Home
|
Analyses
|
Aid
|
|
|
News
|
|
|
|
Last Updated:2/14/05

"De Faluya al Plan Patriota," por Adam Isacson, El Espectador (Colombia), 13 de febrero de 2005


Todos los extranjeros que nos preocupamos por Colombia queremos expresar nuestras condolencias a las familias de las víctimas de la reciente ola de ataques guerrilleros que ha consumido lugares como Iscuandé, Puerto Asís, Vistahermosa y Mutatá. Los muertos de ambos lados son muchachos quienes escogían la vía de las armas porque no estaban presentándose otras oportunidades.

Son las últimas de las miles de vidas perdidas por este conflicto. Y sí es un conflicto. Claro que es “una guerra inútil, costosa y sin gloria”, en las palabras del general retirado Alfonso Mejía Valenzuela. Pero negar su calidad de conflicto armado, insistiendo –como repetidamente hace el presidente Uribe– que no existe nada más que una molestia terrorista, es revelar un distanciamiento preocupante de la realidad vivida.

Y la realidad se ha vuelto a sentir con fuerza en las últimas dos semanas, con la peor escalada de violencia guerrillera en el gobierno de Uribe.

Tanto aquí en Washington como en Colombia, muchos están preguntando: ¿Ya ha terminado la supuesta retirada táctica de la guerrilla? Quién sabe. Tal vez no lo sabe el mismo Secretariado. Pero dos características de los últimos ataques indican que lo que está pasando ahora sí es algo distinto. Primero, la guerrilla escogió atacar objetivos militares en vez de civiles (con la excepción de los retenes en la carretera Pasto-Tumaco del 7 de febrero). Segundo, se nota que los enfrentamientos ocurrieron por fuera de la zona del Plan Patriota (con excepción de lo de Vistahermosa del 2 de febrero).

El hecho de que las Farc estén haciendo su daño en otros rincones del país debe recordarnos la reciente experiencia de los Estados Unidos en Iraq. Específicamente, hay importantes paralelos entre el Plan Patriota y el ataque a la ciudad de Faluya en noviembre del año pasado.

Faluya, una ciudad de 250.000 personas en el ya famoso “triángulo Sunni”, para noviembre de 2004 se había convertido en una fortaleza de la insurgencia antiocupación. Poco después de las elecciones presidenciales de noviembre, Estados Unidos movilizó miles de tropas, sitiando y después invadiendo la ciudad. La vasta mayoría de la población huyó antes del inicio de las hostilidades. Al parecer, también salieron la mayoría de los insurgentes, dejando en la ciudad una retaguardia de francotiradores y equipos de emboscada.

Claro que la operación militar fue exitosa; las fuerzas estadounidenses se apoderaron de la ciudad en una semana. Pero al mismo tiempo se notó un triunfalismo exagerado. El jefe de los marines en Faluya, el general John Sattler, dijo que el ataque “le rompió la espalda a la insurgencia, y le hemos quitado este santuario. Yo personalmente creo que, en todo el país, esto les va a dificultar mucho su capacidad de operar”.

En pocos días, el triunfalismo se calló. La insurgencia lanzó grandes ataques en otras partes de Iraq, como en la previamente tranquila ciudad de Mosul, mientras otras ciudades, como Ramadi, Samarra y el mismo Bagdad, empeoraron. Enero resultó ser el mes más violento del conflicto. Mientras las recientes elecciones fueron un paso positivo que todos aplaudimos, los niveles de participación resultaron ser bajísimos en el triángulo sunni.

Cuatro meses después, Faluya es una ciudad destruida. Los esfuerzos de reconstrucción siguen incipientes y andan despacio. La población, volviendo poco a poco, está enojada y desmoralizada. El New York Times informó en enero: “Hasta los que todavía tienen casas intactas, se están preguntando si sus familias pueden reasumir una vida decente en un lugar sin luz, agua, escuelas o negocios; en una ciudad llena de ruinas con un toque de queda estricto, ocupado por marines y tropas iraquíes que todavía sostienen tiroteos diarios con la guerrilla”.

Volvamos a Colombia. Hace más de un año, 17.000 miembros de las Fuerzas Armadas colombianas empezaron una ambiciosa ofensiva para conquistar una fortaleza tradicional de las Farc. Al parecer, muchos de las habitantes de lugares como Peñas Coloradas o Miraflores huyeron ante la llegada de los soldados y las avionetas de fumigación. Y también se fue la vasta mayoría de los integrantes de las Farc, dejando atrás campamentos vacíos, cocales desprotegidos y un reducto de francotiradores, equipos de emboscada y sembradores de minas.

También se ha escuchado triunfalismo en el caso del Plan Patriota. “Las Farc han intentado pasar a una ofensiva, pero no han podido. Militarmente están en una evidente retirada, mientras que en el ámbito político y social están débiles y sin apoyo”, dijo en diciembre el general Reinaldo Castellanos, jefe del Ejército colombiano. Con palabras parecidas a las del general Sattler, el encargado de América Latina del Departamento de Estado de Bush padre, Bernard Aronson, le dijo a un periodista en diciembre que “Uribe les ha roto la espalda a los insurgentes, su estrategia está funcionando”.

En este caso, también el triunfalismo es prematuro. Las Farc, como acabamos de ver, siguen con una fuerte capacidad de operar en todo el territorio del país. Mientras tanto, pocos de los habitantes de la zona del Plan Patriota han visto sus vidas mejoradas por la ofensiva: aunque no han visto la llegada de doctores, maestros, jueces o constructores de infraestructura, sí han visto detenciones masivas y fumigaciones. (Esto a pesar de que el documento de Seguridad Democrática del Ministerio de Defensa discute la necesidad de introducir, de manera coordinada, la parte civil del Estado en regiones militarmente recuperadas).

El Iraq pos-Faluya y los ataques guerrilleros de este mes nos recuerdan algo que ya debe ser obvio: las ofensivas militares –aunque muy caras y ambiciosas– no bastan. Recuperar el territorio no es simplemente introducir una presencia militar: es fortalecer la legitimidad del Estado introduciendo en la zona los servidores públicos que no llevan uniformes. Y olvidarse de la ficción de que “no hay conflicto” en Colombia.

* Director de programas del Centro de Política Internacional de Washington.

As of February 14, 2005, this document was also available online at http://www.elespectador.com/2005/20050213/paz/nota3.htm

Google
Search WWW Search ciponline.org

Asia
|
Colombia
|
|
Financial Flows
|
National Security
|

Center for International Policy
1717 Massachusetts Avenue NW
Suite 801
Washington, DC 20036
(202) 232-3317 / fax (202) 232-3440
cip@ciponline.org