Panorama
de violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario en Colombia
Abril
a septiembre del 2000
En Colombia, entre
abril y septiembre del 2000, casi 20 personas en promedio diario fueron
víctimas de la violencia sociopolítica: más de 11 víctimas diarias a
causa de ejecuciones extrajudiciales y homicidios políticos; más de
dos por desaparición forzada; más de una muerta cada dos días por homicidios
contra personas socialmente marginadas; y más de cinco personas murieron
en combate cada día(ver cuadro 1 y gráfica 1). Este promedio diario
significa que 3.538 personas perdieron la vida, en seis meses, por la
violencia sociopolítica(ver cuadro 1, col. 7):de ellas, 2.614 por violaciones
a los derechos humanos y al derecho humanitario; 924 civiles y combatientes
murieron en combate[1].
Las estadísticas
descritas muestran claramente que la situación de los derechos humanos
y del derecho humanitario en Colombia se ha agravado aún más durante
el período en estudio. De un promedio diario de víctimas de diez personas
muertas desde 1988, se pasó, entre octubre de 1998 y septiembre del
1999, a 12 víctimas diarias; en el período de octubre de 1999 a marzo
del 2000 aumentó a 14 en promedio diario; y en el período de abril a
septiembre del 2000 se ha pasado a más de 19 víctimas diarias. De seisvíctimas
diarias de ejecución extrajudicial y homicidio político se pasó a más
de 11; el promedio en desaparición forzada ha pasado de casi una víctima
diaria a más de dos; y las víctimas de homicidio contra personas socialmente
marginadas aumentaron de una cada tres días a más de una cada dos días.
Se confirmó la tendencia indicada en el panorama anterior analizado
la Comisión Colombiana de Juristas. Para el período anual, octubre de
1999 a septiembre del 2000, el número de víctimas es de 6.067 personas
(de octubre de 1999 a marzo del 2000, el número de víctimas fue de 2.529)[2]: un aumento de 1.662 víctimas en un año (de octubre
de 1998 a septiembre de 1999, el número de víctimas fue de 4.395)[3].
De las 2.614 víctimas
muertas fuera de combate, es decir, en la calle, en su casa, o en su
trabajo, entre abril y septiembre del 2000, 2.073 lo fueron por ejecución
extrajudicial u homicidio político; 387 por desaparición forzada; y
154 por homicidio contra personas socialmente marginadas (ver cuadro
1, fila H, col. 1 a 3).
Respecto de las
violaciones a los derechos humanos y al derecho humanitario en las cuales
se conoce el autor genérico, el 83,74% se atribuyó a agentes estatales:
por perpetración directa, el 4,55% (70 víctimas); por omisión, tolerancia,
aquiescencia o apoyo a las violaciones cometidas por grupos paramilitares,
el 79,19% (1.218 víctimas). A las guerrillas se les atribuyó la presunta
autoría del 16,25% de los casos, con 250 víctimas.
En muchos de los
delitos cometidos por los paramilitares existe participación activa
o pasiva de miembros de la fuerza pública. En los delitos en que dicha
participación no exista, o no haya pruebas de que exista, el Gobierno
colombiano se hace participe de tales crímenes por la ausencia de una
política decidida y coherente, a prevenir las violaciones, desarrollar
investigaciones serias contra los grupos paramilitares y los agentes
estatales que, de una manera u otra, los apoyan, y sancionar a los autores
de violaciones. La política desarrollada por el Gobierno no ha pasado
de los anuncios altisonantes. Mientras sus anuncios no se concreten
en acciones tangibles, como el simple cumplimiento de ordenes de captura
dictadas por la Fiscalía, no habrá razones para atenuar la responsabilidad
del Estado en la comisión de violaciones a los derechos humanos y al
derecho humanitario por parte de los paramilitares.
Desde 1993 se viene
observando un incremento vertiginoso de las violaciones cometidas por
grupos paramilitares (que eran menos del 20% del total en aquel año
y pasaron a ser más del 75% desde 1997) simultáneamente con una disminución
de las realizadas directamente por agentes estatales (que eran superiores
al 50% en 1993, y que aparecen inferiores al 5% desde 1997). Se refuerza
así la hipótesis, ya advertida en los períodos anteriores, de una correspondencia
entre los dos fenómenos. La disminución de casos atribuidos a agentes
del Estado y el simultáneo aumento significativo de los atribuidos a
los grupos paramilitares sugieren la ocurrencia de numerosas acciones
encubiertas o toleradas, en las que no se descarta la participación
directa o indirecta de agentes estatales.Extrañamente, el número total
de víctimas se mantiene igual, e incluso ha aumentado dramáticamente:
de más de 1.500 víctimas de 1997 a 1998[4] y de más de 2.000 en 1999, se incrementó a más de 6.000 en el
año 2000[5]. Este último
incremento demuestra la profunda tragedia que vive cotidianamente la
población colombiana.
Entre abril y septiembre
del 2000, por lo menos 71 niñas y niños[6]
fueron víctimas de la violencia sociopolítica, es decir, más de una
víctima cada tres días. También murieron 147jóvenes[7]:
más de uno cada dos días. Por otra parte, 219 mujeres perdieron la vida,
lo que significa más de una mujer cada día (ver cuadro 1, col. 8, filas
H e I). Estos altos promedios confirman la tendencia, notada en el período
anterior, al aumento del número de víctimas en estos grupos[8].
En el período analizado,
en promedio se registró más de una persona torturada cada día (ver cuadro
2, col. 5, fila I). En promedio, por lo menos dos personas fueron diariamente
torturadas y dejadas con vida; a agentes del Estado se atribuyó una
de estas víctimas, y la otra a los paramilitares (ver cuadro 2, col.
1). Además, 200 personas asesinadas fueron encontradas con huellas de
tortura: se considera a los paramilitares como presuntos autores de
97 de los casos de tortura de personas que luego fueron asesinadas,
lo que representa el 48,50% de las víctimas; y una (0,5%) a agentes
estatales. A las guerrillas se atribuyó la presunta autoría de 14 de
estos casos (7%). Respecto de ochode las víctimas (4%) se desconoce
la identidad del grupo armado al cual se podría imputar la presunta
autoría del caso. En 80 casos (40%) se desconoce el autor (ver cuadro
2, col. 3).
La tortura también
presenta un aumento preocupante respecto del período anual anterior
(octubre de 1998 a septiembre de 1999): de una persona torturada cada
dos días (173 personas torturadas[9])
se ha pasado a más de una diaria (395 personas), entre octubre de 1999
y septiembre del 2000[10]. Esto es aún más grave si se tiene en cuenta
que este aumento corresponde a las víctimas que fueron torturadas antes
de ser asesinadas. Esto evidencia de manera clara que las violaciones
a los derechos humanos y al derecho humanitario se están cometiendo
con una alta dosis de crueldad.
El número de secuestros
muestra también un incremento. En el período anual anterior, octubre
de 1998 a septiembre de 1999, el número de personas secuestradas fue
de 2.907[11]: 1.644
(56,55%) secuestros por las guerrillas, 101 (3,47%) por los paramilitares
y 1.162 (39,97%) por delincuentes comunes. Para el período anual actual,
octubre de 1999 a septiembre del 2000, el número de secuestros se incrementó
a 3.146[12], es decir,
de 8,22% (239 víctimas adicionales): 1.626 (51,68%) secuestros por las
guerrillas, 191 (6,07%) por los paramilitares y 1.329 (42,24%) por delincuentes
comunes. Cabe subrayar que, en solo un año, casi se doblaron tanto el
número de víctimas de secuestros cometidos por paramilitares como el
porcentaje de su autoría. El promedio diario pasó de casi ocho en 1999
a casi nueve víctimas por día en el año 2000.
El número de secuestros
muestra también un incremento. En el período anual anterior, octubre
de 1998 a septiembre de 1999, el número de personas secuestradas fue
de 2.907[13]: 1.644
(56,55%) secuestros por las guerrillas, 101 (3,47%) por los paramilitares
y 1.162 (39,97%) por delincuentes comunes. Para el período anual actual,
octubre de 1999 a septiembre del 2000, el número de secuestros se incrementó
a 3.146[14], es decir,
de 8,22% (239 víctimas adicionales): 1.626 (51,68%) secuestros por las
guerrillas, 191 (6,07%) por los paramilitares y 1.329 (42,24%) por delincuentes
comunes.
El incremento dramático
del número de víctimas de violencia sociopolítica apenas ilustra la
amplitud del drama que vive Colombia. Detrás de cada víctima de asesinato,
desaparición, tortura, secuestro, desplazamiento forzado y otros crímenes
perpetrados por los actores armados, hay un número indeterminable de
colombianas y colombianos que sufren profundamente de esas violaciones:
son sus familiares, cuyo dolor es desafortunadamente invisible. La situación
de derechos humanos contrasta con los anuncios de políticas por parte
del Gobierno. Por más positivos que se pueden considerar, no son suficientes.
No bastan, no solamente para frenar y erradicar la violencia en el país,
sino también para aliviar el duelo y los sufrimientos de la población
colombiana.
A.
Violaciones al derecho a la vida por la intolerancia sociopolítica
1. Agentes del
Estado
De abril a septiembre
del 2000, a agentes del Estado se atribuyó, por perpetración directa,
la presunta autoría de 58 ejecuciones extrajudiciales y 12 desapariciones
forzadas (ver cuadro 1, col. 1, fila A). Al Instituto Nacional Penitenciario
y Carcelario (INPEC) se atribuyo la presunta autoría de 32 de las ejecuciones
extrajudiciales; al Ejército Nacional 18 de las ejecuciones y 12 de
las desapariciones forzadas; a la Policía Nacional se atribuyeron cinco
de las ejecuciones; a la Armada Nacional una, y al GAULA[15]dos
víctimas. Parte de las víctimas fueron presentadas por la fuerza pública
como guerrilleros muertos en combate. Otras víctimas fueron producidas
en situaciones de abuso de fuerza o de autoridad durante operativos
policiales.
El 3 de abril
del 2000, en Córdoba (Bolívar), fue asesinado Francisco Contreras, por
paramilitares. Miembros de la policía presenciaron el homicidio, y no
intervinieron para salvar la vida de la víctima. No cumplieron con su
obligación, como agentes del Estado, de protección del derecho a la
vida[16].
El 27 de abril
del 2000, en la cárcel Modelo de Bogotá, fueron asesinados los reclusos
Ancízar Ramírez Cárdona, Milton Fabio Londoño Silva, Carlos Alberto
León Giraldo, Rodrigo Granados Ávila, Juan de Jesús Ordóñez, Octavio
Selecta Pulido, Cleiber René Romero, Alexander Mauricio Tovar Mosquera
y 21 más reclusos sin identificar, por paramilitares recluidos. Durante
disturbios entre paramilitares y delincuentes comunes detenidos, se
utilizaron granadas y armas cortas y largas. La masacre fue precedida,
desde el mes de diciembre, de amenazas hacia los delincuentes comunes,
y del asesinado del recluso Jemade Duque Flórez, quien había sido infiltrado
para que informara a los paramilitares sobre el grupo de delincuentes.
Los guardias penitenciarios no cumplieron con su obligación, como agentes
estatales, de proteger la vida y la integridad física de las personas,
cuya custodia esta a cargo del Estado. Además, la posesión de armas
por personas encarceladas, cuyo contacto con la sociedad es mínimo y
controlado, lleva sospechas sobre el papel de los guardianes en la comisión
de la masacre[17].
El 26 de mayo
del 2000, en Medellín (Antioquia), fue asesinado Sergio Durango, de
11 años de edad, por un miembro del batallón de Infantería Girardot.
El hecho sucedió en momentos en que Sergio se bañaba en compañía de
varios amigos en la quebrada La Loca, la cual pasa al lado de las instalaciones
de la unidad militar. Familiares del menor manifestaron que el homicidio
se cometió momentos después de que la víctima sostuviera un altercado
con un uniformado, quien habría golpeado al niño[18].
El 18 de junio
del 2000, en Manizales (Caldas), Carlos Ariel Giraldo, de 41 años de
edad, fue ejecutado por miembros de la Policía Nacional, en el interior
de su vivienda. El hecho ocurrió hacia las 9 de la noche, en momentos
en que Carlos Ariel se encontraba discutiendo con algunos familiares,
cuando llegaron dos agentes de policía, quienes al ver que no se lo
podían llevar, lo entraron a la casa. Posteriormente, llegaron cerca
de 15 policías en dos patrullas. Entraron por la fuerza a la casa y
un sargento disparó en cuatro ocasiones contra la víctima, causándole
la muerte[19].
El 16 de julio
del 2000, en Cali (Valle), fueron asesinados Luis Everth Zúñiga y otro
hombre sin identificar, reclusos de la cárcel Villahermosa, por un grupo
de hombres encapuchados que portaban armas blancas y de fuego. El hecho
ocurrió en el patio 5 de la cárcel. Resultaron heridos otros cuatro
detenidos[20].
El 7 de agosto
del 2000, en Soledad (Atlántico), murió Alcira Rodríguez de Flores,
y resultaron heridos José Martínez Muñoz, Emiliano Díaz y Francisco
Díaz, al explotar una granada que lanzó un soldado del batallón de Infantería
de Marina[21].
2. Paramilitares
Entre abril y septiembre
del 2000, a los paramilitares se les atribuyó, con la omisión, tolerancia,
aquiescencia o apoyo por parte de agentes estatales, la presunta autoría
de 1.218 violaciones al derecho a la vida (ver cuadro 1, col. 5, fila
B): 830 homicidios políticos, 246 desapariciones y 142 homicidios contra
personas socialmente marginadas (ver cuadro 1, fila B, col. 1 a 3).
De estas víctimas, 569 fueron atribuidas a las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC); 122 a grupos de violencia contra personas socialmente
marginadas; 76 a las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU);
y cuatro a las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM). Respecto
de 447 de las víctimas se desconoce la identidad del grupo paramilitar.
El 8 de abril
del 2000, en el corregimiento de puerto Frazadas, en Tuluá (Valle),
fue asesinado José Dionides López, presidente de la junta de acción
comunal, por paramilitares de las AUC. José Dionides había sido amenazado
anteriormente por este grupo[22].
El 3 de mayo
del 2000, en Yondó (Antioquia), fueron ejecutados los campesinos Pedro
María Chacón, Pastor Chacón, Juan Evangelista Chacón, Dagoberto Méndez,
Leonel Villarreal y Oscar Mauricio Pedroso, por paramilitares de las
AUC, quienes vestían prendas militares. En el mismo hecho fueron desaparecidos
Pedro Chacón Albarracín y Alfredo N. Luego de reunir a la población
en el parque, ejecutaron a algunas de las víctimas. Los paramilitares
salieron de la población por un brazo del río Magdalena, llevándose
consigo a las demás víctimas. Allí las asesinaron, y luego lanzaron
sus cadáveres al río[23].
El 5 de junio
del 2000, en Jamundí (Valle), fueron asesinados delante de sus familiares
Germán Valencia, líder comunal, y José Alfredo Zúñiga, por paramilitares
de las AUC. Los victimarios reunieron a toda la población y ejecutaron
a las víctimas. Marcaron las casas con la sigla AUC, saquearon viviendas
y tiendas y destruyeron la sede de Telecom[24].
El 22 de julio
del 2000, en Barrancabermeja (Santander), fue asesinado José Antonio
Hernández Córdoba, abogado de CREDHOS, defensor de derechos humanos,
dirigente sindical universitario y dirigente del Partido Comunista Colombiano
(PCC),por miembros de las AUC. El hecho ocurrió en el establecimiento
público denominado San Tropel, donde los paramilitares abrieron fuego
contra la víctima, causándole la muerte. En los mismos hechos resultó
herido Saúl Nieto Quiñones[25].
El 5 de agosto
del 2000, en Sardinata (Norte de Santander), fueron torturadas y asesinadas
Jhon Jairo Guevara García, Oscar Arnoldo Jaime Celis, Nelson Duarte
Flórez, María Josefa Canal Rodríguez, Orangel Mendoza Contreras, Ramón
Gómez Palacios, Carmen Emilio Sánchez Coronel y dos personas sin identificar.
La masacre fue perpetrada por paramilitares de las AUC, luego de que
estos instalaran un retén en el corregimiento de San Roque. Carmen Emilio
era el delegado oficial del Sindicato de Maestros de Norte de Santander.
El sindicato denunció que aproximadamente cien maestros están amenazados
de muerte[26].
El 8 de septiembre
del 2000, en Medellín (Antioquia), fue asesinado Heliodoro Durango Hernández,
por paramilitares de las AUC. La víctima era candidato a la Asamblea
de Antioquia por el partido político Unión Patriótica[27].
3. Guerrillas
De abril a septiembre
del 2000, a las guerrillas se les atribuyó la presunta autoría de 250
homicidios sociopolíticos: 242 homicidios políticos y ocho homicidios
contra persona socialmente marginada (ver cuadro 1, fila C, col. 1 y
3). A las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se les
señala como presuntas autoras de 174 homicidios; al Ejército de Liberación
Nacional (ELN) de 51; al Ejército Popular de Liberación (EPL) de 11;
cuatro a la acción conjunta del ELN y el EPL; y dos al Ejército Revolucionario
Popular (ERP). Respecto de ocho víctimas no se identificó el grupo guerrillero
que cometió la violación.
El 23 de abril
del 2000, en Santa Rosa (Cauca), fue asesinado Homero Pacheco Catuche,
concejal de este municipio y dirigente político de la Alianza Democrática
M-19, por guerrilleros del ELN. El hecho ocurrió cuando los victimarios
interceptaron el vehículo en el cual se movilizaba la víctima[28].
El 25 de abril
del 2000, en Urumita (Antioquia), fue asesinado Juvenal Hurtado, presidente
de la junta de acción comunal de la vereda Cominal, por miembros del
frente 58 de las FARC[29].
El 27 de mayo
del 2000, en Matanza (Santander), fueron asesinados Esperanza Leal Plata,
presidenta de la junta de acción comunal de El Puejil, Cristian García
Alarcón, candidato a la alcaldía de Matanza y ex concejal del
mismo municipio, Avelino Gómez y José David Vargas Gómez, campesinos,
por miembros del frente Ramón Gilberto Barbosa Zambrano del EPL[30].
El 26 de junio
del 2000, en San Juan Nepomuceno (Bolívar), fueron asesinados Nover
José Yepes y Julio Castro, por guerrilleros del ELN. Los guerrilleros
se llevaron las víctimas, para luego ejecutarlas[31].
El 1° de agosto
del 2000, en Chigorodó (Antioquia), fueron asesinados Amanda Ederlina
Niasa Certiga, Jesús Antonio Domicó Domicó y Julio Domicó Domicó, líderes
indígenas de la comunidad Embera, por miembros del frente 5 de las FARC.
Los insurgentes les sustrajeronlos documentos de identidad y
asaltaron sus viviendas[32].
B. Violaciones
al derecho humanitario
Entre abril y septiembre
del 2000, 2.330 personas murieron dentro de la confrontación armada
que se desarrolla en Colombia (ver cuadro 3 y gráfica 2). De ellas,
1.458 (62,58%) murieron por la comisión de violaciones al derecho humanitario
por parte de los grupos armados: 1.455 personas protegidas y tres combatientes
muertos en combate por el uso de armas prohibidas (ver cuadro 3, fila
E, col. 3 y 4). De las personas protegidas, 1.405 (96,56%) eran civiles
y 50 (3,44%) eran combatientes muertos fuera de combate (ver cuadro
3, fila E, col. 1 y 2). En este período, murieron en combate 872 combatientes
(37,42%) (ver cuadro 3, col. 6). Es decir que el conflicto armado sigue
afectando más a las personas que no participan directamente en los combates,
en particular a los civiles, que a los mismos combatientes.
Como presuntos
autores de la muerte de 1.139 personas protegidas, lo que representa
el 78,28% de estas muertes, se considera a los agentes del Estado (63
víctimas que representan el 4,33% del total) y a las organizaciones
paramilitares (1.076 víctimas, equivalente al 73,95%). A las guerrillas
se las considera como presuntas autoras de la muerte de 254 personas
protegidas (17,46% de las víctimas). A grupos armados sin identificar
fueron atribuidas 62 muertes de personas protegidas (4,26%) (ver cuadro
3, col. 3, filas A a D). Cada día en promedio murieron casi ocho personas
protegidas, como consecuencia de las violaciones al derecho humanitario
cometidas por los actores del conflicto armado[33].
El derecho humanitario
prohíbe los ataques discriminados e indiscriminados a los civiles. El
literal a) del numeral 2° del artículo 4 del Protocolo II prohíbe expresamente
"los atentados contra la vida, la salud y la integridad física
o mental de las personas, en particular el homicidio y los tratos crueles
como las torturas o las mutilaciones". Por consiguiente, las ejecuciones
individualizadas y colectivas, las desapariciones forzadas, las torturas,
las tomas de rehenes y los secuestros cometidos por miembros de un grupo
armado parte del conflicto constituyen infracciones a las normas del
derecho humanitario[34].
1. Ataques discriminados
contra personas protegidas
a) Ejecuciones
individualizadas
De abril a septiembre
del 2000, se registraron 538 víctimas de ejecución individualizada.
Se atribuye la presunta autoría de 381 (70,82%) de estas ejecuciones
a agentes estatales (38 víctimas: 7,06%) y a organizaciones paramilitares
(343 personas: 63,75%). A las guerrillas se las considera como presuntas
autoras de la muerte de 157 personas civiles (29,18%). Cada día murieron
en promedio cerca de tres personas por ejecución individualizada (ver
cuadro 4, col. 1).
El 9 de abril
del 2000, en Toledo (Norte de Santander), fue asesinada Gloria Sandra
Cote Villamizar, enfermera, por miembros de la compañía Simacota del
ELN. El asesinato se relaciona con la participación de la víctima en
la jornada cívico militar, organizada por el batallón García Rovira
del Ejército Nacional, el 19 de marzo[35].
El 13 de mayo
del 2000, en Armero (Tolima), fue asesinado Manuel Ignacio Lozano del
Valle, dueño de la finca Puracé, por miembros del frente Bolcheviques
del Líbano, del ELN. La ejecución se presentó en momentoa en que el
hacendado estaba recorriendo su propiedad[36].
El 19 de junio
del 2000, en Vegachí (Antioquia), fue ejecutado José Giraldo Uribe García,
dirigente del Sindicato de Trabajadores Oficiales de Antioquia (Sintraofan),
por miembros de un grupo paramilitar[37].
El 21 de junio
del 2000, en San Alberto (Cesar), fueron asesinadas Aidé Cecilia Lazzo
Gemade, candidata a la alcaldía, y su hija Cindy Paola Rondón Lazzo,
de 13 años de edad, por paramilitares. También fue amenazado su esposo,
Nelson Rondón Rivera. En la vivienda de las víctimas, los paramilitares
las obligaron a tenderse en el suelo, luego le dispararon en tres ocasiones
a Aidé, momento en el cual su hija se interpuso, resultando muerta[38].
El 14 de julio
del 2000, en Lebrija (Santander), fueron ejecutados Javier Mauricio
Barragán Pachón y su hijo Vladimir Barragán Pachón, por miembros del
Grupo Gaula de la Brigada Quinta del Ejército Nacional. Los militares
justificaron el homicidio por las supuestas actividades criminales de
las víctimas: extorsión a las empresas de Bucaramanga en nombre del
comandante Chepe, jefe de finanzas de las AUC. Esta versión se contrapone
a la suministrada por los familiares, quienes señalaron que Javier Mauricio
laboraba desde hace diez años en los bomberos de Bucaramanga, y Vladimir
le ayudaba[39].
El 16 de julio
del 2000, en Dibulla (Guajira), fueron asesinados los campesinos Uriel
Ramírez Guerrero, de 22 años de edad, Campo Elías Ramírez Guerrero,
de 23 años de edad, José Alberto Lubo Morales y Santos Manuel Miranda,
por paramilitares de las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio
(ACMM). En la inspección de policía de Ríoancho, 60 paramilitares ejecutaron
a Uriel y a Campo Elías. Luego, en el corregimiento de Mingueo, asesinaron
a José Alberto. Finalmente, en el corregimiento Palomino, a Santos Manuel[40].
El 20 de julio
del 2000, en Vigía del Fuerte (Antioquia), fue asesinado Manuel José
Bello Mendoza, personero municipal, por miembros del frente 57 de las
FARC. El 18 de julio, el personero y el alcalde John Albeiro Chaverra
fueron secuestrados por el grupo guerrillero. El 20 del mismo mes, fue
hallado el cadáver de Manuel José en cercanías de Santa Cruz. Luego,
fue liberado Jhon Albeiro[41].
El 8 de agosto
del 2000, en El Carmen (Chocó), Juan Antonio Vargas Rivera, de 9 años
de edad, fue ejecutado, y su hermano, Jhon Alvaro Vargas Rivera, de
10 años de edad, fue torturado, por miembros del Ejército Nacional.
El padre de
los menores, Jaime Enrique Vargas Zapata, salió en compañía de sus hijos
a recolectar algunos de los alimentos que guerrilleros de las FARC abandonaron
en la vereda Argelia, luego de una incursión que realizaron el 5 de
agosto. Al sitio acudieron miembros del Ejército, y dispararon contra
las personas que allí se encontraban recogiendo los víveres, resultando
muerto Juan Antonio. Su hermano fue capturado, amordazado, golpeado
y acusado de formar parte del grupo insurgente. El Ejército Nacional
presentó la ejecución del niño, ante los medios de comunicación, como
la muerte de un menor guerrillero y, posteriormente, atribuyó el asesinato
a las FARC.
Luego de que
los familiares de la víctima realizaran el reconocimiento del cadáver,
dos oficiales del Ejército ofrecieron arreglar el asunto
con una suma de dos millones de pesos. El padre del menor acudió a la
Personería Municipal para formular la denuncia del hecho. Sin embargo,
la Personera le manifestó que solo era posible recepcionarla si declaraba
que la muerte había sido producto de enfrentamientos entre el Ejército
y las guerrillas, condición a la cual el padre se negó. Según la Personera,
la denuncia ante el juzgado lleva la firma del padre, que no sabe leer
ni escribir, e indica que la muerte ocurrió durante un combate[42].
El 30 de agosto
del 2000, en Argelia (Valle), fue asesinado Alejandro Vélez Jaramillo,
juez promiscuo municipal, líder cívico y promotor de paz, por miembros
del frente 47 de las FARC[43].
El 22 de septiembre
del 2000, en Apartadó (Antioquia), fue asesinado José Miguel Domicó
Singüi, de 24 años de edad, líder indígena y alguacil en los resguardos
de Las Palmas y La Playa, por miembros de las Autodefensas Campesinas
de Córdoba y Urabá (ACCU)[44].
b) Ejecuciones
colectivas (masacres)[45]
Durante el período
analizado, 537 personas murieron en masacres (entre ellas, 13 menores
de edad, 16 jóvenes y 35 mujeres), y 21 fueron heridas (entre ellas, un
menor de edad y 4 mujeres). En promedio, tres personas murieron diariamente
en una masacre (ver cuadro 5, col. 2, fila F, y gráfica 4).
Se atribuyó la
presunta autoría del 87,5% de las masacres y del 89,76% de las muertes
a agentes estatales (2 masacres, con 12 víctimas muertas) y a organizaciones
paramilitares (75 masacres, con 479 víctimas muertas) (ver cuadro 5,
col. 1 y 2, filas A y B). A las guerrillas se las señala como presuntas
autoras de 11 masacres (12,5%), en las que se dio muerte a 56 personas
(10,24%) (ver cuadro 5, col. 1 y 2, fila C).
El 6 de abril
del 2000, en Tibú (Norte de Santander), fueron asesinados Miguel Quintero
Quintero, Ramón María Sánchez Sánchez, César Fernando Contreras, Víctor
Manuel Peña Remolina, Fabio Sánchez Barrera, José Martín Niño Rodríguez,
José A. Laguado Contreras, Ovidio Gómez García, Pablo Antonio Yepes
Santiago, Jesús Martín Urbina Jaimes, José Hilario Santiago Sánchez,
Nelson Carrascal Ascanio, Luis Ramón Beleño Rojas, Heliodoro Suárez,
Luis López, Freddy Sepúlveda Durán, Evangelista Flórez Durán, Héctor
Julio Casadiego Sanguino, Trinidad Navarro de Rolón, Manuel Carrascal,
Carmen Alonso Gómez Barbosa, Omar López Parada, Elienia N. y dos personas
sin identificar,, por miembros de las AUC. Los paramilitares ingresaron
al casco urbano y asesinaron a la dueña de un supermercado en la zona
comercial. Posteriormente se dirigieron al barrio La Unión, sacaron
a las víctimas de sus viviendas y, tras ponerlas en fila india, las
fusilaron. Luego se encaminaron al barrio El Triunfo, donde tendieron
en el piso a las restantes víctimas antes de ejecutarlas[46].
En el hecho, resultaron heridas cinco personas más.
El 20 de mayo
del 2000, en Arenal (Bolívar), fueron asesinadas seis personas por guerrilleros
del ELN. Los insurgentes dieron muerte a tres campesinos en el sitio
conocido como La Ye. Cerca de la ciénaga Morroco, asesinaron a Javier
Payares y a otra persona sin identificar, y en el corregimiento de San
Rafael mataron a un empleado de la Alcaldía[47].
El 27 de mayo
del 2000, en Matanza (Santander), fueron asesinados Esperanza Leal Plata,
presidenta de la junta de acción comunal del Paujil, Cristian Fernando
García Alarcón, ex concejal y candidato a la Alcaldía del municipio,
Avelino Vargas Gómez y José David Vargas Gómez, por guerrilleros de
las FARC[48].
El 10 de junio
del 2000, en Buenaventura (Valle del Cauca), fueron asesinados siete
campesinos, desaparecido otro y amenazados dos más, por miembros del
Bloque Pacífico de las AUC. Los paramilitares llegaron en horas de la
noche a la vereda Zaragoza y desaparecieron a un campesino que se encontraba
en un velorio. Luego, en la vereda de Katanga, entraron por la fuerza
a la vivienda de Jonás Andrade, de 70 años de edad, y lo amenazaron.
Hicieron tender en el piso a sus cuatro hijos, Carlos Humberto, Javier
Eduardo, Pedro Luis y William Andrade, y a un inquilino, Jesús Eduardo
Boada, y los ejecutaron. Después se dirigieron a la vereda Los Turbos,
y allí les dispararon a 25 personas que se encontraban lavando tractomulas,
asesinando a James Riascos y a Mauricio Jaramillo, e hiriendo a José
Alexander Delgado. Finalmente amenazaron a una señora de nombre Rosario,
cuya casa destruyeron[49].
El 18 de julio
del 2000, en Sevilla (Valle), fueron asesinados Antonio José Ossa, Rubiel
Fernández, Pastor Papamijo, León Jairo Betancurt, Darío Palacios, John
Jairo Cardona Cortés y Miguel Jair Rojas, fue desaparecida Gloria Amparo
Ossa, y fueron secuestradas cinco personas más, por miembros del Bloque
Cacique Calarcá de las AUC. Los paramilitares llegaron a la vereda La
Melba y, con lista en mano, llamaron a 13 personas. Ejecutaron a siete
de ellas. Las cinco personas secuestradas fueron liberadas[50].
El 15 de agosto
del 2000, en Pueblorrico (Antioquia), fueron muertos seis menores, por
un contingente contraguerrillas de la brigada 4 del Ejército, en un
supuesto combate con guerrilleros[51].
El 13 de septiembre
del 2000, en Colosó (Sucre), fueron torturados y asesinados Roberto
Buelvas Banques, Tuto Olivera Carrascal, Pedro Rivera Martínez, Joaquín
Rivera Acosta, Jorge Eliécer Torres Arias, Ana Isabel Rivera Narváez,
Gerardo Rivera, Antonio Meza, Pedro Lambraño Rivera y seis personas
sin identificar, por miembros de las AUC. Los paramilitares realizaron
un recorrido por varias veredas del municipio entre los días 13 y 15
de septiembre. Inicialmente mataron a cinco personas en el caserío El
Parejo, y después asesinaron a otros cuatro campesinos en una aldea
vecina. Posteriormente ejecutaron a seis campesinos más en la vereda
La Arenita[52].
Aunque se encuentra
por fuera del período estadístico, es relevante señalar la reciente
masacre que demuestra la escalada de horror en la perpetración de violaciones
a los derechos humanos e infracciones al derecho humanitario por parte
de los actores armados. También es importante subrayar la acción que,
en relación con esa masacre, realizó la Defensoría del Pueblo. Por primera
vez desde su creación, ejerció las facultades que le otorga la ley 24
de 1992, en su artículo 9°: rendir informes sobre el resultado de sus
investigaciones, y hacer recomendaciones y observaciones a las autoridades
estatales y gubernamentales concernidas.
El 23 de noviembre
del 2000, en los corregimientos de Buenavista y Nueva Venecia, en Sitio
Nuevo (Magdalena), 45 personas fueron asesinadas, y 25 desaparecidas,
por 60 miembros de las AUC. Un número indeterminado de personas se desplazó
hacia la ciudad de Barranquilla y la cabecera de Sitio Nuevo, como consecuencia
del ataque sangrante que sufrió la población de estos pueblos[53].
El 1° de diciembre,
el Defensor, acompañado de una comisión, se trasladó al lugar de la
masacre, con el fin de verificar las condiciones en las cuales se encontraba
la población afectada. Esa comisión visitó a esas comunidades, tanto
las que todavía se encontraban en el lugar de la masacre, como las que
se habrán desplazadas, entrevistó a los miembros de las comunidades
e inspeccionó el sitio de la masacre. En este sitio, encontró las residencias
abandonadas, en Buenavista en más de un 70%, y en Nueva Venecia en más
de un 80%[54].
El 14 de diciembre,
el Defensor emitió una resolución defensorial[55].
Sus principales recomendaciones apuntan a la seguridad y a la calidad
de vida, tanto de los pobladores que siguen viviendo en los pueblos
atacados, como de la población que se desplazó después de la masacre.
Solicitó a las autoridades departamentales y nacionales brindar a esas
personas una atención oportuna y adecuada a la situación en la cual
se encuentran. Además, pidió a la Fiscalía de la Nación investigar a
fondo el crimen.
c) Derechos a la
vida, a la libertad y a la integridad personal: desaparición forzada
De las 387 personas
desaparecidas entre abril y septiembre del 2000 (ver cuadro 1, fila H,
col. 2a), 258 (66,67%) fueron relacionadas con violaciones al derecho
humanitario. A agentes del Estado les fueron atribuidas presuntamente
12 de las víctimas (4,65%) y a las organizaciones paramilitares se las
señala como presuntas autoras de la desaparición de 246 personas (95,35%
de las víctimas) (ver cuadro 4, col. 3).Dentro del conflicto armado, diariamente
más de una persona fue desaparecida forzadamente (ver cuadro 4, col. 3).
El 5 de abril
del 2000, en Sevilla (Valle), fueron desaparecidos 15 campesinos, por
las AUC. Cerca de 400 hombres pertenecientes a la organización paramilitar
irrumpieron en ese municipio y se instalaron en dos escuelas. Luego
de realizar retenes en la zona, se llevaron a 16 personas, una de las
cuales fue ejecutada. Realizaron acciones de pillaje, al igual que diversos
atentados en contra de bienes civiles[56].
El 21 de mayo
del 2000, en Buenaventura (Valle), fueron desaparecidas seis personas,
y asesinadas y torturadas seis más, por paramilitares de las AUC. Las
víctimas se encontraban de paseo en Campo Hermoso[57].
El 25 de agosto
del 2000, en Medellín (Antioquia), fueron detenidos arbitrariamente
y desaparecidos Wilson Úsuga Higuita, Rubén Úsuga Higuita y Arvey Úsuga
Higuita, activistas de derechos humanos, miembros de la Asociación de
Familiares de Detenidos-Desaparecidos (ASFADDES) y militantes del partido
político Unión Patriótica, por agentes del B-2 del Ejército Nacional.
Tras llegar a un bar donde se encontraban las víctimas, los agentes
se identificaron y procedieron a detenerlas. En momentos de la ocurrencia
del hecho, una patrulla de policía se encontraba en el lugar. Sin embargo,
asumió una conducta pasiva frente a la detención. Las víctimas procedían
de la región del Urabá, de donde huyeron debido a la constante persecución
de que eran objeto[58].
El 16 de septiembre
del 2000, en Tierralta (Córdoba), fueron desaparecidos los indígenas
Ricardo Bailarín, Domicilio Guasaruca, Agustín Pernía, Nariño Domicó,
Efraín Chamarra, Elkin Rubiano, Amado Domicó, Rigoberto Domicó, Alvaro
Rubiano, Rubit Domicó, Miguel Domicó García, Saúl Bailarín, Oraine Domicó,
Martín Casama, Algarín Domicó, Luis Alberto Cabrera, Irenae Domicó Chava,
Lidia Domicó, Diana Domicó, Horacio Bailarín, Germán Domicó y Maritsa
Domicó, por miembros de las ACCU. Las víctimas pertenecen al grupo indígena
que, algunos meses antes, ocupó las instalaciones del Ministerio del
Medio Ambiente en Bogotá. Los hechos se presentaron en momento en que
los indígenas transportaban insumos para desarrollar proyectos agrícolas
y piscícolas con base en los acuerdos realizados con el Gobierno[59].
d) Toma de rehenes
y secuestros[60]
Entre abril y septiembre
del 2000, se registraron 1.695 secuestros[61],
de los cuales fueron atribuidos presuntamente 879 (51,86%) a las guerrillas;
123 (7,26%) a los paramilitares; y 693 a la delincuencia común (40,88%)
(ver cuadro 6, col. 1 y 2). De los 1.002 que tuvieron como presuntos
autores a los actores del conflicto armado, se atribuyó a las guerrillas
la presunta autoría del 87,72% de los secuestros, y a los grupos paramilitares
del 12,28% (ver cuadro 6, col. 3). Cada día en promedio fueron secuestradas
más de nueve personas, y más de cinco lo fueron por los actores del
conflicto armado (ver cuadro 6, fila K).
La presunta autoría
de los 879 secuestros cometidos por las guerrillas se desagrega de la
siguiente manera: ELN, 478 víctimas (47,7%); FARC, 318 víctimas (31,74%%);
EPL, 67 víctimas (6,69%); Ejército Revolucionario Popular (ERP), 14
víctimas (1,4%); y Ejército Revolucionario Guevarista (ERG), dos víctimas
(0,2%) (ver cuadro 6, col. 3, filas B a G).
El 4 de abril
del 2000, en Ocaña (Norte de Santander), fue secuestrada Zuleima Torrado
por guerrilleros del frente Ramón Gilberto Barbosa, del EPL. Se trata
de una modalidad de secuestro mediante canje por un familiar:
la víctima es esposa de un comerciante que había sido secuestrado en
días anteriores y que fue liberado[62].
El 7 de mayo
del 2000, en Paz de Ariporo (Casanare), fue secuestrado el ganadero
Manuel García Pedraza, por miembros del frente 28 de las FARC, cuando
salía de su finca[63].
El 25 de julio
del 2000, en Tadó (Chocó), fue secuestrado Ignacio de Torquemada, ciudadano
francés y miembro de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras,
por guerrilleros del Ejército Revolucionario Guevarista (ERG). El hecho
sucedió cuando la víctima se trasladaba en un vehículo de la organización
humanitaria[64].
El 6 de agosto
del 2000, en Ocaña (Norte de Santander), fue secuestrada la educadora
Nubia Teresa Villegas y su hija, Rosa Mercedes Romero Villegas, de 8
años de edad, por miembros del ELN. Las víctimas fueron bajadas del
vehículo de servicio público en el que se desplazaban hacia el municipio
de Aguachica (Cesar). Fueron liberadas el 14 de septiembre en
Río de Oro (Cesar)[65].
El 9 de agosto
del 2000, en Aguachica (Cesar), fueron secuestrados en un retén Luis
José Patiño, personero municipal de Curumaní, Daniel Santos Cárdenas
y Luis Samuel Reyes, vendedores de drogas veterinarias, y el campesino
Benjamin Osorio, por guerrilleros del frente Camilo Torres, del ELN,
en la vía que comunica ese municipio con Río de Oro (Cesar). Durante
el bloqueo de la vía, los guerrilleros quemaron una tractomula y un
vehículo de transporte de pasajeros. Además, hurtaron dos vehículos
particulares, en los que se desplazaron para llevar a los secuestrados
hacía la cordillera oriental. El personero y el campesino fueron liberados
al día siguiente[66].
El 10 de septiembre
del 2000, en Popayán (Cauca), fue secuestrado Dagoberto Pulgarín Agudelo,
ganadero de 60 años de edad, por guerrilleros de las FARC, cuando se
encontraba en su finca. Los secuestradores hurtaron dos vehículos particulares
en los que huyeron del lugar[67].
e) Acciones
en retenes[68]
De abril a septiembre
del 2000, 18 personas resultaron muertas mientras se realizaban retenes.
A las guerrilleras se las señala como presuntas autoras de la muerte
de 12 personas (66,67% de las víctimas). Se atribuyó la presunta autoría
de seis muertes en retenes a organizaciones paramilitares ( 33,33%)
(ver cuadro 4, col. 4).
El 29 de junio
del 2000, en Frontino (Antioquia), fue asesinado Joselito Bailarín,
gobernador de la comunidad Cañaverales de la etnia Embera Katío, por
paramilitares de las ACCU. El hecho sucedió en un retén montado en una
de las vías que conduce al corregimiento Murrí. El líder indígena regresaba
de Medellín luego de haber participado en un congreso regional en donde
no pudo lograr que una comisión humanitaria lo acompañara en el retorno
a su comunidad. La comisión debía estar compuesta por funcionarios de
la Gobernación de Antioquia, la Defensoría del Pueblo y la Procuraduría
General de la Nación[69].
El 24 de julio
del 2000, en Cachira (Norte de Santander), fue asesinado Edimil Antonio
Crespo García, agente de la Policía Nacional, por guerrilleros del ELN.
El hecho se presentó en un retén, en donde fue detenido el vehículo
de transporte público donde se movilizaba la víctima[70].
El 24 de julio
del 2000, en Aracataca (Magdalena), fueron asesinados los hermanos Eduardo
Henríquez Lobatón y Eurípides Lobatón Valiente, por miembros del frente
19 de las FARC. El hecho se presentó en un retén montado por los victimarios
en el sitio Cerro Azul, en la vía que conduce a Fundación (Magdalena).
Los hermanos se desplazaban en una motocicleta rumbo a una finca donde
trabajaban. Los guerrilleros les hicieron una señal de pare; las víctimas
no se detuvieron, e inmediatamente les dispararon varias ráfagas de
fusil, causándoles la muerte de manera instantánea[71].
f) Combatientes
muertos fuera de combate[72]
Entre abril y septiembre
del 2000, 50 combatientes fueron muertos fuera de combate. Se atribuyó
presuntamente a las guerrillas la muerte fuera de combate de 24 combatientes
(48%), y a los paramilitares tres (6%); 23 (46%) muertes fueron atribuidas
a grupos armados sin identificar (ver cuadro 4, col. 9).
El 1° de mayo
del 2000, en Timbio (Cauca), fueron torturados y asesinados Alderson
Emiro Vergara Medina, Gilberto Herrera Villamizar y Carlos Alberto Mutis
Velasco, policías, por guerrilleros del frente 8 de las FARC. Anteriormente,
las víctimas habían sido privadas de libertad por el grupo guerrillero[73].
El 26 de julio
del 2000, en Barbacoas (Nariño), ocho guerrilleros del ELN fueron torturados
y asesinados por guerrilleros de las FARC; 39 más fueron privados de
libertad. Se les tuvo amarrados e incomunicados, se les amenazó de muerte
permanentemente y se les obligó a actuar en contra de su organización[74].
El 7 de septiembre
del 2000, en Aguachica (Cesar), fueron asesinados Jesús Serrano Ortiz,
guerrillero herido en combate, y Albanerys Carrascal Benítez, esposa
de Jesús, por paramilitares de las AUC. El hecho ocurrió cuando el guerrillero
herido era trasladado al hospital de Ocaña en una ambulancia[75].
2. Ataques indiscriminados
contra personas protegidas
Las normas humanitarias[76]
y los principios de conducción de las operaciones[77]
establecen la obligación para los combatientes de distinguir en todo
tiempo entre combatientes y personas y bienes civiles, adoptar todas
las medidas necesarias para proteger a las personas civiles y evitar
causarles daño. Estas medidas deben ser adoptadas en todas las etapas
de las operaciones de combate. Cuando las partes en conflicto dirigen
sus operaciones sin tener en cuenta esas normas y principios incurren
en un ataque indiscriminado en que resultan afectadas personas y bienes
civiles. Tales ataques son indiscriminados porque, en razón de su imprecisión
o de sus efectos, dañan indistintamente a la población y a los combatientes.
a) Ataques terrestres
indiscriminados
Entre abril y septiembre
del 2000, a las guerrillas se las considera como presuntas autoras de
la muerte de 12 personas en ataques indiscriminados (ver cuadro 4, col.
6).
El 12 de julio
del 2000, en Colombia (Huila), murieron Teresa Manrique, su hija Sindy
Mainoly, y sus hijos Manuel Andrés y Cristian Leandro, de 18 meses,
al ser impactada la residencia donde vivían, por tres cilindros de gas
lanzados por miembros de los frentes 24 y 17 de las FARC, durante la
toma de la población por este grupo armado. Así mismo, resultaron heridas
Ana Deysi y Sandra Milena Hernández, en un billar de la localidad donde
fueron lanzados otros cuatro cilindros de gas. El Banco Agrario, la
alcaldía, las dos iglesias del pueblo y varias viviendas resultaron
seriamente afectadas[78]. En el mismo episodio murió
una persona más (véase el caso en la parte ataques aéreos
indiscriminados).
El 29 de agosto
del 2000, en Labateca (Norte de Santander), murieron Jorge Enrique Parada
Velandia, Martha Zúñiga Mora, Deily Parada Zúñiga, Olmer Enrique Parada
Zúñiga y Antonio Capacho, al ser impactados por cilindros de gas utilizados
por guerrilleros del frente 45 de las FARC, durante un ataque a esa
población. En el mismo hecho resultaron heridos Ligia Capacho, Rubiela
Jaimes y dos personas sin identificar[79].
b) Ataques aéreos
indiscriminados
Entre abril y septiembre
del 2000, se atribuyó a la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) la muerte de
una persona en ataques aéreos indiscriminados (ver cuadro 4, col. 5).
El 12 de julio
del 2000, en Colombia (Huila), murió Dabeiba Esterling Pantoja, al recibir
un impacto de bala, procedente al parecer de un avión fantasma
de la Fuerza Aérea Colombiana. El hecho ocurrió durante un combate entre
la Policía y guerrilleros de los frentes 17 y 24 de la FARC. En apoyo
a los agentes, el avión sobrevoló el área del enfrentamiento, disparando
indiscriminadamente[80]. En el mismo enfrentamiento,
murieron cuatro civiles más (véase el caso en la parte ataques
terrestres indiscriminados).
c) Uso de minas
antipersonales[81]
Durante el período,
por la explosión de minas antipersonales murieron siete civiles y dos
combatientes. Una fue atribuida presuntamente a las guerrillas. Respecto
de las seis restantes víctimas se desconoce el grupo armado que cometió
la violación (ver cuadro 4, col. 7a y 10a).
El 21 de mayo
del 2000, en Ovejas (Sucre), murió Juan Eloys Madera Atenicia, soldado,
al intentar desactivar una mina antipersonal colocada por guerrilleros
del frente 35 de las FARC[82].
El 23 de abril
del 2000, en Santa Rosa del Sur (Bolivar), Freddy Andrés González Cuadrado,
miembro del batallón Galán de la 5 Brigada del Ejército Nacional, murió
al pisar una mina antipersonal que había sido instalada por las guerrillas,
en momentos en que la tropa realizaba operaciones de control y registro
en la zona[83].
d) Fuego cruzado[84]
En medio del fuego
cruzado murieron 33 civiles en enfrentamientos entre los grupos armados
(ver cuadro 4, col. 8).
El 1° de abril
del 2000, en Rioblanco (Tolima), murieron Misael Leyton, Eudoro Galicia
y Lidimo Bernate, y otros nueve civiles resultaron heridos, durante
combate entre guerrilleros de los frentes 21 y 66 de las FARC y miembros
de la Policía. Los guerrilleros atacaron el puesto de policía con cilindros
de gas y armas automáticas. Resultaron averiadas la iglesia y varias
viviendas[85].
El 13 de mayo
del 2000, en Simití (Bolívar), murió Zuleidy Raquel Gutiérrez, de 13
años de edad, durante el enfrentamiento entre paramilitares de las AUC
y guerrilleros de los frentes 24 y 37, de las FARC, y Héroes de Santa
Rosa y Mariscal Sucre, del ELN. La niña recibió dos impactos de arma
de fuego en el estómago y esquirlas de granada en el brazo izquierdo.
Resultaron heridos Yuli Gutiérrez González, de 5 años de edad, Diana
Zoraca y Aníbal Antonio Arango. Las víctimas heridas presentaban heridas
producidas por arma de fuego de largo alcance[86].
El 29 de julio
del 2000, en Pensilvania (Caldas), murió Uriel Cardona Márquez, durante
un combate entre tropas del batallón Ayacucho, del Ejército y guerrilleros
del Bloque José María Córdoba y de los frentes 9 y 47, de las FARC.
Un soldado resultó herido[87].
El 5 de agosto
de 2000, en El Carmen (Chocó), dos civiles sin identificar resultaron
muertas durante un enfrentamiento entre guerrilleros del frente 34 de
las FARC y miembros de la Policía Nacional. Los hechos tuvieron lugar
cuando aproximadamente 200 guerrilleros incursionaron en esa cabecera
municipal hacia las 5:30 de la tarde, ante lo cual los policías abandonaron
las instalaciones del comando y se refugiaron en la casa cural y en
algunas casas de familia, desde donde combatieron al grupo guerrillero.
Los guerrilleros procedieron con pipetas de gas a volar el comando de
policía, el Banco Agrario y la casa cural. Además, resultaron muertos
en el combate los policías Misael Vega, Victór Vergara Romero y Omar
de Jesús Pérez y tres guerrilleros sin identificar; otros dos policías
resultaron heridos[88].
El 16 de septiembre
del 2000, en Lebrija (Santander), murió Ana Jazmín Rodríguez Jiménez,
de 13 años de edad, y fue herido su hermano, de 8 años, durante un combate
entre guerrilleros del frente 20 de las FARC y tropas del batallón de
contraguerrilla Ricaurte[89].
Durante el período
analizado (abril a septiembre del 2000), las violaciones de derechos
humanos y derecho humanitario en Colombia muestran un agravamiento alarmante,
tanto por el aumento en el número de víctimas como por la crueldad con
las cuales fueron ejecutadas. Hace falta, claramente, una política de
protección a los derechos humanos que sea impulsada con decisión y eficacia
por parte de las autoridades colombianas.
Bogotá, febrero
de 2001