Editorial:
Debatir, sin que se enciendan los ánimos, El Colombiano (Medellín,
Colombia), September 10, 2003
Editorial:
Debatir, sin que se enciendan los ánimos
El Presidente
Uribe utililizó un tono duro y enérgico al referirse en
general a los que denominó politiqueros y traficantes de los
derechos humanos y voceros del terrorismo y censurar los cuestionamientos
que han lanzado mediante libros y artículos de opinión
contra la estrategia de seguridad democrática del gobierno.
Las afirmaciones
presidenciales, hechas el lunes en la ceremonia de transmisión
de mando en la Fuerza Aérea Colombiana, han generado una amplia
reacción en el sector de los defensores de los derechos humanos
y las organizaciones no gubernamentales.
Las voces
de protesta se han levantado en ese entorno porque se ha percibido una
generalización en el discurso del primer mandatario. Aunque el
Presidente quiso diferenciar en varias ocasiones tres categorías
de críticos: La de los teóricos, la de las organizaciones
respetables de derechos humanos y la ya mencionada, de los que ha clasificado
como politiqueros y traficantes y voceros del terrorismo, que calumnian
y se valen de la libertad de prensa , contra los que fue implacable
en su alocución.
Sería
ingenuo desconocer que hay un fondo de verdad en las palabras del Presidente.
En contraste con las actuaciones de críticos y organizaciones
serias que trabajan en forma abnegada en la defensa de los derechos
humanos, en medio de múltiples formas de incomprensión,
para nadie es un secreto que en el país funcionan desde hace
años algunas entidades que les sirven a los intereses de los
grupos armados al margen de la ley, unas veces como mascarones de proa
y otras como corporaciones de fachada que laboran de modo subrepticio,
en un trabajo de zapa , para cumplir objetivos de desestabilización.
No se miente
ni se exagera al decirlo. Se trata de una verdad perogrullesca. Sin
embargo, el Presidente de la República la ha pronunciado en un
tono exasperado y en unos términos multidireccionales.
Por consiguiente,
todos los ciudadanos vinculados con la causa de los derechos humanos,
así merezcan estar en las categorías de los teóricos
y de las organizaciones respetables, pueden llegar a sentirse aludidos
y recibir la condena del Jefe del Estado con obvia preocupación,
porque, así muchos tengan la convicción de que no despliegan
tareas clandestinas ni ilícitas, ni actúan como quintacolumnistas
dentro del territorio colombiano, en un momento dado pueden ser objeto
de peligrosos señalamientos por sectores radicales y extremos
y resultar víctimas de una injusta macartización y de
alguna despiadada cacería de brujas.
Tiene grandes
riesgos la polémica desatada por el discurso del Presidente.
Debe ser tratada con la debida ponderación por los medios periodísticos
y, por supuesto, por todos los contradictores. El país ha ganado
muchísimo en los años recientes en la ampliación
del espacio de discusión y crítica sobre el tema de los
derechos humanos, que antes se trataba con temor y sigilo. Era un asunto
tabú. Y no debe volver a serlo, porque se verificaría
una grave involución, que podría representar un factor
de aislamiento para el país ante la comunidad internacional:
El de los derechos humanos es punto prioritario de la agenda mundial.
Con la
estrategia de seguridad democrática, el Presidente Uribe ha despertado
grandes expectativas y ha ganado respaldo general. La mayoría
de los colombianos comparte su propósito. Está llamado
a dar ejemplo de mesura y debe comenzar por abstenerse de utilizar un
tono que cause reacciones no deseables en sectores muy sensibles de
la opinión pública. Es innecesario e imprudente generar
polarizaciones y estimular enardecimiento de los ánimos.
As of September
17, 2003, this document was also available online at http://www.elcolombiano.terra.com.co/miercoles/nop001.htm