Discurso
del Senador Rafael Orduz, 14 de agosto de 2001
INTERVENCIÓN DEL
SENADOR RAFAEL ORDUZ MEDINA
SESION PLENARIA DEL
DIA 14 DE AGOSTO DE 2.001
Introducción
Para comenzar quiero
decir que este debate es la expresión particular, colombiana, de la discusión
mundial sobre la política contra las drogas. Una política que se inició
hace 40 años, a partir de la Convención de 1961 de las Naciones Unidas,
en la que se fijó la meta de acabar con el problema de las drogas en el
mundo en 25 años. Sin embargo, a pesar del creciente aumento de los recursos
mundiales dedicados a la política antidrogas, especialmente europeos y
estadounidenses, el negocio de la droga sigue creciendo, y por ello
se ha comenzado a hablar del fracaso de la “Guerra contra las Drogas”.
De acuerdo con lo
anterior, la citación de un debate a la política no implica de manera
alguna estar a favor del narcotráfico o tener la intención de favorecer
sus intereses. Este debate parte del reconocimiento de todo lo que el
narcotráfico le ha costado al país, causando la pérdida de vidas humanas,
asesinatos políticos, crímenes selectivos de personalidades, afectación
de los valores sociales, corrupción, distorsión de la economía y deforestación
de nuestros bosques. Pero también quiere hacer relevante el costo de
la política de erradicación forzosa mediante aspersión aérea para el país,
señalar que parece ser que el remedio aplicado es peor que la enfermedad,
pues existe evidencia de que afecta la salud humana, causa daños ambientales
y desplazamiento. Son esas las razones por las cuales algunos nos oponemos
a las fumigaciones como remedio.
Nuestra posición,
reitero, no representa intereses ni de los actores armados al margen de
la ley, ni del narcotráfico. En ese sentido creo que hemos sido difamados
por defender este punto de vista sin que hayan sido considerados seriamente
los argumentos que lo sustentan. Por eso me parece importante recordar
que a lo largo del debate a esta política, que lleva ya más de veinte
años en Colombia, otros colombianos han argumentado como nosotros: Así,
en febrero de 1992 cuando fueron aprobadas las fumigaciones con glifosato
para la erradicación de amapola, el expresidente Misael Pastrana Borrero
se opuso radicalmente a esa medida e interpuso la primera acción de tutela
en contra de las fumigacionesante el Consejo de Estado[1]. De igual manera, en 1998 durante la Sesión Especial de la Asamblea
de las Naciones Unidas (UNGASS), convocada para tratar el tema del control
de las drogas, fue presentada una carta dirigida al Secretario General
de las Naciones Unidas, señor Kofi Annan, en la que los firmantes manifestaban
su preocupación por la amenaza de las drogas a sus sociedades pero igualmente
porque el daño ocasionado por la política antidrogas de “guerra contra
las drogas”, resultaba ser cada vez más nocivo para estas mismas sociedades,
calificaban esa política como cada vez más represiva y tambiénmás costosa.
Personajes colombianos como Augusto Ramírez Ocampo y Juan Manuel Santos,
firmaron esta comunicación[2].
Hasta el mismo Presidente Andrés Pastrana afirmó durante su campaña a
la presidencia en 1998 que “...íntimamente ligado al problema social y
a la violencia está el asunto de los narcocultivos. Pienso que éstos
no se erradicarán ni con fumigaciones ni con actos de fuerza. El narcocultivo,
más que un problema judicial, es un problema social, derivado de la miseria
de los miles de campesinos dedicados a esta actividad, arruinados por
las equivocadas políticas agrarias de este gobierno”[3].
De manera que, para
terminar esta introducción, quiero dejar claro que el propósito de este
debate es cumplir con nuestro deber como congresistas, ser la expresión
local de un debate de nivel mundial; ser constructivos, serios y propositivos
porque creemos que es una discusión que también debemos hacer los colombianos
y hacerla con argumentos serios. Por los mismos motivos hace un año promoví
la discusión necesaria al uso de micoherbicidas, específicamente del Fusarium
Oxysporum, para la erradicación de cultivos ilícitos y se ganó con
argumentos. De eso se trata en esta oportunidad.
Los aspectos del
problema de las drogas a los que haré referencia son cuatro: en primer
lugar, explicaré en que consiste el debate mundial sobre las drogas; en
segundo lugar, me referiré a la improductividad o ineficiencia de la
política de fumigaciones; en tercer lugar, hablaré de los riesgos ambientales
y para la salud humana; y por último, trataré el tema de los derechos
humanos.
Primer punto: El
debate mundial sobre la política antidrogas
La Convención Única
de 1961 de las Naciones Unidas, fija el derrotero de la política antidrogas
mundial, en ella se aseguraba que en 25 años la humanidad habría sido
librada de las drogas. En los años siguientes en otras instancias y reuniones
de las Naciones Unidas se ratificó esta política. Simultáneamente, Estados
Unidos, país que con menos del 5% de la población mundial consume aproximadamente
el 50% de las sustancias psicoactivas producidas en el mundo, declaró
desde 1971, bajo el gobierno de Nixon la “Guerra contra las Drogas”.
La estrategia global contra las drogas así consolidada, hace énfasis en
la criminalización del consumo y la erradicación de la producción. De
esta manera, el cultivo y la cosecha se convierten en blancos principales
de la política antinarcóticos con el argumento de que la disminución de
la oferta elevará los precios de las drogas y esto a su vez, desestimulará
el consumo. El anterior es un razonamiento económicamente válido si se
cumpliera la premisa de que la erradicación local o nacional implica disminución
del área global de los cultivos. Los resultados de la política, en estos
términos son bastante pobres, y a eso se debe el actual debate mundial.
La contradicción
en las cifras sobre el valor del negocio, es decir sobre las ventas netas
de esta multinacional del crimen, son una expresión del debate. Las
Naciones Unidas hace dos años calcularon que el negocio asciende a 400
mil millones de dólares[4]. La revista “The Economist” en su último informe sobre el tema,
establece que las ventas netas son de 150 mil millones de dólares[5].
No obstante la notable diferencia, cualquiera de las dos cifras evidencia
que esta industria es una de las más prósperas a nivel multinacional,
y lo que realmente comprueba es que hasta ahora la hipótesis de la erradicación
como mecanismo de aumento de los precios no se cumple. En 1981, hablando
de precios al por mayor, un gramo de cocaína con el 40% de pureza costaba
151 dólares, hoy un gramo de cocaína con el 70% de pureza cuesta 44 dólares.
Esto indica que la premisa no se cumplió, la pregunta es ¿por qué?. Existen
varias respuestas.
Una de ellas señala
que las redes de distribución y la retroalimentación entre eslabones de
financiación y de distribución funciona sumamente bien. De acuerdo con
esa idea una de las tesis que quiero exponer es que pretender atacar el
negocio golpeando al pequeño productor es una estrategia condenada al
fracaso.
Si recorremos los
eslabones de la cadena de producción del negocio de las drogas, tenemos:
la siembra, la cosecha, el proceso de refinamiento (que se inicia en las
cocinas rurales y termina en los laboratorios urbanos), la exportación
de drogas de contrabando, la venta al por mayor y al detal, el lavado
de dólares y la especulación financiera. Ahora, es importante relacionar
esta cadena con la estructura del valor agregado en el negocio. Un kilo
de base de coca, que es lo que producen los cultivadores del Putumayo,
se vende a US$860; ese kilo de base de coca, tras el proceso adicional
del laboratorio urbano, se convierte en cocaína y así tiene un valor de
US$1500; vendido al por mayor en Estados Unidos cuesta US$25.250; y adquirido
al detal por los consumidores en Manhattan o en Chicago tiene un valor
final de US$110.000[6].
Si hacemos la operación matemática, vamos a encontrar cómo se distribuyen
exactamente la rentabilidad, las utilidades y los ingresos brutos en toda
la cadena del negocio. Y nos preguntaremos ¿Cómo es qué vamos a resolver
el problema de las drogas golpeando justamente a aquellos que reciben
menos del 1% de los ingresos de toda la cadena?.
En los Estados Unidos
existen centros de investigación republicanos que tienen interesantes
hipótesis que explican desde la perspectiva de los países consumidores
el fracaso de la política y sostienen que es errada. El New York Times
afirma que hace 15 años los gastos del Gobierno Federal de los Estados
Unidos para la política de interdicción y criminalización del consumo
eran aproximadamente de US$2000 millones, y que actualmente ascienden
a US$19.200 millones. La revista “The Economist” establece que el presupuesto
total (el federal más el estatal) norteamericano destinado a la lucha
contra las drogas oscila entre 35 mil y 40 mil millones de dólares. “The
Economist” también estima que las ventas al por menor en ese país de drogas
psicoactivas son de 60 mil millones de dólares. Comparemos entonces las
cifras del costo de la política y las de la dimensión del negocio sólo
para los Estados Unidos.
Pasemos ahora a quienes
abusan de las drogas, es decir, los adictos. De acuerdo con el Informe
de las Naciones Unidas del año 2000, el cual se basa en información de
1998, se estima que en el mundo hay un total de 180 millones de adictos,
de ellos 144.1 millones son de cannabis, que comprende tanto la marihuana
como el hachís; 28.7 millones son de estimulantes anfetamínicos y de
tipo éxtasis; los adictos a la cocaína ascienden a 14 millones y a los
opiáceos, incluyendo la heroína, a 92 millones. Sólo en los Estados
Unidos la población de adictos se estima en 5.5 millones: 3.5 millones
de cocaína, 1 millón a la heroína y 1 millón a sustancias anfetamínicas
y éxtasis. Esta cifra es superior a la de hace 10 años, sobre todo en
lo que respecta a las sustancias anfetamínicas y éxtasis.
A las anteriores
cifras de adicción podemos enfrentar un dato muy interesante, que actualmente
alimenta el debate entre los republicanos frente a esta política. Se
habla de que el número de adictos tratados por cada mil es el siguiente:
heroína 35/1000, crack (elaborado a base de coca) 119/1000, cocaína 58/1000
y anfetaminas 40/1000. Estas cifras han conducido a preguntarse que tan
eficiente es, en términos de costo – beneficio, gastar el dinero de los
contribuyentes en una política que no ha dado resultados y si tal vez
no resulta más eficiente, como el mismo Presidente Bush lo sostuvo en
su campaña electoral, invertir en la prevención y el tratamiento de las
adicciones.
Se puede concluir
este primer punto, ilustrando la discusión central a través de dos perspectivas:
una que reafirma la actual política basada en la criminalización del consumo
y de los eslabones primarios, entiéndase cultivo y cosecha; la otra, que
busca una reevaluación de la política, es decir plantea el tratamiento
de la adicción como un problema de salud pública y la sustitución de las
alternativas de erradicación forzada por desarrollo alternativo, inversión
pública nacional y programas de cooperación internacional en las zonas
productoras, que generalmente coinciden con las más pobres de los países
productores, y por supuesto, por una corresponsabilidad internacional
que implique atacar la distribución y los eslabones financieros del negocio.
De eso se trata la discusión que se está dando en Holanda, Suiza y los
Estados Unidos de manera muy interesante. El mundo esta discutiendo
esta política y Colombia y este Congreso también deben hacerlo permanentemente.
Segundo Punto:
la improductividad o ineficiencia de la política de fumigaciones
Hace dos semanas
tuve la oportunidad y el honor de acompañar al Gobernador del Cauca, Floro
Tunubalá, y al Gobernador de Nariño, Parmenio Cuellar, a Washington conjuntamente
con el representante Gustavo Petro.
Durante el viaje,
en diversas reuniones, sostuvimos tres argumentos: uno, la estrategia
de fumigaciones es improductiva en sus propios términos, dos, genera un
alto riesgo ambiental incluyendo riesgo a la salud humana, y tres, existe
un problema de derechos humanos asociado. Por supuesto, nos encontramos
con la visión de Washington, la visión oficial, que en mi opinión, tiene
un origen absolutamente legítimo, pues como ya mencioné con menos del
5% de la población mundial, casi 280 millones de habitantes, los estadounidenses
están consumiendo el 50% de las drogas psicoactivas del mundo. De tal
manera que nuestros colegas norteamericanos tienen que convencer a su
electorado de que hay estrategias en marcha, y por eso no evalúan mucho
lo que se ha hecho, necesitan es demostrar que se está haciendo algo.
De esa experiencia
mi conclusión es que, en principio, en los Estados Unidos el bajo interés
por los impactos ambientales y sobre los derechos humanos no se debe a
una falta de preocupación por el tema sino sencillamente a que su interés
central es que se esté haciendo algo contra el problema de las drogas.
Pero existe un espacio totalmente abierto para plantear la oposición a
las fumigaciones ante muchísimas organizaciones ambientales, políticas
y religiosas de la sociedad civil norteamericana únicamente con base en
las razones por las cuales un país desarrollado se opondría a las mismas.
Porque en cualquier país desarrollado, con la décima parte del riesgo
que estamos registrando, ya se habrían suspendido las fumigaciones.
El tema de las fumigaciones
y la discusión sobre las mismas es un cuento viejo. Desde hace mucho
se reconoce que existe una estrecha relación entre la fumigación y la
aparición de cultivos en otros lugares. Por ejemplo, cuando comenzó la
fumigación en Colombia, para la erradicación de la marihuana con paraquat
en los años 80’s, se calificó como un gran éxito porque se logró reducir
el área cultivada en el país. Pero en contrapartida, se multiplicó por
seis el área cultivada de marihuana en los Estados Unidos, de manera que
la oferta global de marihuana lejos de disminuir se incrementó. Así mismo,
en la década pasada se fumigaron, de acuerdo con la Policía Antinarcóticos,
más de 320.000 hectáreas de cultivos con fines ilícitos, usando más de
3 millones de litros de herbicidas. Esto se relaciona con un hecho increíble:
la cuadruplicación del área cultivada.
Si nos ponemos en
el lugar de los legisladores norteamericanos, a pensar en los contribuyentes,
resulta desastroso decirles que sus impuestos utilizados en Colombia en
la lucha contra las drogas se han materializado en un mayor número de
hectáreas cultivadas. De manera que los “éxitos” de reducción del área
en Bolivia y Perú, anunciados por los sucesivos zares antidrogas de los
Estados Unidos, se han trasladado generosamente a Colombia, y en el país
del Guaviare se han desplazado con creces al Putumayo.
Se puede explicar
el efecto producido con la imagen de la gota de mercurio, es decir, si
se tiene una gota de mercurio y se golpea con un martillo, el mercurio
simplemente se esparce. Esa es la historia de la movilidad de los cultivos
con fines ilícitos en la zona andina y en muchas otras del mundo hoy.
Adicionalmente, existe una explicación económica del fenómeno muy sencilla.
Dada una demanda boyante y en aumento, y unas políticas de erradicación
forzada, las fumigaciones sólo producen el efecto de movilidad porque
los recursos necesarios para la producción están ahí: tierra, selva y
mano de obra.
Fue así como fracasó
la idea de pretender que con el control a la oferta subieran los precios
de los estupefacientes, por eso en el 2000 se consiguen en los Estados
Unidos drogas de mayor calidad y a mejor precio. Algo está fallando.
Pese a este fracaso creo que uno puede perfectamente ser amigo de los
Estados Unidos proponiendo cambios en la política. Y creo que tenemos
todo el derecho moral para hablar de ello. Pero hay que tener iniciativa.
Para terminar este
punto quiero leer una cita que encontré en un estudio sobre el caso de
la Sierra Nevada: “esta fumigación no sirvió para la erradicación definitiva
de la marihuana, por el contrario contribuyó a intensificar el daño ambiental
afectando la salud humana y sobre todo aumentó la distancia entre los
sectores campesinos y el Estado con un considerable incremento del descontento
social. Sin preverlo, el Estado ayudó a abonar el terreno para la presencia
de diversos grupos armados”, el extracto es de un documento elaborado
por una entidad llamada Prosierra y esta firmado por el actual Ministro
del Medio Ambiente, señor Juan Mayr, quien por entonces era su director.
Tercer Punto:
los riesgos ambientales y para la salud humana que generan las fumigaciones
Por falta de tiempo
voy a dejar de lado la historia de las decisiones institucionales relacionada
con el uso del glifosato, el imazapir y el tebutirón para hablar directamente
del caso del glifosato.
En múltiples ocasiones
he escuchado decir que el glifosato es menos dañino que la sal, el café
o las vitaminas. Al respecto quiero recordar que cuando se hizo el debate
sobre el Fusarium Oxysporum, el Doctor Sands, propietario de la técnica
de aspersión del hongo, promovió su uso haciéndonos creer que se podía
comer con Korn Flakes. Por eso es necesario puntualizar algunos aspectos
respecto al glifosato, sus componentes y los otros agentes químicos con
que es mezclado y sus condiciones de uso. Para esa labor me voy a basar
en el trabajo de algunos científicos colombianos, como la Doctora Elsa
Nivia, bióloga y química, directora de Rapalmira. Pero también me referiré
a estudios sobre este herbicida realizados en otras partes del mundo o
por organizaciones como la Red de Acción de Plagicidas y alternativas
para América Latina.
Es cierto que el
glifosato en sí mismo no es altamente tóxico. Pero ocurre que el glifosato
en una de sus principales formulaciones, llamada Roundup, se encuentra
mezclado con un surfactante llamado POEA, polioexietilamina, el cual es
cinco veces más toxico. Entonces Roundup no es sinónimo de glifosato,
es glifosato más unos aditivos, en este caso el POEA. Esta formulación
sí puede resultar hasta 22 veces más tóxica para los seres humanos que
para las ratas. Adicionalmente, resulta que en Colombia se emplea una
formulación llamada Roundup Ultra que contiene una mayor concentración
de glifosato y POEA, que el simple Roundup. Pero además al Roundup Ultra
se le adiciona otro surfactante que puede cuadruplicar la acción biológica
del tóxico, el Cosmoflux.
Solamente hasta hace
muy poco la Defensoría descubrió que se estaba utilizando la formulación
del Roundup Ultra, y la Policía lo reconoció cuando lo hizo el General
Gilibert hace un mes. Antes el país desconocía qué se estaba usando,
y por supuesto, así como no conocíamos la formulación tampoco conocemos
hoy los estudios del Ministerio de Salud y del Medio Ambiente sobre la
misma.
Y ¿cuál es el efecto
del Roundup Ultra?, sin ser un experto trataré de explicarlo. Entiendo
que los productos detergentes, son aquellos como el jabón y el shampoo,
los cuales al aplicarse no penetran en la piel. En contraposición, los
productos aditivos, como el POEA y el Cosmoflux, son no – detergentes,
su función consiste en facilitar que el glifosato penetre en las hojas
de las plantas. Estos surfactantes no – detergentes, al entrar en contacto
químico o biológico con las superficies de los organismos causan un efecto
corrosivo. En consecuencia si a mí me cae Roundup Ultra, puede entrar
en mi organismo a través de la piel causando intoxicaciones y afecciones
dérmicas, entre otros. Al respecto existe suficiente evidencia, y ya
se ha identificado una sintomatología específica: fiebre, vómito, cefalea,
irritación ocular, etc., que han padecido los habitantes de las zonas
fumigadas, y de la cual pueden dar testimonio los indígenas del Cabildo
de Aponte, Nariño, aquí presentes,; además de la muerte de animales domésticos
que se dispara justo después de las fumigaciones. Mi pregunta es, ¿Cómo
es posible que esto no le llame la atención o le preocupe al Ministerio
de Salud?. Adicionalmente, el glifosato esta clasificado como de amplio
espectro, lo que significa que es un herbicida no selectivo, es decir,
ataca la yuca, el plátano, el maíz y todo tipo de plantas. Por eso es
que ha causado tantos daños en los cultivos de pancoger de las comunidades
fumigadas.
A continuación quiero
exponer algunos datos casuísticos sobre el glifosato:
Para comenzar voy
a relatar una anécdota. Durante una rueda de prensa en el viaje que ya
mencioné a los Estados Unidos, una periodista del Washington Post
intervino para decir que no entendía en que consistía el problema del
uso del glifosato en las fumigaciones en Colombia, pues ella empleaba
glifosato con cierta frecuencia en labores de jardinería en el patio de
su casa. A manera de respuesta, el representante Gustavo Petro, le
formuló las siguientes preguntas: ¿usted utiliza avioneta para aplicar
glifosato en su patio?, y cuando lo emplea ¿mantiene los tanques de agua
abiertos? Y ¿se encuentran niños o personas en el área?.
Para ampliar este
punto quiero hacer referencia a un documento de la Monsanto. Se trata
de las condiciones de uso que prescribe la industria agroquímica que fabrica
el Roundup. Para la fumigación aérea establece los siguientes requisitos:
“Condiciones ambientales
para aspersión aérea. Temperatura ambiental no mayor a 29ºC; humedad
relativa mayor a 60%; velocidad del viento menor de 75 Km/h - 1.94m/seg;
aplicar cuando se esté seguro de que no existen inversiones térmicas (diferentes
temperaturas entre suelo y aire); Altura de vuelo: 2 metros sobre el
cultivo. Algunas mayores favorecen el riesgo de deriva y aumentan la
evaporación de la mezcla aplicada”.
Esto último quiere
decir que si se fumiga cinco o diez metros por encima del cultivo el viento
se lleva el Roundup y puede caer sobre zonas no deseadas o fuentes de
agua.
“Condiciones Generales.
Aplique con viento en calma. Evite el contacto con los ojos y la piel.
Causa irritación. Al terminar cámbiese de ropa y báñese con abundante
agua y jabón. No contamine las fuentes de agua. Durante la aplicación
evite que el producto caiga sobre las hojas o partes verdes del tallo
de los cultivos”.
¿Cómo pueden los
pilotos volando a cinco o más metros de altura en el macizo Colombiano.
distinguir las quebradas y los cultivos lícitos a esa velocidad?.
Continuando con el
asunto de las condiciones de uso, de acuerdo con la Ley de Fander Jas,
por cada 10ºC de aumento en la temperatura opera una duplicación de los
efectos biológicos y metabólicos del herbicida. Esto quiere decir que
para el caso de Colombia, en donde las fumigaciones se realizan en tierras
ubicadas a menos de 1.500 m.s.n.m. donde predominan temperaturas tropicales
que oscilan durante el día cerca de los 30ºC frente a los 20ºC del uso
recomendado, el efecto del glifosato se duplica.
Quiero mencionar
otros dos datos adicionales. Primero, el Fiscal General de Nueva York,
decidió hace poco obligar a la Monsanto retirar de la etiqueta del Roundup
dos términos: “biodegradable” y “ambientalmente seguro”. Y esto sucedió
porque la Fiscalía de Nueva York comprobó que el glifosato no es ni “biodegradable”
ni “ambientalmente amigable”. Segundo, de acuerdo con el señor Francisco
Palacios, un colombiano PHD del International Center for Foreing Policy,
sostiene que el glifosato puede ser elaborado con base ácido o con base
en sales. La forma salina usada en Colombia, llamada sal de isopropilamina
N – fosfonometil, la más tóxica.
Ahora quiero pasar
a otro aspecto del tema que merece mención: los efectos del glifosato
sobre la salud humana. Recientemente dos investigadores suecos, publicaron
en el Jornal de la Sociedad Americana de Cáncer un estudio donde comprobaron
los claros vínculos entre el glifosato y el Linfoma No – Hodgkin’s, una
forma de cáncer. Su investigación refuerza las preocupaciones de ambientalistas
y profesionales de la salud en el sentido de que los cultivos resistentes
al glifosato y aquellos que son expuestos al mismo, pueden guardar residuos
del herbicida que una vez absorbidos por los consumidores a través de
los alimentos, pueden facilitar la adquisición del Linfoma No – Hodgkin’s.
Finalmente, quiero
mencionar el caso de los indígenas de Aponte, quienes suscribieron con
el Gobierno un acuerdo de erradicación manual voluntaria de los cultivos
con fines ilícitos, pero ya han sido fumigados varias veces, la última
hace una semana. Tengo en mi poder algunas solicitudes de remisión de
pacientes atendidos después de esa fumigación en Aponte por la Asociación
Mutual de La Cruz, una empresa solidaria de salud. Se trata del caso
de cuatro niños menores de siete años, la sintomatología en general es:
cefalea (dolor de cabeza), fiebre, dolor abdominal, inapetencia, vómito
y diarrea, y hasta deshidratación. Y quiero relacionar estos casos con
una referencia a un estudio realizado por una médica de Estados Unidos,
“En 1990/91 se iniciaron las fumigaciones con Roundup en Hawai. Hasta
ahora este es el único Estado de los Estados unidos en donde se ha aplicado
en gran escala, la Doctora Patricia Bailli, médica de Hawai, encontró
que entre los residentes locales de las áreas asperjadas, son muy comunes
las afecciones de tipo gripal, náuseas, dolores de cabeza, diarrea y fatiga,
así como las irritaciones oculares y respiratorias. Las quejas son estadísticamente
significativas”[7].
Cuarto Punto:
los Derechos Humanos.
Voy a comenzar con
una reflexión sobre la decisión del Gobierno de fumigar los cultivos industriales
pero no a los pequeños cultivadores para ver cómo está operando esto en
la práctica.
De un lado, la Resolución
0005 del 11 de agosto de 2000 de la Dirección Nacional de Estupefacientes
bajo el supuesto de que la estrategia de los empresarios del narcotráfico
es la fraccionamiento de los cultivos autoriza la fumigación en terrenos
menores a dos hectáreas. De esa manera sencillamente la fumigación de
los pequeños cultivadores en la práctica está autorizada.
De otro lado, de
acuerdo con los informes de la Defensoría uno llega a la conclusión de
que la motricidad en la fumigación no puede ser fina. Esto es evidente
porque varios proyectos de desarrollo alternativo como el Proyecto de
Desarrollo Rural financiando por la GTZ, que es la agencia de cooperación
alemana, y la Red de Solidaridad en la bota caucana fue fumigado a finales
del 2000, proyectos financiados por el Plante con otros organismos nacionales
e internacionales fueron fumigados a finales del 2000 e inicios de este
año, proyectos de sustitución maderera con las comunidades del Río Cimitarra
en el sur de Bolívar corrieron la misma suerte. Esto nos indica además
la precariedad de la coordinación institucional y la falta de una política
de desarrollo alternativo.
La conclusión es
que la política de fumigaciones sí está afectando directamente a los
pequeños cultivadores y al precario desarrollo alternativo que se les
ofrece como opción. Pero en adición, actualmente el resultado concreto
de esta política es el crecimiento de una de las más grandes tragedias
humanitarias del país, al lado de otras como el secuestro, las masacres,
las tomas de poblaciones inermes y las voladuras de torres, es decir,
el desplazamiento forzado. El mismo Plan Colombia, versión Washington
prevé este desplazamiento forzado en el presupuesto del año pasado, asumiendo
que se tratará de unas 15.000 personas. En realidad el número de esos
desplazados se estima en 40.000.
Por las razones ya
mencionadas, las fumigaciones generan un efecto migratorio hacia las ciudades
y hacia la expansión de la frontera agrícola y amazónica. De manera que
aquí tenemos que romper este círculo vicioso: la fumigación produce contaminación
y la destrucción del sustento, esta destrucción genera migración, la
migración produce deforestación y nuevamente el surgimiento de los cultivos
ilícitos y llegamos de nuevo a la fumigación. Ese es el círculo que tenemos
que romper.
Lamentablemente,
ese circuito esta inmerso dentro de otro: acción antidrogas mezclada con
labor contrainsurgente, conduce a un incremento de la guerra, a una degradación
del conflicto, a una degradación del Estado, que de hecho aparece muy
poco en esas zonas. Los jóvenes, de acuerdo con lo que cuentan las madres
de la zona, se van indistintamente a la guerrilla o al paramilitarismo,
esa es toda su perspectiva; se extiende la guerra, las drogas alimentan
la guerra y de nuevo viene la acción antidroga, antinsurgente.
Para concluir quiero
leer una constancia que algunos colegas dejaron aquí en 1992 y dice lo
siguiente:
“El Senado de la
República recomienda al Gobierno Nacional revisar la decisión tomada por
el Consejo Nacional de Estupefacientes el viernes 31 de enero, en la que
se aprueba el uso de glifosato mediante la aplicación aérea para erradicar
los cultivos ilícitos en nuestro país. Una decisión de tal naturaleza
no puede tomarse sino con el correspondiente estudio de impacto ambiental
y los efectos sobre la salud humana, la flora y la fauna, así lo recomendó
esta Corporación mediante proposición aprobada por unanimidad el día 19
de diciembre de 1991.
Si tal decisión fue
aprobada con el voto en blanco del Ministerio de Educación y el Procurador
General de la Nación y también con el voto en blanco de Ministerio de
Salud, merece ser estudiada con mayor detenimiento, analizando alternativas
que no deterioren el ecosistema, ni afecten la paz social y ecológica”[8].
Firman los senadores
Andrés Pastrana Arango, Pedro Bonett, Anatolio Quirá, Bernardo Zuluaga,
Alberto Montoya Puyana, María Stella Sanín de Aldana, Aníbal Palacio,
José Raimundo Sojo Zambrano, Regina Betancurt de Lizca, Jorge alberto
Hernández, Ecuardo Chávez, Amilkar Acosta, Claudia Blum de Barbieri, Alvaro
Pava, María Isabel Cruz, Carlos Corssi.
[1]El Tiempo y El Espectador
[2]Cita carta UNGASS
[3] Hechos para la Paz. Agosto 7 de 1998 – Enero 7
de 1999. Presidencia de la República. Reporte de la Oficina del Alto
Comisionado para la Paz, p. 29.
[4] Informe sobre las Drogas de las Naciones Unidas
de 2000.
[5] El Espectador, E2 Informe The Economist, agosto
6 al 10 de 2000.
[6]El Espectador, E2 Informe The Economist, agosto
6 al 10 de 2000.
[7] Transational Institute, TNI. Revista “Círculo
Vicioso. La Guerra Química y Biológica a las Drogas”, p. 16.
[8]Acta Plenaria No. 24, Sesión Ordinaria del martes
17 de marzo de 1992. Anales del Congreso, martes 4 de marzo de 1992,
p. 2 – 3.