Nosotros
manejamos una hipótesis, han dicho varias veces
los oficiales del gobierno de Estados Unidos. Si el mismo
campesino es fumigado tres veces, dejará de sembrar la
coca.
Si
esta hipótesis es cierta y el campesino deja la coca,
¿qué hará entonces, dado el abandono
del Estado? ¿Qué hará si sus cultivos
legales resultan fumigados por equivocación? ¿Qué
hará si vive por fuera de los cascos urbanos y las
carreteras cobijados por la estrategia de Seguridad
Democrática, si tiene que sobrevivir entre bandas
de izquierda y derecha que ven a su región como un
cajero automático de recursos ilícitos?
Traté
de encontrar respuestas a estas y otras preguntas durante
una visita a los departamentos de Putumayo y Nariño,
dos zonas en donde, desde el inicio del Plan Colombia, los
campesinos han sido fumigados tres veces o más. En
un recorrido auspiciado por las organizaciones colombianas
Minga y Codhes, y acompañado por líderes de
gobiernos locales, la Iglesia y varios sectores sociales,
visité lugares que me afectaron mucho.
Volví
a La Hormiga, Putumayo, cuyo casco urbano ofrece varias discotecas
pero carece de un sistema de agua. Visité Ricaurte,
en Nariño, donde los resguardos indígenas están
sufriendo golpes espantosos a manos de todos los grupos armados,
mientras las avionetas de fumigación los sobrevuelan.
Pasé por el Río Mejicano en Tumaco, donde comunidades
arraigadas de afrocolombianos ven sus cultivos de coca, coco
y cacao destruidos por los aviones de aspersión, la
presencia estatal más constante que jamás hayan
visto.
Concluí,
entonces, que la hipótesis de Washington tiene poca
razón. En el Putumayo, es cierto que muchos campesinos
dejaron de sembrar coca, al menos en el mismo sitio. Sin embargo,
si se había erradicado el 97% de la coca como
testificó un oficial del Departamento de Estado ante
el Congreso en Washington ha habido mucha resiembra.
Vi menos coca en el valle del Río Guamués de
la que había visto hace tres años. Pero también
vi muchos cultivos pequeños de matas bajas, a la altura
de mis rodillas. Los campesinos indicaron que, a pesar de
la fumigación, el negocio de viveros de coca va muy
bien. El precio de un kilo de pasta básica de coca
alrededor de $2 millones no ha subido desde antes
del Plan Colombia, lo que indica que la oferta sigue estable.
En
el Putumayo algunos sembradores de coca han dejado el cultivo
para aprovecharse de las oportunidades de desarrollo alternativo
que el gobierno de Estados Unidos ofrece. Hay proyectos que
están teniendo éxito. Otros se ven atrasados
por cuestiones de seguridad y la lenta entrega de servicios
por parte de las ONG contratadas para manejarlos. Escuché
y observé proyectos financiados por EU, dañados
por las fumigaciones de los últimos meses.
Otros
cultivadores de coca se han reubicado en otros sitios. Líderes
de las comunidades afrocolombianas e indígenas en Nariño
se quejan de la llegada a sus territorios de muchos putumayenses
después del inicio del Plan Colombia. Hasta hace cinco
años, el litoral nariñense casi no tenía
coca; hoy está en muchas partes. Así como los
grupos armados, la violencia y las avionetas de fumigación.
Mi
visita reveló algo que todos ya sabemos: sea fumigación,
Seguridad Democrática, o planes patrióticos,
una estrategia incompleta sólo rendirá resultados
limitados. La fumigación únicamente da una prueba
parcial a la hipótesis de Washington: en la práctica,
el hecho de fumigar sin ofrecer suficientes alternativas,
no hace más que reducir la coca en una zona específica,
por un plazo específico.
Y
plantea otro resultado de esta estrategia parcial: fortalecer
lo militar sin hacerlo en otros frentes del Estado maestros,
jueces o inversión social no lleva a la seguridad.
Los paramilitares son capaces de matar diariamente con impunidad.
La guerrilla se muestra capaz de seguir destruyendo infraestructura
vial y petrolera, y mantiene el control en zonas estratégicas.
Y en síntesis, en el Putumayo, el Plan Colombia ha
mejorado las condiciones de seguridad para las avionetas de
fumigación, pero no la seguridad de los putumayenses.
*
Adam Isacson es oficial de programas en el Centro para las
Políticas Internacionales, un grupo de investigación
en Washington.
As
of May 17, 2004, this document was also available online at
http://www.elespectador.com/2004/20040516/nacional/nota3.htm