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Last Updated:4/30/01
IPR: "Los Nuevos Dueños de Barranca"

Copias de este informe están disponibles a US$1.50 cada uno, o 50 centavos c/u para cantidades de 20 o más, del Centro para las Políticas Internacionales. Pida copias por correo electrónico: cip@ciponline.org.

Este informe está disponible también en formato Adobe Acrobat (.pdf) (404 KB).


$1.50
Junio del 2001

"Los Nuevos Dueños de Barranca"

Reporte del viaje de CIP a Barrancabermeja, Colombia, 6-8 de marzo del 2001

Por Adam Isacson

Yolanda Becerra, una mujer señorial y despreocupada de unos cincuenta años es supremamente paciente con los gringos que llegan a su oficina haciendo preguntas ingenuas. Poco se parece a un “objetivo militar”. Sin embargo, los paramilitares que se apoderaron de su ciudad hace unos meses, frecuentemente le recuerdan que la tienen en la mira.

El Cristo Petrolero, cerca a la refineria en Barrancabermeja.

La Señora Becerra está a la cabeza de la Organización Femenina Popular (OFP), un grupo que suministra comida, servicios de salud, capacitación laboral y asistencia legal a través de las Casas de la Mujer en los barrios de las clases trabajadoras de Barrancabermeja, la ciudad principal en el Magdalena Medio de Colombia. Se ve cansada, como si no hubiera dormido bien en mucho tiempo. Dudo que lo haya logrado, pues la OFP ha sido víctima de una de las campañas más brutales de los paramilitares en su esfuerzo por deshacerse de lo que aun queda de una vibrante sociedad civil.

A medida que Washington se acerca más al largo y sangriento conflicto de Colombia, Barranca nos ofrece un adelanto de la pesadilla que se acerca. Aquí por primera vez, la guerra está entrando en una miedosa etapa de guerra urbana, la cual puede surgir perfectamente en cualquiera de las grandes ciudades de Colombia. Está siendo encabezada por los paramilitares, cuyo poder los Estados Unidos no puede darse el lujo de seguir ignorando. La única piedra que les queda en el camino, son unos grupos independientes —no violentos— de derechos humanos, y líderes comunales como la Señora Becerra.

Una Ciudad Sin Ley

La unión de las palabras “barranca” y “bermeja” significa “barranco rojizo”. No vi tales paisajes naturales durante la visita de CIP del 6 al 8 de marzo. Lo que si se ve casi desde cualquier sitio donde uno se pare, es la imponente refinería, con chimeneas de más de 200 pies arrojando llamas y una gruesa humareda las 24 horas del día. El olor a azufre y los ruidos correspondientes a una refinería, se pueden percibir desde una distancia de una milla.

Hoy, aproximadamente tres cuartos del combustible que se utiliza en Colombia viene de Barrancabermeja. Esto hace que sea una ciudad estratégicamente localizada. Agreguemos a esto su ubicación central cerca de las principales carreteras, su puerto con salida al Atlántico, la cercanía de minas de oro y otros minerales, así como su localización a lo largo de las rutas para el tránsito de drogas, y podremos entender por qué Barrancabermeja es un lugar muy difícil de gobernar para un país que está en guerra consigo mismo.

Barranca era considerada una ciudad “sin ley” desde mucho antes que la guerrilla y los paramilitares aparecieran en escena. En 1916, cuando se perforaron los primeros pozos, era un pequeño puerto pesquero sobre el Río Magdalena, cuya longitud es de 965 millas. El petróleo convirtió a este sofocante caserío en una próspera ciudad por décadas, atrayendo mucha gente en busca de trabajo. Hasta los años 50, la mayor parte de la población estaba compuesta por hombres que trabajaban en la refinería, y la mayoría de las pocas mujeres eran prostitutas traídas de todas partes del mundo.

La gente, desterrada del campo por la violencia seguía llegando,atraídos por las promesas de conseguir trabajo. Según el censo de 1938 la población creció de 15.400 a aproximadamente 300.000 hoy en día. Más del 80% de la ciudad era invasiones, que más tarde se convertiría en los barrios de la clase trabajadora al este del pueblo, lejos del río. Los nombres de muchos de los barrios son simplemente fechas, 20 de enero, 25 de agosto, etc., las cuales conmemoran los aniversarios de su “invasión” inicial.

Como cualquier ciudad industrial de rápido crecimiento, Barrancabermeja ha sido hace mucho tiempo foco de activismo laboral, políticas populistas radicales, corrupción y violencia. Los trabajadores petroleros formaron un sindicato, que hoy en día sigue siendo el más poderoso de todos. Se trata de la Unión Sindical Obrera – USO, que a través de los años ha perdido docenas de sus líderes y militantes a la violencia, mucha propiciada por el Estado. Las nuevas invasiones se organizaban para exigirle al Gobierno servicios básicos, encontrando muchas veces una dura respuesta. La represión, a su vez, alimentaba el desarrollo de sofisticadas organizaciones de derechos humanos.

Fue, por lo tanto, inevitable que esta mezcla, resultado de su localización estratégica la dificultad de gobernarla y las políticas izquierdistas de sus habitantes atrajeran a los grupos guerrilleros de Colombia. A principios de la década de los setenta, la ciudad era fortín del Ejército de Liberación Nacional (ELN), cuyas milicias urbanas dominaban los barrios pobres del este. Las más grandes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) aparecieron a principios de la década de los noventa, y un pequeño tercer grupo, el Ejército Popular de Liberación, también ha ejercido su influencia. Los visitantes pueden ver letreros pintados por los diferentes grupos en todas las paredes a lo largo y ancho de la ciudad, cosa muy rara en Bogotá o Medellín. Abandonados por el Gobierno Central, la mayoría de los habitantes de los barrios controlados por la guerrilla en Barranca, resolvieron tomar la actitud de “vivir y dejar vivir”, dejando que los grupo izquierdistas operaran abiertamente, pagándoles “impuestos” cuando se los exigían y suministrándoles asistencia cuando la pedían o eran obligados a suministrarla.

Pero la guerrilla es solamente una anotación en la lista de los grupos violentos de la ciudad. El Mayor Agustín Rodríguez, un oficial de 34 años, Comandante del Puesto Portuario No. 61 de la Armada Colombiana, tenía una larga lista. El Mayor Rodríguez - cuya unidad debe patrullar 300 millas del Río Magdalena, es a mi saber la única fuerza de seguridad en esta zona que recibe asistencia de los Estados Unidos – nos comentó sobre la continua presencia de los guerrilleros y los paramilitares; los bandoleros que operan libremente; los narcotraficantes que trafican con las drogas de todas partes y tienen cultivos de coca al otro lado del río en el sur de Bolívar, principalmente en zonas controladas por los paramilitares; el cartel del cobre que controla los productos de las minas de la región; el cartel de la gasolina que se roba hasta un cuarto de la producción de la refinería mediante la perforación del gasoducto, llenando desde galones hasta carro tanques. Algunos se refieren al gasoducto como “la flauta”, debido al alarmante número de perforaciones que le hacen. Gran parte del producto del cartel de la gasolina va a parar a los campos de coca en el sur de Bolívar, donde se utiliza para procesar las hojas, volviéndolas primero pasta de coca y luego cocaína.

La Rápida Conquista de los Paramilitares del Magdalena Medio

Garabateando figurillas sobre un papel mientras hablaba (mis favoritas eran las figuras de palitos que uso para representar a los guerrilleros y paramilitares), el Mayor Rodríguez cándidamente acepta que los paramilitares son, en este momento, el grupo armado más fuerte y el de mayor crecimiento en Barranca y el Magdalena Medio. Las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), un grupo de milicianos, anti-guerrilla, financiados por el sector privado, tienen, como se dice, “la sartén por el mango” en Barranca y sus alrededores. Comandadas por un ex-miembro del cartel de las drogas, Carlos Castaño de 35 años, las AUC controlan todos los centros y muchas de las áreas rurales de todos los veintisiete municipios del Magdalena Medio.
La toma de las AUC ocurrió muy rápidamente. Aunque los grupos derechistas han sido muy activos en la región desde cuando se formó, en 1981 Muerte a Secuestradores (MAS), estos grupos de asesinos le hicieron poco daño a la guerrilla durante la década de los 80, prefiriendo más bien poner en su mira a los líderes cívicos locales, particularmente de las organizaciones laborales. Esto comenzó a cambiar a principios de 1990, cuando los grupos locales de asesinos fueron integrados a una red de inteligencia de la Armada Colombiana que asesinó a más de 130 miembros de los sindicatos, reporteros, profesores, defensores de derechos humanos y activistas en general. (Ver reporte de 1996 de Human Rights Watch “Las Redes Colombianas de Asesinos” en Internet www.hrw.org/reports/1996/killertoc.htm.)

Vista del centro de Barrancabermeja. El Rio Magdalena se ve en el horizonte.

En 1993, los “paras” hicieron la transición de ser un grupo que cumplía su misión y desaparecía, a ser una fuerza de ocupación, estableciendo su permanencia en el Magdalena Medio en el pueblo de Puerto Boyacá. De ahí en adelante, las recién formadas AUC ganaron terreno rápidamente a través de una estrategia conocida como “drenar el mar para matar los pescados” – una brutal campaña de masacres, desapariciones y el desplazamiento forzado de la población civil. Las áreas controladas por los paramilitares se regaron por el mapa del Magdalena Medio como pólvora. El terror de los paramilitares en el campo llevó oleadas de refugiados a Barrancabermeja, congestionando aun más las zonas orientales de la ciudad e incrementando la tasa de desempleo aproximadamente al 50% a principios del 2001. Para finales de la década de los 90, las AUC habían debilitado de tal manera al ELN que los paramilitares controlaban hasta el sitio de su fundación en las montañas de San Lucas al sur del Departamento de Bolívar.

Los grupos de derechos humanos colombianos e internacionales han documentado detenidamente el apoyo militar y la tolerancia que facilitó la toma del Magdalena Medio. La relación incluyó la red de inteligencia a principios de la década de los 90; el intercambio de información, armas y municiones; la falta de respuesta a los ataques y masacres de los paramilitares; así como hacerse los de la “vista gorda” ante la presencia abierta de las AUC. La relación aun sigue hoy en día. Durante nuestra visita, CIP obtuvo numerosas quejas sobre las actividades en la región alrededor de Barranca, incluyendo el hecho que hay varios retenes paramilitares a 100 metros de la base del Batallón 45 al otro lado del río en Yondó; requisas paramilitares a 200 metros de la Estación de Policía en Puerto Wilches, el pueblo siguiente río abajo; y un retén paramilitar de 8 a.m. a 4 p.m. en el río, en el sitio conocido como La Rompira, unos pocos minutos al norte de Barranca, donde los paramilitares secuestraron y desaparecieron a 18 personas en el 2000. (La Armada nos informó que los paramilitares no tienen retenes sobre el río; sin embargo, recientemente vieron varios paramilitares huyendo de un sitio donde se había reportado un retén.)

Mayo 1998: Los Paramilitares Entran a Barrancabermeja

A finales de la década de los 90, Barrancabermeja era el único centro del Magdalena Medio sin presencia paramilitar permanente. Es más, la ciudad era una de las pocas interrupciones de una cadena continua de control paramilitar que se extendía a través del norte de Colombia desde Panamá por el oeste hasta Venezuela en el este.

El ejercito colombiano ha instalado un circo en el lugar donde ocurrió el masacre de mayo del 1998.

La primera gran incursión paramilitar se llevó a cabo el 16 de mayo de 1998. En una noche de terror, los paramilitares pasaron a través de varios de los barrios controlados por ELN, asesinando a once personas y llevándose a veinticinco, las cuales también fueron asesinadas. La masacre de 1998 señaló la transición de asesinatos selectivos a acciones militares de máxima escala dentro de los límites de la ciudad de Barrancabermeja. Muchos residentes consideran la masacre de mayo de 1998 como el momento divisorio en el control de la ciudad; un activista de derechos humanos dijo que la historia de Barranca se podía dividir en dos períodos – antes de 1998 y después de 1998. (Ver reporte de 1999 de Amnistía Internacional, “Barrancabermeja: Una Ciudad Sitiada” en Internet http://www.amnesty.org/ailib/aipub/1999/AMR/22303699.htm.)

Después de mayo del 1998, la presencia en Barranca de las AUC se incrementó lentamente, a medida que las masacres y todo tipo de ataques se volvían cosa de todos los días. Sin embargo, durante algún tiempo, los paramilitares se concentraron en otras zonas de Colombia (tales como el sur del Departamento de Bolívar y la región del Catatumbo cerca de Venezuela, donde se efectuaban masacres casi a diario durante 1999). Aunque sus incursiones eran más frecuentes, a las AUC todavía les hacia falta una presencia permanente en Barrancabermeja para que se pudieran considerar como una verdadera fuerza de ocupación.

El Ultimo Empujón Paramilitar Hacia Barrancabermeja

En abril del 2000 un enviado de Carlos Castaño de veinti-tantos años, de nombre “Julián,” habló por la radio anunciando su presencia en Barranca, así como la determinación de las AUC de tomarse la ciudad. A este anuncio le siguió una escalada terrorista como pocas; el mediador regional del Gobierno para los Derechos Humanos reportó 539 asesinatos en el 2000 – 25 veces más que la cifra de asesinatos de Nueva York. Ochenta y siete por ciento fueron víctimas de los paramilitares.

Carlos Castaño

A finales de diciembre del 2000, la ofensiva comenzó en serio. Comenzando por los barrios centro-orientales de Miraflores y Simón Bolívar, más de 1,000 paramilitares se desplegaron hacia el lado oriental de Barrancabermeja, y esta vez se quedaron. Se apoderaron barrio por barrio, logrando el control de la ciudad en aproximadamente dos meses. Cuando los miembros de la oficina de CIP efectuaron su visita a principios de marzo, solamente una y media de las siete comunas de la ciudad – básicamente el centro y el área alrededor de la refinería – no estaban bajo el dominio de las AUC. Un rumor que se oía con frecuencia era que el propio Carlos Castaño había efectuado una breve visita a finales de diciembre al territorio que antes pertenecía al ELN, cumpliendo con sus alardes “que se tomaría un tinto” allí antes del 1 de enero del 2001.

Barranca y sus comunas: Desde principios de marzo los paramilitares se habian tomado todas las comunas menos la comuna 2 y parte de la 1.

La ofensiva paramilitar comenzó inmediatamente después de una serie de reuniones del Gobierno Colombiano con el ELN en Cuba. Durante estas conversaciones, el Gobierno mostró sus intenciones de negociar el retiro temporal de las Fuerzas de Seguridad de dos municipios al otro lado del río. Estos dos municipios, San Pablo y Cantagallo en el Departamento de Bolívar habían pasado a control de los paramilitares durante los dos años previos. Aunque la decisión tomada por el Gobierno no encontró apoyo – una zona similar desmilitarizada entregada a las FARC ha sido presa de numerosos abusos, con poco progreso después de dos años de diálogos – los paramilitares apoyaron las protestas contra la decisión (a veces a la fuerza), incluyendo las protestas a mediados de febrero cuando los 13,000 participantes bloquearon las vías principales durante varios días.

Hasta el momento, según un líder de derechos humanos, el régimen de “los nuevos dueños de Barranca” ha sido excesivamente cruel. Según el Cuerpo Técnico Investigativo (CTI) de la Fiscalía, las AUC han asesinado a 145 personas en Barranca durante los primeros cuarenta y cinco días del 2001. De estos, la Señora Becerra de la OFP calcula que el 15% han sido mujeres.

Fuera de las masacres, los paramilitares mantienen el control por medio de una cuidadosa supervisión de todas las actividades que se llevan a cabo en los barrios recientemente conquistados. Los residentes del Barrio Kennedy, el cual estaba siendo utilizado como Centro de Operaciones de las AUC durante la visita de CIP a principios de marzo, tienen obligación de dejar sus puertas abiertas para que los paramilitares puedan entrar y salir cuando crean necesario. Los paramilitares están obligando a algunas familias a abandonar sus viviendas para utilizarlas como campamentos y vivienda. (En el Barrio Kennedy en febrero le dieron media hora de preaviso a unas familias). Los paramilitares han cortado las líneas telefónicas a varios barrios y paran a todo el mundo en las calles para interrogarlos sobre su destino y sus negocios. Mucha gente no ha abandonado el barrio en meses. Debido a las altas temperaturas en Barranca, hasta 100 grados F, la gente está acostumbrada a sentarse afuera y salir a caminar en la noche; sin embargo, en los barrios controlados por los paramilitares, la gente, asustada, se mantiene adentro.

Varios líderes locales de derechos humanos nos informaron que los paramilitares están activamente reclutando jovencitos de 17 a 19 años, muchos de ellos veteranos de las milicias del ELN. Les ofrecen un salario, un mes por adelantado, una bicicleta y posiblemente un teléfono celular. El trabajo de éstos nuevo reclutas es el de “limpiar” los barrios de los defensores de la guerrilla. “Aunque estos jóvenes hayan estado en las milicias antes, ahora hasta sus propias familias les tienen miedo”, nos informó un líder de la comunidad. Cuando ya éstos jovencitos no le son útiles a los paramilitares, los matan porque saben demasiado. Es una práctica conocida como “borrar la información”.

Como respuesta a innumerables llamadas de asistencia, el Gobierno ha militarizado partes de la ciudad. Soldados, fuertemente armados nos vigilaban desde las esquinas y vimos tanquetas parqueadas a la entrada de varios de los barrios más conflictivos. En enero, Bogotá se comprometió a enviar 1.000 miembros de las Fuerzas Especiales del Ejército para mantener el orden, aunque el alcalde, el Obispo y las organizaciones no gubernamentales protestaron, indicando que esto simplemente incrementaría la violencia. Hasta la fecha, no han llegado sino 80. El 12 de enero marcó la llegada a la ciudad de los llamado “Robocops” – una fuerza élite, fácilmente reconocible por sus uniformes negros, sus gafas de sol de última moda y una gran cantidad de armamento. Los “Robocops” y las otras medidas tomadas han cambiado mucho la situación; es más, entre el 12 de enero y principios de marzo, el número de muertos debido a la actual ofensiva paramilitar se triplicó y las AUC se apoderaron de más de tres de las siete comunas en la ciudad.

La presencia, aunque esporádica, de la Policía en los barrios “calientes” no ha sido ningún obstáculo para los paramilitares. El Presidente de CIP, Robert White, y yo vimos a muchos de ellos operando abiertamente en los barrios del este durante un recorrido organizado por la Organización Femenina Popular. Aunque al ver nuestro bus, rápidamente se retiraban los brazaletes con la sigla AUC, cualquier gringo desprevenido los identifica fácilmente con sus camisas polo, slacks y dos teléfonos celulares a la cintura parados en las esquinas de las calles, donde las viviendas están hechas de retazos de madera y zinc corrugado. Los jóvenes en motoneta y bicicleta que nos seguían – sobre todo el individuo que no nos quitaba la mirada mientras daba vueltas y vueltas alrededor del bus – eran inconfundibles. Era claro quienes eran “los nuevos dueños de Barranca”.

Buscando Explicaciones

Cómo —le preguntamos a todo el mundo— lo pudieron hacer tan rápidamente? Cómo hicieron los paramilitares para apoderarse en poco más de dos meses de un fortín perteneciente a la guerrilla?

La respuesta que obtuvimos la mayoría de las veces, no nos sorprendió, dada la reciente historia del Magdalena Medio. Los paramilitares se apoderaron de Barrancabermeja tan rápidamente gracias a la complicidad y cooperación de las Fuerzas de Seguridad colombianas. La invasión de las AUC comenzó el 23 de diciembre, coincidiendo con una operación militar conocida como “Operación Feliz Navidad”. Con el fin de garantizar unas fiestas en paz, las unidades militares y de la Policía hicieron presencia temporal en la ciudad. Al mismo tiempo, cientos de paramilitares se esparcieron dentro de los barrios claves. Cuando las fuerzas de seguridad se retiraron, los paramilitares se quedaron y comenzaron las masacres.

Aunque el miedo ha silenciado a los testigos de la colaboración que existe entre los militares y paramilitares, CIP obtuvo numerosos recuentos de esta complicidad. Algunos de estos son: operaciones militares y paramilitares separadas pero a la vista los unos de los otros; oficiales de policía compartiendo teléfonos celulares con los paramilitares y transportándolos en sus mini tanquetas, así como el aviso a los paramilitares de allanamientos a sus bases de operaciones en los barrios del este. Supimos de un caso donde un policía vio a unos paramilitares entrar a una casa y en vez de detenerlos, les dijo que se fueran “porque esto nos puede causar problemas en Bogotá.” Nos informaron de un allanamiento el 29 de enero durante el cual fueron detenidos 14 paramilitares; inexplicablemente, once fueron liberados el día siguiente.

Aunque la colaboración de las Fuerzas de Seguridad ayudó a que los paramilitares tomaran el control, la guerrilla que controlaba los barrios obreros de Barranca, claramente contribuyó a su propia derrota. Bien sea por amenazas o por las promesas de mejores salarios, muchos miembros de las milicias urbanas del ELN cambiaron de partido. Estos nuevos miembros de las AUC trajeron consigo las listas de sus anteriores contactos guerrilleros (junto con los nombres de cualquier persona que medio sospecharan de apoyar a la guerrilla), las cuales sirvieron como base para el comienzo de las masacres paramilitares.

El Comandante Militar de la región, el jefe de la Quinta Brigada, General Martín Orlando Carreño, le echa toda la culpa a la guerrilla por la invasión de la ciudad. “Todo es culpa de la guerrilla. Ellos empujaron al pueblo a los brazos de los paramilitares.”

(El General Carreño – cuyo antecesor fue retirado por permitir que los paramilitares llevaran a cabo sus masacres en el Catatumbo – es un oficial políticamente astuto con posibilidad de llegar a ser el Comandante de las Fuerzas Armadas. Además, se graduó de la Escuela de las Américas en 1990, después de un curso de un año).

Ciertamente, muchos de los habitantes probablemente agradezcan la relativa paz que se vive al estar bajo el mando de un solo grupo. César, el conductor de un taxi en que me subí, no es la excepción. Una noche me acompañó hasta la ribera del río cerca del hotel. Los pescadores estaban cargando sus canoas para salir a pescar; así mismo, varias personas estaban sacando arena del río y cerniéndola para utilizarla en construcción. Una vez estuvimos fuera de su alcance, César dejó de hablar sobre la pesca y comentó: “No estoy de acuerdo con los paramilitares y no quiero nada que ver con ellos, pero ELN estaba abusando de la gente en los barrios. Por lo menos las cosas se han calmado ahora que los paramilitares están a cargo.” Es una calma artificial. El General Carreño anotó que en muchas partes a los paramilitares se les está yendo la mano, maltratando a la población local y logrando no el apoyo que requieren, sino que les tengan miedo.

Una Pronta Escalada?

Las perspectivas son aún peores. Según supimos, las FARC y el ELN se están aliando para llevar a cabo una contraofensiva, incrementando aun más la violencia urbana. En vez de responder directamente contra el Plan Colombia en el sur del Departamento del Putumayo, muchos creen que las FARC se está centrando en otras zonas de conflicto, tal como el Magdalena Medio. Esta movida le dará a las FARC la oportunidad de llenar el vacío dejado por el ELN, que claramente va en descenso. Durante nuestra visita oímos reportes sobre tiroteos y guerra casa-a-casa en las calles de los barrios nororientales de Barranca, entre paramilitares y la alianza de los grupos guerrilleros.

Mientras tanto, al otro lado del río, el Ejército Colombiano estaba montando una rara ofensiva. Según el General Carreño, la misión de la “Operación Bolívar” era lograr el control gubernamental y eliminar los cultivos de coca de la zona en donde se podrían llevar a cabo las negociaciones de paz con el ELN. Durante las primeras cuatro semanas de ésta operación, diez aviones Tubro Thrush suministrados por los Estados Unidos fumigaron con glifosato 3.600 hectáreas (aproximadamente 9.000 acres) de coca. (Estos fueron los mismos aviones que se utilizaron entre diciembre y febrero para la primera fase de la ofensiva del “Plan Colombia”, en el Departamento del Putumayo). Los detalles acerca de los resultados de la operación han sido superficiales, aunque las autoridades indican que los más afectados por las operaciones militares y las fumigaciones han sido los paramilitares. Varias veces oímos hablar de una incursión llevada a cabo en enero contra una base paramilitar en San Blas en el Departamento de Bolívar – aunque, obviamente, los paramilitares habían sido advertidos de antemano y habían abandonado el lugar mucho antes. El ELN, que el 9 de marzo rompió todo contacto con el Gobierno Colombiano en protesta por la “Operación Bolívar”, aparentemente piensa que son ellos y no los paramilitares, el objetivo principal de esta ofensiva.

Los Perseguidos Líderes Comunitarios de Barranca

Increíblemente, a pesar de la creciente violencia y las negras perspectivas, Barrancabermeja aun tiene una sociedad cívica vibrante y sin “pelos en la lengua.” A pesar de haber sufrido años de represiones y asesinatos selectivos, lo que queda de los sindicatos y movimientos populares de Barranca, siguen movilizándose y continúan desafiantes.

La mayoría de las asociaciones de los barrios, grupos de mujeres y grupos de derechos humanos nunca tuvieron muy buenas relaciones con el ELN. La Organización Femenina Popular (OFP) nos comentó que cuando protestaban por maltrato, por lo general la guerrilla no se metía con ellas. “El ELN no nos quería, pero nunca bloquearon nuestro trabajo”, nos explicó una de las líderes del grupo.

El Presidente de CIP, Robert White, con Matilde Vargas de la OFP (de pie)

Las cosas son mucho peores ahora. En este momento, los grupos cívicos son tal vez las únicas personas no controladas por la AUC en los barrios nororientales. Al declararlos como “objetivos militares”, los paramilitares están llevando a cabo una campaña de amenazas e intimidación continua contra las pocas organizaciones que aun se les oponen.

Toda la junta directiva del Comité Regional de Derechos Humanos (CREDHOS, el cual ha perdido muchos miembros, víctimas de asesinatos selectivos) ha sido amenazada durante los últimos meses: desde septiembre tres se han ido de Barranca y dos han sobrevivido intentos de asesinato.

La Asociación de Familiares de los Desaparecidos (ASFADDES), la cual incluye muchas familias de víctimas y testigos de la masacre de mayo de 1998, se vio obligada a cerrar sus oficinas en Barrancabermeja el 28 de febrero del 2001. La USO, el sindicato de los trabajadores petroleros ha reducido bastante sus actividades políticas en los últimos meses.

Las agencias gubernamentales y las organizaciones internacionales también han sido víctimas de la agresión de los paramilitares. La Red Colombiana de Solidaridad Social, que provee asistencia a las personas desplazadas y la Oficina del Mediador de los Derechos Humanos admiten que es casi imposible trabajar en los barrios nororientales de Barrancabermeja. El 1 de marzo, los paramilitares detuvieron durante horas a una misión humanitaria internacional, robándoles todos los suministros que estaban repartiendo en una comunidad de desplazados en el sur del Departamento de Bolívar. La misión, la cual incluía representantes del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas, el Programa Mundial de Alimentos, el Mediador del Gobierno para Derechos Humanos, la Red de Solidaridad Social y la organización no gubernamental, Paz y Desarrollo para el Magdalena Medio, fue detenida durante ocho horas en un sitio a solo quince minutos de la base del Batallón 45 del Ejército.

Los paramilitares han solicitado las llaves de la casa de la mujer en la parte sureste de Barrancabermeja

La mayoría de los defensores de derechos humanos de Barrancabermeja se movilizan para todos lados hoy en día en compañía de voluntarios extranjeros que utilizan camisetas de las Brigadas de Paz Internacionales (PBI). Esta es una organización sin fines de lucro que suministra “acompañantes” a activistas amenazados en varios países. El PBI tiene un largo y exitoso record de proteger las voces disidentes en situaciones muy amenazantes. Varios líderes cívicos en Barranca aseguran que los observadores canadienses, europeos y americanos del PBI hacen posible que ellos puedan llevar a cabo su trabajo durante la actual embestida de los paramilitares. “Sin su compañía, no podría visitar los barrios donde trabajamos,” nos dijo uno de ellos. Otra voluntaria admitió que los voluntarios del PBI la acompañaban hasta al baño cuando se encuentra en los barrios afectados, “porque uno nunca sabe cuando pueden venir por uno.”

Aun así, PBI se esta viendo abocado a un gran reto. El 8 de febrero, dos paramilitares volvieron a “la casa de la mujer” en el suroriente de Barranca, exigiendo las llaves. Le quitaron e teléfono celular y el pasaporte a un observador sueco de las Brigadas de Paz quien estaba acompañando a los empleados de la casa y declararon tanto a la directora de la casa como al voluntario del PBI “objetivos militares.”

Tal vez acobardados por la protesta internacional que desataron, los paramilitares aparentemente cambiaron su estrategia a finales de febrero, dirigiendo sus amenazas contra las bases sociales del OFB en vez de contra sus directivas. Tratando de acabar con el apoyo que tiene el grupo, los derechistas están regando la palabra que todas las personas que participen en actividades patrocinadas por la OFP serán blanco de sus ataques. Parece que la estrategia esta funcionando. La Señora Becerra me contó que el 24 de noviembre del 2000 la OFP había celebrado una marcha que atrajo unos 10,000 participantes. Ahora, debido a las amenazas contra las mujeres de los barrios, duda que pudiera reunir siquiera mil.

Algunos de los más conocidos defensores de derechos humanos en Barrancabermeja

Organización Femenina Popular – OFP

La OFP, una organización de apoyo a la mujer trabajadora, fue fundada por la Iglesia Católica en 1972. Se separó de la Iglesia en 1988 y en 1995 expandió su trabajo a otras zonas del Magdalena Medio. LA OFP ofrece muchos servicios a las mujeres de la región: ayuda económica (cooperativas, entrenamiento); educación (becas, publicaciones y materiales de enseñanza); servicios de salud; actividades juveniles (talleres de música y danza); asistencia a las personas desplazadas y asistencia legal para las víctimas de violaciones de derechos humanos.

Asociación de Familiares de los Desaparecidos – ASFADDES)

ASFADDES es una red de apoyo para aquellos cuyos familiares han sido desaparecidos forzosamente (más de 4,600 personas han sido “desaparecidas” en Colombia desde 1982). ASFADDES ofrece asistencia legal, documentación, compañía, educación y asistencia económica. Lucha por obtener un veredicto contra los culpables y compensación para las familias de las víctimas. La asociación tiene oficinas en Bogotá. Bucaramanga, Popayán, Neiva y Medellín. Debido a las continuas amenazas de los paramilitares, ASFADDES cerró sus oficina en Barrancabermeja el 28 de febrero del 2001.

Corporación Regional Para la Defensa de los Derechos Humanos (CREDHOS)

Fundada en 1988, CREDHOS tiene 25 funcionarios y 500 miembros activistas que trabajan por la defensa de los derechos humanos de los residentes de Barrancabermeja y del Magdalena Medio. CREDHOS lleva a cabo proyectos educacionales sobre los derechos humanos a todo lo largo de la ciudad, recibe e investiga denuncias de abusos contra los derechos humanos y presta asistencia legal y técnica a las víctimas de dichas violaciones.

Programa Para el Desarrollo y Paz en el Magdalena Medio (PDPMM)

Fue fundada en 1995 por el Centro de Investigación y Educación Pública (CINEP) en conjunto con la Diósesis de Barrancabermeja. Este es un programa a gran escala, muy importante, que lleva a cabo proyectos de desarrollo y resolución de conflictos en algunos de los lugares más problemáticos del Magdalena Medio.

Peace Brigades International (PBI)

Desde 1994, ha mantenido un programa en Colombia para proteger a los defensores de los derechos humanos y a las comunidades de personas desplazadas. Con una metodología no-violenta, los trabajadores de las Brigadas de Paz acompañan físicamente a las personas y organizaciones, efectúan visitas periódicas a las zonas de conflicto y se reunen regularmente con las autoridades locales, así como con las organizaciones no-gubernamentales. Actualmente, los voluntarios de PBI proceden de 12 paises de Norte América y Europa. La organización opera en Bogotá, el Magdalena Medio, Medellín y en la región del Urabá en el noroeste colombiano. En el Magdalena Medio, los voluntrios del PBI acompañan a los funcionarios de OFP, CREDHOS y ASFADDES.

(Fuente: Gobierno Colombiano, Defensoría del Pueblo, Resolución Defensorial No. 007 (Bogotá: Marzo 6, 2001).

Durante nuestra visita, era obvio que los paramilitares no habían desistido completamente de su intimidación contra las líderes del OFP. El 7 de marzo, miembros de las AUC entraron a una “casa de la mujer” en el nororiente de Barranca y destruyeron toda la literatura promoviendo un evento de la OFP en conmemoración del Día Internacional de la Mujer (marzo 8). Más tarde, ese mismo día, mientras asistía a una reunión para la preparación del evento del 8 de marzo, la Señora Becerra recibió una llamada a su celular de un extraño, informándole “que se preparara para lo que venía.”

Protegiendo a los Defensores de los Derechos Humanos

Qué se puede hacer para proteger a los apaleados grupos de derechos humanos en estas terribles circunstancias? Le preguntamos al nuevo alcalde de la ciudad, Julio César Ardila, anteriormente el personero municipal, cuya campaña de escasos fondos derrotó a la poderosa maquinaria del Partido Liberal, por medio de la colocación del logotipo de su campaña – una carita sonriente – por toda la ciudad. El Alcalde insistía que la permanente presencia militar a lo largo de la ciudad obligaría a los paramilitares a retirarse, retornando nuevamente la seguridad para los líderes comunitarios. “La gente no le tiene confianza a las Fuerzas de Seguridad porque vienen solo por un tiempo y luego se van. Nunca se quedan.” El General Carreño estuvo de acuerdo con esta crítica, echándole la culpa a la escasez de recursos. Agregó que uno de sus principales objetivos es incrementar de manera permanente el despliegue militar de la región.

Al preguntarles sobre esta propuesta a los grupos de derechos humanos y a los líderes comunitarios, todos estuvieron en desacuerdo. Algunos se reían a carcajadas. Dado el historial de colaboración entre militares y paramilitares, que continúa aun hoy en día, una mayor militarización de Barranca garantizaría su exterminación, más que su protección. Ellos no ven al Estado como su protector.

Los grupos cívicos piensan que únicamente con el apoyo de la comunidad internacional pueden cumplir con su trabajo en medio de la actual ofensiva paramilitar. Están solicitando, específicamente, dos tipos de ayuda a los extranjeros.

Primero, sostienen que la presión internacional puede lograr una gran diferencia. Declaraciones expresando preocupación, comunicados, respuestas a solicitudes de acción urgente y mensajes del Gobierno de Estados Unidos (incluyendo los miembros del Congreso) – cualquier indicación que la comunidad internacional está atenta – tiene gran efecto y se siente en todo Barrancabermeja.

Segundo, los grupos de derechos humanos en la ciudad están pidiendo, lo que ellos llaman “acompañamiento físico” – la presencia física de aliados internacionales a su lado en los eventos que celebran, en sus oficinas y aun en las calles. Aunque la presencia del PBI es esencial, nos informaron que los grupos también requieren visitas regulares de sus aliados en Norte América y Europa. Debido a los riesgos de seguridad, sería irresponsable de parte del CIP recomendar la visita de ciudadanos particulares a Barrancabermeja. Sin embargo, sí le aconsejamos a nuestras contrapartes en los Estado Unidos y Europa, quienes tienen los contactos necesarios y puedan tomar las precauciones necesarias para minimizar los riesgos, considerar la posibilidad de cumplir con las solicitudes “de acompañamiento” de los defensores de los derechos humanos de la ciudad. Es preferible buscar coordinar estas visitas por medio de sus redes, para así garantizar una máxima cobertura. Así mismo, hacemos extensivas las expresiones de agradecimiento de la comunidad de los derechos humanos de Barrancabermeja al Senador de Minnesota, Paul Wellstone, quien ha visitado la ciudad dos veces: una en noviembre del 2000 y otra en marzo del 2001.

Una Propuesta a Largo Plazo, Siempre y Cuando Exista la Voluntad Política

Sin embargo, la presión internacional y las visitas no son una solución a largo plazo. Desatar la maraña de violencia e inestabilidad de Barrancabermeja – preferiblemente antes de que se repita en otras ciudades colombianas de mayor tamaño – requiere que los colombianos tomen acción a nivel nacional. Los Estados Unidos también debe estar preparado para prestar asistencia importante en los momentos claves.

Ante todo, el Gobierno Colombiano debe hacer mucho más para detener a los paramilitares. Los colombianos no confiarán en la protección del Estado hasta que todos estén de acuerdo en que las relaciones entre militares y paramilitares efectivamente han sido rotas. Esto significa detener a los líderes paramilitares conocidos y responder rápidamente a los ataques y a las amenazas. También significa castigar a los miembros de las Fuerzas de Seguridad que ayuden y encubran a los paramilitares o que con conocimiento de causa permitan que sigan cometiendo abusos. Los Estados Unidos debe aplicar mucha presión, proveniente tanto del sector público como del privado, para que se lleve a cabo una operación anti-paramilitar mucho más intensa. Un canal poco utilizado, podría ser negarle visa americana a cualquier individuo del que se sepa con certeza esté apoyando económicamente a los grupos derechistas.

Aunque sea muy frustrante y se demore muchos años, el proceso de paz de Colombia necesita mayor apoyo, ya que es la forma más rápida de dar fin a la violencia y no mediante la escalada de una guerra hasta el cansancio. Tanto los oficiales militares como los defensores de los derechos humanos expresaron su creencia que el ELN honestamente desea la paz. Si el Gobierno se le enfrenta a los paramilitares y temporalmente entrega una zona desmilitarizada al otro lado del río, puede ser el camino para que el grupo rebelde más pequeño salga sin mayor violencia. También podría ser un ejemplo educativo para las FARC en cuanto a la viabilidad de entrar en unas negociaciones serias.

Finalmente, es notable que todos los con que hablamos – desde la Brigada hasta los barrios populares – estuvieran de acuerdo que Colombia no necesita otro gran paquete de ayuda militar de Washington. Las zonas conflictivas como Barrancabermeja y el Magdalena Medio necesitan asistencia económica y social. Ayuda para desarrollo puede aliviar la desesperación económica que fomenta el conflicto, y puede incrementar la confianza de los colombianos en la habilidad de su Gobierno de entregar lo que promete. Esta asistencia no debe ser impuesta desde arriba – debe ser diseñada en conjunto con las comunidades que la van a recibir. Debe evitar, así mismo, fortalecer involuntariamente a los paramilitares, quienes ya están promocionando su propio plan para el desarrollo del Magdalena Medio.

Le pregunté a varias personas acerca del argumento repetido una y otra vez por el Gobierno de los Estados Unidos, en el sentido que los proyectos de desarrollo no pueden funcionar solos, sino hasta que la ayuda militar proporcione un ambiente seguro. El Mayor Rodríguez, el oficial naval, respondió inmediatamente, “Hemos estado tratando de proporcionar condiciones de seguridad durante treinta años y no ha dado resultados. Los proyectos de desarrollo deben comenzar ya, aunque sea a pequeña escala. Si los proyectos tienen éxito, lograrán el apoyo de la población, quienes a su vez apoyarán al Gobierno. Es la mejor manera de debilitar a los grupos armados. Más armamento no va a solucionar el problema.”

Las soluciones propuestas no son particularmente innovadoras. Lo que ha faltado en Bogotá y Washington has sido la voluntad política de tomar los riesgos para que éstas viejas propuestas se vuelvan realidad. Seguimos esperando esfuerzos creíbles y de largo alcance para detener a los paramilitares, el apoyo inequívoco para las negociaciones de paz, y programas de asistencia económica en vez de dramáticas ofensivas militares.

Mientras esperamos, la OFP y sus colegas continúan tratando de llevar a cabo su trabajo. Durante uno de nuestros recorridos por los barrios nor-orientales controlados por los paramilitares, nos llevaron a unos comedores públicos donde venden comidas económicas para los residentes. Desde la loma se ve claramente las llamas de la refinería kilómetros abajo al lado del río. Un joven siguió a nuestro grupo y se paró afuera de la puerta, evaluándonos a todos. Todo el mundo se calló.

“Buenos días” le dijo una funcionaria de la OFP, mirándolo de frente.
“Buenos días” contestó.
Una pausa. “Le puedo servir en algo?”
“Ya están sirviendo almuerzo?” (Buena esa – eran apenas las diez de la mañana).
“No. Vuelva más tarde por favor”.

El observador paramilitar siguió su camino. La funcionaria continuó como si no hubiera pasado nada.


El Center for International Policy agradece a las Fundaciónes CarEth y Compton y al Stuart Mott Charitable Trust por el apoyo económico que hizo posible nuestra visita. Así mismo deseamos expresar nuestro más sincero agradecimiento a la oficina de Barrancabermeja del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas por sus consejos y asistencia.

CIP Oficial de Programas Adam Isacson (izq.) con el Presidente del CIP, Robert White (der.) en Barrancabermeja

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ISSN 0738-6508

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