La
relación militar entre EU y América Latina está
cambiando rápidamente, a medida que la guerra contra
el terrorismo va reemplazando a la guerra fría
y la guerra contra las drogas como la misión principal
de los programas de ayuda militar. El alcance de la ayuda militar
dentro de nuestro hemisferio está aumentando en forma
sostenida.
El
gobierno estadounidense entrenó a 22.855 soldados y policías
de América Latina y el Caribe en 2003. Así las
Américas superan toda otra región del mundo, incluso
el Medio Oriente. Esto representa un incremento de 50 por ciento
sobre 2002; casi todo se debió a una duplicación
del número de colombianos entrenados. Colombia ya lleva
tres años como el mayor receptor mundial de entrenamiento
militar estadounidense, con más entrenados que Iraq (9.210).
Gran
parte de este entrenamiento fueron cursos de infantería
ligera (light infantry), que enseña habilidades
militares básicas y tradicionales como táctica
de unidades pequeñas, operativos en terrenos difíciles,
comunicaciones y puntería, capacidades y tácticas
típicas de la contrainsurgencia al estilo del siglo XX.
La
única cosa que tal vez puede reducir el monto de ayuda
militar es el congelamiento de algunas categorías de
esta ayuda para castigar a los países que no otorgan
inmunidad de la Corte Penal Internacional al personal estadounidense.
Aunque Colombia sí aprobó esta inmunidad, doce
países de la región no han tomado este paso y
ahora ven a millones de dólares de su ayuda militar recortados.
Mientras
Estados Unidos, empujado dentro de su burocracia por el muy
influyente Comando Sur, sigue los imperativos de guerra mundial
antiterrorista, en las Américas se observa la repetición
de un fenómeno desafortunado. EU continúa fomentando
prácticas, programas y doctrinas militares tendientes
a borrar la línea divisoria entre las funciones civiles
y militares, en especial la creación de nuevas misiones
internas para militares.
En
la mayoría de las democracias duraderas, los militares
que toman decisiones dentro de una estructura jerárquica
vertical se dedican a la seguridad externa y dejan las
cuestiones de seguridad interna (cuando no hay guerra civil),
la política y el desarrollo a las autoridades civiles.
Pero
Estados Unidos está borrando esta línea en América
Latina, con una emergente doctrina antiterrorista de soberanía
eficaz, que ve a espacios sin gobernarse como
amenazas que requieren respuesta militar. Aunque Colombia y
Perú son los únicos países en la región
con grupos en la lista de terroristas que mantiene Washington,
el gobierno Bush está buscando fortalecer capacidades
hemisféricas de responder militarmente a amenazas internas
no tradicionales. Estos son algunos de los principales
hallazgos de Diluyendo las Distinciones, un nuevo informe que
acaba de publicar mi organización, el Centro para las
Políticas Internacionales, CIP, junto con dos más,
la WOLA y el Grupo de Trabajo sobre Asuntos Latinoamericanos,
LAWG.