"Peaceful
alternatives to the drug war," II Encuentro Nacional de Mesas Ciudadanas
para una Agenda de Paz, March 2001 (Spanish)
II ENCUENTRO
NACIONAL DE MESAS CIUDADANAS PARA UNA AGENDA DE PAZ
Mesa: Cultivos
‘Ilícitos’ y Agenda de Paz [1]
SOLUCIONES
PACÍFICAS ALTERNATIVAS A LA ‘GUERRA A LAS DROGAS’
Bogotá, Marzo
de 2001
Con el inicio del Plan
Colombia, el tema de los cultivos de uso ilícito comenzó a ocupar el centro
de la política colombiana. Así será durante los próximos años. Si el futuro
de la paz y de la guerra depende de las determinaciones que se tomen al respecto,
resulta imperioso para la sociedad civil proponer alternativas pacíficas orientadas
a promover el desarrollo sostenible, la justicia social y el respeto de los
derechos individuales y colectivos de la población asentada en las regiones
productoras de plantas de coca, amapola o marihuana. Para los amigos de la paz
es una obligación política y moral impedir que a nombre de la “guerra contra
el narcotráfico y la violencia” se desate una ofensiva militar contra el campesinado
colombiano, mientras la mafia de las drogas mantiene su poder de amparo internacional
y acrecienta sus ganancias a merced de los precios altos, la violencia y la
corrupción que acompañan el prohibicionismo.
A la sociedad civil
colombiana, a sus partidos políticos, a la insurgencia, al gobierno colombiano
y a la comunidad internacional presentamos las siguientes propuestas programáticas
sobre la relación "Cultivos ilícitos - Agenda de Paz".
I. ¡Cese inmediato a
las fumigaciones!
-
Parar las fumigaciones contra los campesinos, colonos e indígenas constituye
hoy una prioridad en defensa de los derechos humanos, la integridad de las comunidades
y las familias, la salud, la seguridad alimentaria y la protección de los ecosistemas
y la biodiversidad, vulnerados por las políticas represivas contra los llamados
cultivos con fines ilícitos.
-
Un caso reciente es la fumigación aérea intensiva contra los cultivos de coca
en el departamento del Putumayo. Según la Defensoría del Pueblo, se fumigaron
incluso proyectos de Desarrollo Alternativo y de cooperación internacional y
hasta cultivos lícitos de comunidades indígenas y campesinas que ya habían firmado
“cartas de intención o de compromiso” para la erradicación manual voluntaria.
La aspersión del herbicida ‘glifosato’ –señala el informe oficial- aumentó la
deforestación del piedemonte amazónico, destruyó cultivos de alimentos y plantas
medicinales, afectó estanques piscícolas, incrementó migraciones de animales
silvestres, produjo daños sobre los cuerpos de agua, redujo la seguridad alimentaria,
incrementó el costo de la vida y produjo desplazamiento forzoso de la población
hacia otros departamentos y hacia el Ecuador [2] .
-
Se debe descartar también cualquier proyecto de investigación o uso de armas
biológicas para erradicar cultivos de coca, amapola o marihuana. Con este
fin se solicitará a la Comisión de Estupefacientes de la ONU y a la Conferencia
de las Partes del Convenio de Armas Biológicas y Tóxicas, la prohibición global
del uso de agentes biológicos contra cultivos.
II. Nuevo enfoque de
corresponsabilidad internacional
-
Es urgente un nuevo concepto de responsabilidad internacional compartida, que
repare no solo los efectos negativos que la demanda de drogas tiene sobre los
países productores, sino también los que se generan por las políticas punitivas
que se imponen para su control.
-
Una práctica justa de la corresponsabilidad no puede consistir, entonces, en
el envío de "ayuda" militar para la "lucha antinarcóticos"
en los países de la oferta, ni en recursos exiguos para un ‘desarrollo alternativo’
entendido como complemento de las acciones de fuerza contra los campesinos,
sino en la promoción de soluciones pacíficas y reformas estructurales con los
aportes suficientes de los países que consumen, proveen los insumos químicos
y/o encubren los capitales producto del narcotráfico.
III. Evaluar la ‘política
antidrogas’
-
Las leyes antidroga y el prohibicionismo crearon el problema que padecen países
productores como Colombia. Por ello, conocidos intelectuales promueven el
debate internacional sobre la legalización de la droga, argumentan sobre
la despenalización e insisten en que las organizaciones criminales que actúan
alrededor del fenómeno de las drogas sólo serán derrotadas cuando se desvertebre
su estructura financiera, edificada sobre los inmensos rendimientos que produce
el prohibicionismo [3] .
-
Además de ineficaz, la ‘política antidrogas’ auspiciada por los Estados Unidos
está acrecentando peligrosamente los niveles de ingobernabilidad interna, la
militarización de la región y la internacionalización del conflicto colombiano.
-
La sociedad civil colombiana puede cumplir un papel importante si hace oír su
voz en los escenarios internacionales sobre la experiencia acumulada en décadas
de aplicación de la ‘política antidrogas’. De allí que sea necesario impulsar
la conformación de una Comisión mundial de alto nivel sobre el tema de las
drogas “para que se pronuncie sobre la evaluación de veinte años de ‘guerra
antidrogas’ y sobre las opciones de despenalización y legalización”, presentada
en el Encuentro Internacional de Costa Rica realizado en octubre de 2000.
IV. Descriminalizar
y despenalizar: los mínimos de la concertación
-
Además de parar las fumigaciones, otra condición mínima para iniciar un diálogo
justo con los productores de la materia prima de uso ilícito es el considerarlos
interlocutores sociales válidos en la búsqueda de soluciones pacíficas, graduales
y concertadas. Para lograr su descriminalización, la sociedad civil debe impulsar
en el Congreso de la República la modificación del Estatuto Nacional de Estupefacientes
o Ley 30 de 1986.
-
Es necesario establecer mecanismos ágiles, eficaces e imparciales para la
tramitación de demandas de reparación económica por daños causados a campesinos
e indígenas por las ‘operaciones antinarcóticos’.
-
Se requiere reconocer plenamente a los pueblos indígenas los usos tradicionales
de la hoja de coca, y levantar la prohibición del cultivo para usos medicinales,
alimenticios e industriales lícitos. Para que no llegue a manos de la mafia
narcotraficante, el Estado y la comunidad internacional podría comprar a los
campesinos la producción de coca, marihuana y látex de amapola, mientras se
consolidan los proyectos de desarrollo regional y sustitución de cultivos de
mediano y largo plazo.
-
Aceptando que es imposible eliminar las drogas, se debe incentivar una cultura
de educación y autoregulación social entre la juventud, y tratar la drogodependencia
como asunto de salud pública, tal y como sucede con el alcohol y el tabaco.
Los países de la demanda deben tener en cuenta que la despenalización del
consumo es una política incompleta si se mantiene la guerra en el polo de
la ‘oferta’.
-
Concentrar la “represión legítima” -Law Enforcement- en los eslabones
de la cadena financiera de los ilícitos, de suministro de insumos y de narcotráfico,
eliminando las facilidades jurídicas y fiscales para repatriar y legalizar
las ganancias ilícitas, con base en acuerdos internacionales de corresponsabilidad.
V. Gradualidad, concertación
y equidad
-
Según el tipo de cultivo con fin ilícito se aplicarán estrategias diferenciadas
por parte del Estado y la Comunidad Internacional: sustitución concertada,
gradual, manual, limpia y compensada económicamente para los cultivos campesinos,
y erradicación sin compensación y por medios manuales o mecánicos no contaminantes
para las grandes extensiones comerciales. Ello implica la abolición de los artículos
3 y 4 de la Resolución 005 de agosto 11 del 2000, donde se autoriza
por el Consejo Nacional de Estupefacientes las fumigaciones sobre cultivos ‘ilícitos’
fraccionados y/o cultivos ilícitos mezclados, cualquiera sea su extensión.
-
La experiencia demuestra que los campesinos no pueden esperar mucho de los subsidios
que ofrezca el Estado. Dentro de una concepción global de gradualidad,
la menor importancia de la economía ilícita, incluido el número de hectáreas
sembradas, debe considerarse un resultado del desarrollo y no un prerrequisito
forzoso para la inversión social.
-
Por ello no son justas ni viables las propuestas de erradicación manual, que
nacidas de las comunidades o impuestas por el Estado, son consecuencia directa
del peso disuasivo de las fumigaciones, la pérdida de la seguridad alimentaria
o la amenaza de la guerra. Los problemas estructurales del campo colombiano
requieren soluciones de largo aliento que nada tienen que ver con los plazos
perentorios de 10 meses fijados por el gobierno. La pregunta es: ¿en el desarrollo
alternativo, quien tiene que demostrar eficacia?; ¿el campesino, con todos los
factores económicos adversos, o el Estado propiciador de la inequidad rural
y el descalabro económico del agro?
-
Un pacto es un acto de voluntad entre partes que en condiciones de igualdad
definen contenidos, procesos y resultados. La sociedad civil debe propugnar porque
los pactos de erradicación manual hagan honor a su nombre, impidiendo que acciones
de fuerza debiliten la capacidad de campesinos, indígenas y colonos para una real
concertación con el Estado. Dentro de la óptica de la defensa de los derechos
humanos, debe vigilarse para que los actores más fuertes de la política antidrogas
no violenten los derechos de la población más vulnerable.
VI. ¿Políticas de ‘sustitución’
o de competencia?
-
Sustituir cultivos declarados ‘ilícitos’ por cultivos lícitos en ecosistemas
frágiles, no constituye una reconversión productiva sostenible. Allí donde la
vocación de los suelos lo permita, en lugar cultivos sustitutivos es recomendable
derivar hacia complejos de actividades en competencia con la economía
agrícola de los narcóticos, que sin buscar necesariamente recursos iguales logre
la autosuficiencia alimentaria regional y el bienestar de la población. Se propone
para ello el mejoramiento de las explotaciones agrícolas y pecuarias mediante
prácticas sostenibles como el potrero arborizado, la ganadería estabulada, la
silvicultura, la acuicultura, la zoocría controlada, la agroforestería y otros
modelos agrícolas alternativos y biodiversos.
-
La sustitución, no de la planta, sino del uso, para destinarla a la alimentación,
la medicina y otros fines, es otra propuesta viable en lo social, económico
y ambiental.
VII. Autogestión, solidaridad
y sostenibilidad ambiental.
-
Son condiciones esenciales para la implementación de modelos sociales sostenibles
y competitivos, el desarrollo del poder local, la democracia participativa y
la autogestión de las comunidades.
-
Este enfoque redundará en el fortalecimiento de la solidaridad veredal y la
convivencia entre vecinos, además de una relación más armónica con el entorno
natural. Las experiencias de los pueblos indígenas, comunidades campesinas y
afroamericanas sobre sistemas productivos exitosos, tradiciones organizativas
y planes de vida deben incorporarse en las políticas y planes de desarrollo
local y regional que se formulen.
VIII. Reforma Agraria,
Ordenamiento Territorial y Empleo
-
Es necesario un nuevo modelo de desarrollo que amplíe las oportunidades
a los más pobres. Esto incluye reforma agraria, que en
un período no mayor de cinco años democratice la tenencia de la tierra en los
suelos de vocación agrícola, y una política de recomposición de la economía
campesina que fortalezca la soberanía alimentaria del país, estabilice los procesos
de colonización, revierta los flujos migratorios y contribuya a superar el desplazamiento
forzado en el país.
-
Estimular procesos de ordenamiento ambiental territorial que delimite
áreas ocupadas y áreas protegidas, sustraiga los territorios de colonización
situados sobre ecosistemas frágiles o sin perspectivas para una reconversión
productiva sostenible. Los programas de reubicación de población que
de allí se deriven deben ser voluntarios y graduales, con garantías para una
vida digna y segura en los sitios de llegada.
-
La política de redistribución de la propiedad territorial se puede iniciar con
la extinción de dominio a las propiedades rurales de los narcotraficantes [4] , la expropiación de tierras privadas subutilizadas
y el desarrollo de la figura de Zonas de Reserva Campesina en áreas de vocación
agrícola y no solo de colonización.
-
Es necesario diseñar políticas de desarrollo social, reactivación económica,
empleo y capacitación de carácter preventivo, que desestimulen la migración
de los jóvenes de las barriadas urbanas más pobres hacia el trabajo de siembra,
cosecha o provisión de servicios varios en las regiones productoras de hoja
de coca o amapola.
IX. Reconocimiento de
la autonomía de los pueblos indígenas
-
La defensa de la diversidad biológica y cultural también requiere un
régimen especial de protección de los conocimientos, innovaciones y prácticas
tradicionales de los pueblos indígenas, comunidades campesinas y afroamericanas;
de conformidad con su derecho consuetudinario y con los instrumentos del derecho
internacional como el Convenio 169 de la OIT, la ley 21 de 1991, y el Convenio
sobre Diversidad Biológica.
-
Es indispensable reconocer y respetar la autonomía de los pueblos indígenas,
sus derechos territoriales y el carácter colectivo de los conocimientos tradicionales.
Con este fin, es necesaria una moratoria sobre la bioprospección mientras
la herencia cultural de los pueblos y comunidades no esté protegida a cabalidad
por leyes nacionales e internacionales [5] .
X. Acciones desde las
mesas de diálogo y negociación
-
Cese multilateral del fuego y defensa de una solución política negociada
al conflicto armado en Colombia, con el fin de ambientar los diálogos y las
negociaciones con la participación de la sociedad civil y el apoyo de la comunidad
internacional.
-
Fondo Estatal de Promoción de la Paz de Colombia, coordinado por el Gobierno
nacional, la insurgencia y las organizaciones sociales, para estimular proyectos
de desarrollo social con recursos de cooperación internacional y los del actual
Fondo de Inversión para la Paz.
-
“Laboratorios de desarrollo alternativo, paz y protección ambiental”,
con base en acuerdos tripartitos, entre el gobierno, la insurgencia y las comunidades,
con tregua armada multilateral, compensación de los recursos económicos
para el sostenimiento de la fuerza insurgente y sustitución de cultivos en áreas
delimitadas. Una Comisión Internacional de Veeduría y Verificación
acompañara dicho proceso.
-
Comisión Latinoamericana de Paz que evalúe los impactos del Plan Colombia
sobre la región andino amazónica, apoye el proceso de paz y busque alternativas
a la fumigación química y contra las amenazas de guerra biológica por parte
de gobiernos extranjeros u organismos multilaterales.
XI. Movilización social,
apoyo a procesos regionales y veedurías
- Para fortalecer el
proceso de paz y las soluciones pacíficas a los cultivos de uso ilícito, urge
una movilización nacional e internacional contra la política de fumigación con
herbicidas, por el respeto a la soberanía nacional y en defensa de los derechos
fundamentales de la población colombiana a la vida, la seguridad alimentaria,
la salud y el medio ambiente sano.
-
Asimismo, se requiere apoyar activamente procesos políticos de integración
regional alternativos al Plan Colombia, como la Alianza de los Gobernadores
del sur del país, e impulsar veedurías locales, regionales, nacionales
e internacional sobre los impactos de la política de fumigaciones contra los
cultivos de uso ilícito, y para ejercer control y seguimiento a los pactos de
erradicación manual que se suscriban con el gobierno.
[1] Este resumen de propuestas es resultado de un proceso de discusión
en diversos eventos realizados en el último año. Entre los días 22, 29 y 30
de marzo de 2001 participaron en esta Mesa representantes de: CINEP, Observatorio
de Drogas, Unidad Legislativa Senador Rafael Orduz, Unidad Legislativa Representante
Gustavo Petro, ILSA, Centro Debate, INDEPAZ, CEUDES, ANDAS, Corporación Telar
de Agua, Crisoles, ICANH, Resguardo Calderas, CIDER, Fundepublico, Conferencia
Episcopal, USO, Siempreviva, Red de Cultivos Ilícitos de la Universidad de
los Andes, Semilla Mejorana e investigadores independientes. Para ampliar
y continuar el debate se propone organizar Mesas regionales y grupos de discusión.
[3] “La coca, que solía masticar una minoría indígena en nuestras montañas
aisladas, se convirtió en un artículo de lujo gracias a la política del gobierno
norteamericano. Poco tuvimos que ver con ella, ni en sus orígenes, ni en sus
fatales resultados. Pero ahora somos ‘The Colombian Connection’”, dijo Alberto
Lleras Camargo (EL TIEMPO, Bogotá febrero de 1979).
[5] La bioprospección busca acortar el camino y los costos en
la identificación de recursos genéticos, o de principios activos en los organismos
vivos para transformarlos, por ejemplo, en fármacos. Para ello utiliza el
conocimiento colectivo de las comunidades locales y pueblos indígenas. El
problema surge cuando estos conocimientos y recursos genéticos, que deberían
ser respetados como inalienables, son expropiados mediante patentes, inclusive
sobre organismos vivos, y dudosas “retribuciones económicas”, transformándose
la bioprospección en piratería.