.

Los esfuerzos de paz deben guiarlos los propios colombianos. El presidente Pastrana, en esta búsqueda, ha aceptado riesgos valientemente, y depende de él decidir qué incentivos, positivos y negativos, se necesitan. Pero Estados Unidos y otros amigos de Colombia deben estar prestos a ayudar. El presidente Clinton ya ha comprometido nuestro apoyo, en una carta enviada al presidente Pastrana el 20 de julio.

Los esfuerzos para detener el tráfico de drogas están ligados a la búsqueda de la paz debido a la participación de rebeldes y paramilitares en ese tráfico. Y, como lo hemos comprobado en Bolivia y Perú, el éxito en el combate a las drogas requiere una combinación de estrategias, entre ellas la erradicación, la interceptación, la sustitución de cultivos, el desarrollo económico y la reforma de la justicia penal.

También en este punto el gobierno de Colombia debe asumir la iniciativa, pero otros deben hacer su parte. Estados Unidos ha apoyado con vigor el esfuerzo antinarcótico de Colombia, lo cual resulta apropiado porque nuestra demanda de drogas es una causa importante del problema.

La Policía Nacional de Colombia rocía y decomisa cantidades impresionantes de cocaína y heroína. Pero la producción de coca sube desmesuradamente, las organizaciones de la droga están bien armadas y financiadas, y el sistema judicial de Colombia está plagado por la corrupción, los recursos inadecuados y una acumulación de 3,5 millones de casos pendientes. El éxito no se conseguirá rápidamente, pero el progreso es posible si el gobierno cuenta con apoyo internacional.

La protección de los derechos humanos se entrelaza, de modo similar, con los otros objetivos. La mayoría de las víctimas del conflicto en Colombia han sido civiles. En su ofensiva más reciente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia atacaron indiscriminadamente a los aldeanos y desplegaron niños soldados de apenas nueve años.

El grupo guerrillero se niega todavía a dar razón de tres misioneros norteamericanos secuestrados en Panamá en 1993, y en marzo sus fuerzas asesinaron a tres norteamericanos que trabajaban con grupos indígenas locales. Además, recientemente los grupos paramilitares han intensificado sus ataques a trabajadores de los derechos humanos y militantes políticos.

En otro tiempo, los militares colombianos malbarataron el apoyo de que disponían al fracasar en impedir las violaciones de los derechos humanos, tanto de parte de sus propias fuerzas como de los grupos paramilitares. Estados Unidos ha establecido en Colombia, como en otras partes, procedimientos estrictos para verificar que los individuos y las unidades que reciben ayuda y adiestramiento norteamericanos no hayan estado involucrados en violaciones de los derechos humanos, y que aquéllos responsables de violaciones anteriores sean llevados ante la justicia. Durante el gobierno del presidente Pastrana, los militares han mejorado radicalmente su historial, pero seguimos urgiendo más progreso, especialmente para asegurar que se rompan cualesquiera vínculos que queden entre los comandantes militares y los paramilitares.

Los problemas económicos de Colombia están vinculados a los precios bajos de los productos básicos y los déficit elevados, pero son también resultado del crimen y el conflicto. A la inversa, el desarrollo económico y la creación de empleos legítimos son las maneras mejores de impedir que los ciudadanos se burlen de la ley y apoyen los movimientos radicales.

De modo que cualquier nación interesada en ayudar a Colombia a combatir las drogas o lograr la paz, tendrá interés en ayudarla a recuperarse económicamente. Estados Unidos ha venido trabajando con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otros socios para asegurar que esté disponible la ayuda que se necesita.

Hoy, el subsecretario de Estado Thomas Pickering estará en Bogotá para reunirse con el presidente Pastrana y hacerle llegar el apoyo de Estados Unidos a los esfuerzos de Colombia para avanzar en todos estos frentes. Irá también a Caracas, Venezuela, como parte de nuestro esfuerzo para obtener fuerte respaldo regional a las políticas encaminadas a lograr la paz, establecer el imperio de la ley y construir la prosperidad.

El pueblo de Colombia está inmerso en una prueba vital de la democracia, prueba que debe aprobar por sí mismo. Pero debe saber que comprendemos las muchas dimensiones y la naturaleza de largo plazo de los problemas que encara, y que haremos todo lo que podamos por ayudarlo.

As of March 13, 2000, this document is also available at http://www.usia.gov/regional/ar/colombia/albsp.htm

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