¿Guerra
total? por Adam Isacson, Cambio (Colombia), 1 de abril del 2002
¿Guerra
total?
Adam Isacson
El coordinador del programa de seguridad para América Latina en
el Centro para las Políticas Internacionales, con base en Washington,
hace una revisión de lo que sería una guerra total en Colombia
y asegura que sus costos serán mucho más altos de lo que
creen los colombianos.
Guerra Total. Las
encuestas, los comentarios y las conversaciones cotidianas indican que
la mayoría de los colombianos la quieren, o al menos creen que
las Farc no les ha dejado otra opción. Es entonces urgente revisar
seriamente lo que significa la guerra total.
Algunos pueden argumentar
que la guerra total no será muy diferente de lo que hay hoy, pues
las Farc no dejaron de combatir con alta intensidad ni siquiera durante
las negociaciones de paz. Yo, honestamente, espero que estén en
lo cierto. Sin embargo, los cálculos de años de inteligencia
nos recuerdan que las Farc cuentan con 20.000 miembros, 70 frentes, y
cientos de millones de dólares anuales en ingresos ilegales. Con
esa capacidad, es difícil creer que se limitarán a realizar
una que otra acción guerrillera al día, en su mayoría
de pequeña escala, como hemos visto hasta ahora. La guerra total
podría ser mucho más sangrienta de lo que se ha visto en
Colombia a lo largo de varias genera-ciones.
Acarreará
costos que los colombianos no se han atrevido siquiera a contemplar. La
guerra total requerirá un esfuerzo sin precedentes de solidaridad
y sacrificio, incluyendo la aceptación por parte de todas las familias
-ricas y pobres- de que sus hijos mueran en combate.
La guerra total afectará
profundamente la salud económica de los colombianos. Una movilización
total, como la que propone la campaña de Uribe, resultaría
muy costosa. Una campaña eficaz contra los grupos ilegales armados
requeriría un incremento gigante en la capacidad militar, con un
número de tropas disponibles para el combate que pase de 40.000
a por lo menos 200.000.
Esto significaría
una reorientación muy importante en la economía colombiana.
En un esfuerzo de guerra real y serio, el Estado necesitaría mucho
más del 10% o el 11% del PIB (en Estados Unidos, durante la II
Guerra Mundial, se invirtió más del 40%).
Las demandas de una
guerra total son mucho más grandes de lo que Estados Unidos puede
suplir. Recuerden que en El Salvador -que fue un tema de mayor prioridad
para Reagan que lo que representa Colombia para Bush- se invirtieron 10
años de ayuda militar abundante y sostenida para no conseguir más
que un estado de agotamiento mutuo. Recuerden también que Colombia
es 53 veces más grande que El Salvador.
Washington tiene
amenazas de seguridad más urgentes en otras partes del mundo, y
así el Ejército colombiano no tuviera ni una sola mancha
en derechos humanos -cosa que no es cierta- estaría totalmente
incapacitado para financiar una guerra total. Las dudas sobre los derechos
humanos seguirán obstaculizando cualquier decisión respecto
de la ayuda para Colombia, y esas sospechas se acrecentarán en
forma dramática si los paramilitares empiezan a cometer abusos
en la antigua zona de despeje.
Vale la pena añadir
que ninguna persona sensata en Washington está proponiendo enviar
tropas americanas a combatir en Colombia. Por el contrario, causa ira
profunda en estos círculos escuchar la invitación de algunos
políticos colombianos para que jóvenes americanos arriesguen
sus vidas aquí, mientras la mayoría de los colombianos de
estratos altos ni siquiera consideran prestar el servicio militar obligatorio.
Es posible que algunos
colombianos piensen que el paramilitarismo puede ofrecerles un modelo
de guerra total con mucho menos costos y menos sacrificios. El horripilante
costo humano de esta alternativa es obvio. Pero armar a los ciudadanos
y dejarlos a su suerte ni siquiera tiene sentido desde una perspectiva
pragmática. En el mejor de los casos, las tácticas de tierra
arrasada pueden traer el control temporal de zonas específicas,
pero los odios entre la población seguirán latentes. Este
resultado está muy lejos de la meta de una paz firme y duradera.
Si, por el contrario,
el verdadero objetivo de la guerra total es traer una paz firme y duradera,
la batalla militar constituye solo un frente y uno más bien pequeño.
La paz total requiere que la parte civil del Estado colombiano se convierta
en una institución capaz y confiable para los todos ciudadanos.
Es aquí donde Estados Unidos debe jugar un papel importante, aunque
sólo la contribución colombiana puede hacer una diferencia
real.
Fortalecer la gobernabilidad
civil significa terminar con la impunidad para los corruptos, para los
que abusan de los derechos humanos, y para todos aquellos envueltos en
actividades ilegales. La mayoría de los recursos deben destinarse
a proteger y a fortalecer a los jueces honestos, a la Policía,
a los fiscales y a los denunciantes de crímenes. También
significa llevar a los campos todos los servicios estatales, atacando
la pobreza y la negligencia que subyace en la violencia y en el narcotráfico.
Significa también proteger a todos aquellos actores no violentos
de la sociedad que demandan derechos, servicios, trato justo y una negociación
de la paz. Mientras esos sectores -bien sean de la derecha o de la izquierda
democrática- sigan amenazados o asesinados impunemente, será
imposible lograr la "paz total."
As of April 9, 2002,
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