Declaración
de la Delegación Latinoamericana, Congreso Nacional de Paz y País,
10 de mayo del 2002
POR
LA VÍA DE LA VIDA Y LA PAZ EN COLOMBIA Y EL CONTINENTE LATINOAMERICANO:
MANIFIESTO DE LA DELEGACIÓN LATINOAMERICANA AL "CONGRESO NACIONAL
DE PAZ Y PAÍS", CNPP
Versión inicial leída en la sesión plenaria del CNPP
por tres representantes (Ecuador, Venezuela y Perú) del bloque
de delegadas/os de América Latina
10-V-2002 , salón
rojo, hotel Tequendama, Bogotá, Colombia
Estamos convencidos
que la violencia en Colombia no solo obedece a la dinámica militarista
de todos los actores del conflicto, sino a causas estructurales en los
ámbitos político, económico y social que son comunes
al resto de la región. Además, tenemos la certeza de que
la paz solo se construye con la profundización de la democracia
participativa, los derechos humanos, la equidad social y el respeto al
medio ambiente.
Rechazamos el diseño
y la aplicación de planes y programas gubernamentales e intergubernamentales
alentados por el gobierno norteamericano y sus aliados en la región,
que no responden a las demandas e intereses de nuestros pueblos y, en
su lugar, se convierten en instrumentos de una estrategia de control político,
social, económico y militar, en Colombia, la Región Andina
y el Continente, tales como Plan Colombia, Iniciativa Regional Andina,
ALCA, Plan Dignidad, Plan Puebla-Panamá y las Fuerzas Multinacionales
de Paz.
Sostenemos que la
deliberada estrategia de injerencia de EE.UU. en la Región Andina,
no solamente se manifiesta en la escalada de violencia en Colombia, sino
además en el atentado contra el Estado Social de Derecho y de Justicia,
y la institucionalidad democrática en Venezuela, así como
en la deslegitimación del movimiento indígena del Ecuador.
Por lo tanto, exigimos respeto a la voluntad popular.
Reafirmamos nuestra
preocupación por las consecuencias que en Colombia, los países
de la Región Andina y el continente latinoamericano, acarrean la
decisión del Gobierno del Dr. Andrés Pastrana Arango, de
poner término al proceso de negociaciones de paz con la insurgencia.
Expresamos nuestro
pesar que en Colombia se imponga el escenario de la guerra, cuya víctima
primera ha sido y es la población civil, a pesar de los permanentes
esfuerzos de la sociedad civil colombiana en plantear alternativas para
la paz a todos los actores del conflicto.
Alentamos las iniciativas
internacionales por generar condiciones que posibiliten el diálogo,
como el esfuerzo de algunos sectores de la comunidad internacional por
alejarse de los enfoques y calificativos maniqueístas que responden
a los intereses hegemónicos posteriores al 11 de septiembre del
2001.
Sostenemos que todo
proceso de negociación exige que las partes en conflicto acepten
y cumplan los compromisos y propuestas. No obstante, en el caso colombiano,
creemos que, por un lado, la persistencia gubernamental en implementar
el Plan Colombia, evadir en la mesa de negociación las reformas
estructurales y el desmantelamiento del paramilitarismo; y, por otro,
las violaciones al Derecho Internacional Humanitario cometidas por todos
los actores armados, evidencian su corresponsabilidad en el fracaso y
ruptura de este proceso.
Exhortamos a todos
los actores del conflicto colombiano, a que demuestren a la comunidad
nacional e internacional la aplicación efectiva de medidas emergentes
para el respeto a las normas del Derecho Internacional Humanitario y los
Derechos Humanos, con énfasis en la sanción a los responsables
de masacres, asesinatos, amenazas y secuestros de defensores de DDHH,
periodistas, líderes sindicales, comunitarios y demás sectores
de la sociedad civil.
Respaldamos la decisión
del Sistema de las Naciones Unidas, en especial de la Oficina del Alto
Comisionado para los Derechos Humanos, de investigar el acto de barbarie
y terror ocurrido en Boyajá y Vigía del Fuerte, en el Chocó;
e instamos al Gobierno colombiano a juzgar y sancionar a los culpables.
Exteriorizamos nuestra
preocupación por la creciente intervención político-militar
del Gobierno de los EE.UU. en esta crisis y su tesis militarista que pone
fin a las alternativas basadas en el diálogo y la negociación
en Colombia, razón por la cual instamos a la comunidad internacional
a coadyuvar esfuerzos para que Colombia reabra las negociaciones de paz
como único camino para asegurar un futuro democrático y
de convivencia civilizada para el pueblo colombiano.
En ese contexto nos permitimos exhortar a los Gobiernos del continente
latinoamericano y el Caribe a:
1.- Sumar sus esfuerzos políticos y diplomáticos para reabrir
la iniciativa del Grupo de países amigos y facilitadores del diálogo
en Colombia, y solicitar formalmente la inclusión de los países
fronterizos en ese importante esfuerzo de la comunidad internacional en
la búsqueda de la paz;
2.- Implementar las acciones pertinentes con el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), e instruir a la Fuerza Pública
(FF.AA. y Policía) sobre sus obligaciones y compromisos a fin de
garantizar los derechos humanos de los solicitantes y refugiados colombianos,
en especial mujeres, niños y niñas, contemplados en las
normas y estándares internacionales del Derecho Internacional Humanitario
y Derechos Humanos;
3.- Respetar y garantizar los derechos humanos y las libertades fundamentales
de la población civil en las fronteras con Colombia, en particular
de los pueblos indígenas y afrodescendientes, con el fin de asegurar
el respeto a la vida e integridad, y garantizar a la sociedad civil y
los gobiernos locales, condiciones de paz, democracia, desarrollo, seguridad
y justicia;
4.- Demandar la salida de las fuerzas militares norteamericanas asentadas
en puertos y aeropuertos, de uso civil y militar, en Aruba, Colombia,
Curazao, Ecuador, El Salvador, Honduras y Vieques, por considerar que
atentan contra la soberanía de nuestros pueblos, violan normas
expresas del Derecho Internacional, y contribuyen a la regionalización
del conflicto colombiano y a la militarización del continente.
5.- Respaldar las iniciativas en favor de la paz propuestas por las sociedades
civiles de Colombia y Latinoamérica comprometidas con la solución
política y negociada del conflicto social y armado, como por ejemplo
la realización periódica del "Congreso Nacional de
Paz y País" y su extensión a la Región Andina
y al Continente, así como su inclusión en el plano global
a través del Foro Social Mundial.
6.- La construcción del tejido social para la paz requiere de una
mayor sensibilidad de la comunidad internacional que debe traducirse tanto
en una oportuna y sustancial movilización de recursos y una ampliación
de la cooperación internacional para la región, como en
un acompañamiento político firme y permanente a la preocupante
realidad colombiana, latinoamericana y caribeña.
7.- Finalmente, felicitamos los esfuerzos organizativos y las iniciativas
que, aún en condiciones adversas, la sociedad civil de Colombia
ha llevado adelante en la búsqueda de la paz y resaltamos nuestro
compromiso de acompañamiento a este proceso social que viene fortaleciéndose
en Colombia.
Bogotá, mayo 9, 10 y 11 del 2002
Delegaciones Latinoamericanas:
Ecuador, Venezuela, Perú, Chile, Brasil, Uruguay y Puerto Rico.