Plan
Colombia: Intervención y guerrerismo, por Carlos Lozano, Partido
Comunista Colombiano, 14 de mayo del 2002
Plan
Colombia:
Intervención y guerrerismo
Por Carlos A. Lozano
Guillén
14 de mayo del 2002
WEB: www.go.to/voz
E-mail: clozano3@latinmail.com
Ponencia de Carlos A. Lozano Guillén, director de VOZ, miembro
de la dirección nacional del Partido Comunista e integrante de
las Comisión de Notables para el proceso de paz con las FARC, presentada
en el Foro Alternativo de Madrid a la Cumbre de mandatarios de América
Latina y la UE, organizado por Izquierda Unida.
I
El Plan Colombia, instrumento guerrerista y contrainsurgente de los gobiernos
de los Estados Unidos y de Colombia, fue uno de los factores que presionó
la ruptura del proceso de diálogo y negociación entre el
gobierno colombiano, presidido por Andrés Pastrana Arango, y las
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo
(FARC-EP), el 20 de febrero del presente año. Aunque la causa fundamental
o el llamado punto de inflexión de la ruptura unilateral decretada
por el presidente de Pastrana, estriba en la renuencia del Establecimiento
colombiano y de su clase dominante a negociar sobre los temas de fondo
en donde radica la génesis del conflicto político, social
y armado.
Los dramáticos acontecimientos que precedieron al 20 de febrero,
propios de un proceso de negociación que se adelanta en medio de
la guerra, fueron apenas un pretexto para que el presidente Pastrana decretara
la ruptura de los diálogos de paz con las FARC-EP. En realidad,
desde octubre del año pasado, el mandatario colombiano, bajo enorme
presión de la derecha, los altos mandos militares y la Embajada
de los Estados Unidos en Bogotá, había tomado la determinación
de ponerle fin a la zona desmilitarizada o de distensión, lo que
equivalía a dar por culminada la negociación en búsqueda
de la solución política del conflicto colombiano. No lo
hizo entonces, porque la intervención de las Naciones Unidas y
del "Grupo de Países Amigos y Facilitadores del Proceso de
Paz", le impuso el compromiso con la comunidad internacional de prolongar
la zona desmilitarizada, aunque por tiempo muy corto, que la fue desgastando
y también debilitando los espacios de acción del Gobierno
Nacional.
La entrega en el mes de octubre del año pasado del Informe de las
Personalidades, el intercambio de las propuestas del Gobierno Nacional
y las FARC-EP sobre cese de fuegos y de hostilidades y la presión
nacional en el sentido de la necesidad que la Mesa de Diálogo arrojara
resultados concretos, colocó al proceso de paz frente a los temas
fundamentales, contenidos en la "Agenda Común", adoptada
por ambas partes, en 1999, en el pequeño caserío de "La
Machaca" a pocos kilómetros de San Francisco de La Sombra
y de los Pozos, donde estaba el epicentro de la Mesa de Diálogo,
en Villa Nueva Colombia, en jurisdicción de San Vicente del Caguán.
En la "Agenda Común" están consignados los temas
políticos, sociales y económicos, sujetos de la negociación
y del acuerdo nacional, para abrirle paso a una apertura democrática
y a un nuevo orden político y social, que despeje el camino para
la solución efectiva del conflicto interno colombiano. Este documento
es, quizás, el más importante logro en los tres años
del más reciente proceso de paz con las FARC-EP.
Ante esta realidad, que cualificaba las discusiones de la Mesa de Diálogo
y Negociación y la colocaba en función de una tregua bilateral
e inclusive de acuerdos humanitarios, pero con la finalidad de ubicar
en el centro del proceso la "Agenda Común", el gobierno
de Pastrana, bajo enormes presiones, decidió que la continuidad
del mismo estaba condicionada al cese de fuegos y de hostilidades, asumido
exclusivamente por las FARC-EP, desvirtuando el carácter bilateral
de la negociación y esquivando el objetivo fundamental de allanar
el camino hacia una solución definitiva del largo conflicto colombiano.
La estrategia del gobierno de Pastrana fue muy evidente. Avanzar apenas
en la llamada humanización del conflicto, aspecto importante, pero
no el fundamental para ponerle punto final a la confrontación armada,
para continuar el fortalecimiento bélico, con los propósitos
y dineros del Plan Colombia, con el objetivo de arrinconar a la guerrilla
y llevarla en condiciones de debilidad a la claudicación y a la
negociación de su entrega. De paso, eludiendo los cambios de fondo
en un país en donde la democracia restringida, casi inexistente,
y la cada vez mayor desigualdad social, retroalimentan el conflicto. Es
el modelo de negociación aplicado a los procesos de paz anteriores,
en que el objetivo es lograr la claudicación de la insurgencia
a cambio de unas dádivas efímeras, para que el país
siga igual, en manos de una oligarquía mezquina y de un régimen
bipartidista excluyente, que se sostiene mediante la violencia ejercida
desde las alturas del poder y el terrorismo de Estado.
La estrategia de paz del Establecimiento y de la oligarquía colombiana
siempre se ha basado en la guerra integral: atacar con todo a la insurgencia
para llevarla derrotada o debilitada a la mesa de negociación o
mejor de claudicación para calificar el hecho sin eufemismos. Este
fue el paradigma en los "procesos de paz" de los años
noventa, que condujeron no solo a la reinserción de los grupos
guerrilleros que los protagonizaron, sino a su posterior cooptación
al Establecimiento. Se perdieron en el tiempo y en el espacio como parte
de una posible alternativa política legal de la izquierda. Inclusive
se dieron casos de ex combatientes reinsertados que cambiaron de bando
y pasaron a engrosar las filas del paramilitarismo.
Por esta razón, se puede decir frente a los procesos de paz actuales,
que involucran a las FARC-EP (en la eventualidad de su reconstrucción
al mediano plazo) y del ELN, que no existen modelos o paradigmas. Ni siquiera
lo son los centroamericanos, que sirven como un referente histórico
de experiencia, más no de calco o de ejemplo paradigmático.
No hay modelos. En contraste, sí los contramodelos.
La única posibilidad de que estos procesos avancen con éxito
y que actúen como factor de recomposición del tejido político
y social atrofiado por el régimen bipartidista y oligárquico,
es que avancen en un acuerdo político y social, que abra el camino
a un nuevo poder democrático y popular, apuntalado en reformas
políticas y sociales avanzadas. Es lo que se define como paz con
democracia y justicia social, concepto diferente al de la pax romana o
paz de los sepulcros a la que aspira la clase dominante para mantener
el statu quo y por ende sus privilegios.
II
Esta primera idea desarrollada, a manera de rápido vistazo de lo
que presionó el fin del proceso de paz con las FARC-EP, nos puede
servir casi de preámbulo para desarrollar una segunda idea sobre
el Plan Colombia.
El Plan Colombia fue una decisión del gobierno de los Estados Unidos,
elevada a política de Estado mediante la aprobación del
Congreso norteamericano. No sólo fueron apropiados unos dineros
para su financiación sino adoptada la filosofía del mismo.
El texto original del Plan Colombia es en inglés y apenas fue conocido
en Colombia a finales del año 1999 cuando fue filtrado a los medios
de comunicación. Para que en Colombia se pudiera conocer ampliamente
fue traducido del inglés. El gobierno de Pastrana lo quiso mantener
en secreto, porque sus objetivos estaban en contravía de la soberanía
nacional y de la política de paz, cuya propuesta lo llevó
a la Presidencia de la República en 1998.
El Plan Colombia de corte intervencionista, militarista y guerrerista,
está entrelazado a los propósitos hegemonistas continentales
de los Estados Unidos y a la lucha contrainsurgente. Jaime Caycedo Turriago,
Secretario General del Partido Comunista Colombiano, lo define así:
"(
)Desde nuestro punto de vista, el Plan Colombia se enmarca
en el reordenamiento sociopolítico y geoestratégico para
el hemisferio occidental que ha concebido Estados Unidos en la actual
fase de globalización. En el orden nuevo, el imperio reacomoda
el mundo al incorporar áreas periféricas a la transnacionalización
globalizada mediante una creciente subordinación de las mismas
a nuevas formas de acumulación de capital y, también, asume
el control de los conflictos, vistos como focos de resistencia a ese nuevo
orden. Las formas de regulación nacional y regional deben corresponderse
con los delineamientos del centro. El reordenamiento no es sólo
económico sino general; esto es, engloba lo sociopolítico,
lo ideológico y lo cultural. El tutelaje supraestatal conlleva
formas de coacción tecnológico-militares que hacen del intervencionismo
una práctica casi inscrita en la cotidianidad".(1)
Está claro, entonces, que en los propósitos del Plan Colombia
están de por medio los intereses imperialistas, los grandes megaproyectos,
después enunciados en las nueve D del proyecto Santa Fe IV, guía
ideológica de la administración Bush,(2) y la ambición
de las transnacionales de apoderarse de importantes recursos naturales
y energéticos sometidos a las privatizaciones en el marco del modelo
de la globalización neoliberal. El Plan Colombia está entrelazado
a proyectos de mayor alcance continental como la Iniciativa Regional Andina
y el ALCA, los que excluyen la posibilidad de integración al margen
de los Estados Unidos y limita la posibilidad del intercambio comercial
y de un fluido comercio exterior con Europa, a pesar de la llamada globalidad.
El gobierno de Andrés Pastrana, como ninguno antes, ha estado sometido
a los dictados impositivos de Washington. Tan pronto asumió la
Presidencia de la República, quiso prevenir el descontento que
desataría el antinacional Plan Colombia yanqui, promoviendo la
especie de que éste era la columna vertebral de su ejecución
social. Lo presentó a finales de 1998, cuatro meses después
de posesionado, en un seminario en Puerto Wilches, departamento de Santander
al nororiente colombiano, como un plan de corte "asistencialista".
Lo definió como un eje para la paz, porque su objetivo era invertir
en obras en las zonas tormentosas de orden público. Lo quiso legitimar
dándole este nombre al Plan Nacional de Desarrollo y toda inversión
social, por pequeña que fuera, la enmarcó en los propósitos
sociales del Plan Colombia.(3)
Sin embargo, traducida la versión en inglés, que contradijo
el espíritu asistencialista anunciado con bombos y platillos en
Puerto Wilches, la administración Pastrana explicó, con
algo de candidez, que el Plan Colombia era contra el narcotráfico.
Lo cual siguió sosteniendo con todo y que las cifras del mismo
lo desmintieron. De la "ayuda" de US$1.300 millones aprobada
por el Congreso de los Estados Unidos, el 85 por ciento fue destinada
al fortalecimiento del aparato bélico y de la fuerza pública,
con mayor énfasis en las regiones de presencia guerrillera y vecinas
a la zona desmilitarizada para el proceso de paz, mientras que para la
represión al narcotráfico no fue adjudicado un solo dólar.
Apenas el 8 por ciento fue adjudicado para la sustitución de "cultivos
ilícitos" en vastas regiones del país, que son la dramática
realidad social ante la ausencia de una reforma agraria integral en un
país capitalista, de desarrollo medio, que en los últimos
años se urbanizó a ritmo veloz debido al desarrollo de las
fuerzas productivas, a la urbanización y al desplazamiento forzado.
Pero a la vez, los "cultivos ilícitos" fueron atacados
mediante fumigaciones de aspersión con glifosato y otros químicos
nocivos que han deteriorado el medio ambiente y el ecosistema de tanta
riqueza y diversidad.
Puesto en marcha el Plan Colombia, fue instalada en Tres Esquinas (departamento
del Caquetá al sur de Colombia) la Base de Inteligencia Militar
más sofisticada del continente con asistencia y control directo
de militares norteamericanos. Esta Base queda a una distancia en vuelo
de helicóptero de veinte minutos de Los Pozos, donde se cumplieron
los diálogos de paz y fue inaugurada pocos meses después
de comenzados éstos.
"La aprobación del Plan Colombia cambió la situación
estratégica, militar y política del conflicto armado, así
como las relaciones internacionales del conflicto", dice el profesor
de la Universidad Nacional de Colombia, Marco Romero (4). Nosotros agregaríamos,
que le quitó la base política a la solución política
negociada y reforzó la estrategia de guerra integral y de llevar
doblegada a la guerrilla a la mesa de negociación. Contradijo la
política de paz del gobierno de Pastrana, porque además
reforzó el modelo neoliberal, las privatizaciones, las políticas
de ajuste fiscal y de privatizaciones. Además que por ningún
lado apareció el cuestionamiento al paramilitarismo, principal
expresión de la degradación del conflicto colombiano.
"La estrategia de Washington sigue un 'esquema de dominó'.
El Plan Colombia busca primero vencer a las guerrillas, después
rodear y vencer a Venezuela y Ecuador, antes de producir escalamientos
en la desestabilización interna. La meta estratégica es
reconsolidar el poder en el norte de Suramérica, asegurar acceso
irrestricto al petróleo y reforzar la ideología de 'no hay
alternativas a la globalización' para el resto de América
Latina. El Plan Colombia trata de mantener el imaginario en torno a la
invencibilidad del imperio y la irreversibilidad de neoliberalismo",
dijo casi un año antes de la ruptura del proceso de paz con las
FARC-EP, el profesor James Petras.(5) No habían ocurrido aún
los trágicos acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, que
según dicen algunos cambiaron radicalmente al mundo, pero que en
realidad lo que significaron fue el fortalecimiento de la misma política
de gran potencia de los Estados Unidos. El Documento Santa Fe IV, redactado
por el grupo derechista que lleva el mismo nombre, le fue propuesto a
George W. Bush, antes de su dudosa victoria electoral, en el cual sobre
la base de las nueve D, se diseña la "estrategia antiterrorista",
que coloca en la mira de la Casa Blanca a los grupos insurgentes colombianos,
a la República Popular China, a Cuba y a Venezuela. Además
que señala sus principales estrategias en materia económica
y de política hegemónica.(6)
III
Así las cosas, el Plan Colombia demuestra que la oligarquía
y el gobierno colombiano nunca tuvieron una real voluntad de solución
política negociada, porque en el fondo siempre acariciaron la idea
de derrotar militarmente a la guerrilla. Jamás le respondieron
la pregunta clave al comandante en Jefe de las FARC-EP, Manuel Marulanda
Vélez, de qué es lo negociable, porque a cada cuestión
respondían que eso no se puede modificar. Luego de la ruptura se
vino a conocer que los altos mandos militares tenían el plan de
recuperación de la zona desmilitarizada desde antes de su aprobación
por el presidente Pastrana. Así lo dijo ante la prensa el general
Fernando Tapias, comandante de las Fuerzas Militares.
El mismo presidente Pastrana, en el discurso de instalación de
las sesiones del Congreso, el 20 de julio de 2001, cuando se adelantaban
los diálogos de paz en el Caguán, describió sin rubor
el proceso de militarización de la vida nacional, que alcanzó
en gastos presupuestales el 4 por ciento del PIB y que ahora Planeación
Nacional propone incrementar al 8 del PIB para "lograr la paz",
aunque mediante la guerra total e integral.
Entonces Pastrana dijo: "Las Fuerzas Armadas que dejaremos a Colombia
son las Fuerzas Armadas más grandes, fortalecidas, modernas y profesionales
de toda su historia. Para ello, hemos incrementado el número de
soldados profesionales en un 150 por ciento, pasando de 22.000 en 1998
a 55.000 hoy. Además, también estamos incrementando el contingente
de soldados regulares, los cuales han pasado de 57.000 en 1998 a 73.000
este año y llegarán a 103.000 en el año 2004. Tenemos
una meta bien ambiciosa, pero la estamos cumpliendo. Con lo hecho hasta
ahora y con el continuo desarrollo del Plan Fortaleza en los años
subsiguientes, para el año 2004 tendremos un pie de fuerza total
de cerca de 160.000 hombres. ¡El doble de lo que teníamos
en 1998! "Contamos, además, con más y mejores equipos.
Yo recibí unas Fuerzas Militares y de Policía que tenían
apenas cuatro helicópteros pesados artillados y 72 helicópteros
para el transporte de tropas y materiales. Al terminar este año
(2001), tendremos 16 helicópteros pesados artillados y 154 para
transporte. Vale decir, en tres años hemos cuadriplicado el número
de helicópteros de combate y más que duplicado el de helicópteros
de transporte, generando mayor efectividad, mayor presencia y mayor movilidad
para nuestros soldados.
"Las Brigadas Móviles, la Brigada Fluvial de Infantería
de Marina -que protege a los colombianos de las zonas más apartadas
con sus rápidos desplazamientos por los ríos- , la Brigada
contra el Narcotráfico -que ya tiene operando tres batallones-
(todos en el sur de Colombia en las zonas de presencia guerrillera de
las FARC, nota de C.L.), la Fuerza de Despliegue Rápido -que cuenta
con 5.000 hombres y a la que en noviembre (2001) se sumarán 2.500
más- y la Central de Inteligencia Conjunta son hoy la garantía
de efectividad de nuestra Fuerza Pública y cuentan con los más
avanzados sistemas de comunicación, inteligencia y capacidad para
responder ataques".(7)
Esta larga y tediosa cita del presidente Pastrana, en un discurso pronunciado
en momentos que se adelantaban los diálogos del Caguán,
demuestra las dos caras de la política gubernamental en materia
de paz y confirma la tesis del modelo de "darle duro a la guerrilla
para llevarla a la rendición en la mesa de negociación".
Es menester resaltar, que Pastrana omitió registrar las fuentes
de financiación de la demencial carrera armamentista y belicista:
El Plan Colombia mediante la "ayuda" del gobierno de los Estados
Unidos (Clinton y Bush) y el endeudamiento externo en un país en
que la deuda externa es de US$35.000 millones (2001) (8) y que el sólo
monto del pago del servicio de la misma a los organismos de crédito
internacional es equivalente al 25 por ciento del Presupuesto de Gastos
de la Nación.
IV
El Plan Colombia ha sido ya desenmascarado como un instrumento de intervención
de los Estados Unidos, en el marco del concepto de globalidad y extraterritorialidad,
pero no para compartir tecnologías y factores del desarrollo económico
y social, sino de abrir espacios a favor de los intereses hegemónicos
estadonunidenses y del beneficio para las transnacionales. En esta dirección,
apunta el filo contrainsurgente del Plan, que no de represión exclusiva
del narcotráfico, ahora imbricado a la estrategia "antiterrorista",
en una nueva versión de la guerra fría en el siglo XXI.
A pesar de estos factores adversos, como de extremas realidades como la
renuencia a los cambios democráticos por parte de la clase dominante
colombiana y de la promoción del terrorismo de Estado, la solución
política negociada continúa siendo una real perspectiva
humanista, propuesta por los sectores revolucionarios y democráticos,
incluyendo a la insurgencia. Las negociaciones al mediano plazo son inevitables,
en un país fatigado de violencia y terrorismo de Estado. Colombia
merece una segunda oportunidad, como dijera el Premio Nobel de Literatura,
Gabriel García Márquez, que es la de la paz, pero ligada
a la democracia y a la justicia social para que la misma sea estable y
duradera. En este sentido, es importante la solidaridad internacional.
Notas
(1) CAYCEDO TURRIAGO,
Jaime. Plan Colombia. Ensayos críticos. Una guerra social de la
globalización. Jairo Estrada (Editor). Universidad Nacional de
Colombia, 2001, pág. 180.)
(2) En los nuevos recursos del Plan Colombia en 2002, la embajadora Anne
Patersson anunció una cuantiosa inversión para la protección
de la infraestructura energética atacada por la insurgencia, "porque,
según argumento, hace parte de nuestros intereses estratégicos
en Colombia".
(3) Toda obra del Presupuesto de Gastos de la Nación, normal en
cada administración, como una carretera, un puente, un centro médico
o una pequeña escuela, se le adjudicó al Plan Colombia.
Fue la manera de legitimarlo como vehículo del progreso social.
(4) ROMERO, Marco Alberto. Plan Colombia. Ensayos críticos. La
nueva internacionalización del conflicto y los procesos de paz.
Jairo Estrada (Editor). Universidad Nacional de Colombia, 2001, Pág.
253
(5) PETRAS, James. Plan Colombia. Ensayos críticos. Consideraciones
de geopolítica. Jairo Estrada (Editor). Universidad Nacional de
Colombia, 2001, pág. 163.
(6) Ver Santa Fe IV En los tiempos del Plan Colombia. Colección
Izquierda Viva. Colombia. 2001
(7) Palabras del Señor Presidente de la República, Andrés
Pastrana Arango, en la instalación de las sesiones ordinarias del
Congreso de la República, Bogotá D.C. 20 de julio de 2001.
Versión difundida por la Oficina de Prensa de la Presidencia de
la República, pág. 7.
(8) Dato oficial a diciembre de 2001.