Por
fin el Congreso estadounidense aprobó el proyecto de
ley de ayuda al exterior para 2006. Y los del gobierno de Uribe
deben estar infelices.
Ellos
están acostumbrados a ganar sus batallas legislativas
en Washington, y en la nueva ley de ayuda, ganaron casi todo
lo que pidieron. Pero su victoria estuvo muy lejos de ser total.
Esta vez, los críticos de la política actual sí
hicieron mella.
La
ayuda no sufrió grandes cambios en su monto total: US$483,5
millones irán a Colombia por medio del programa Iniciativa
Antidrogas Andina, más otros US$250 millones en
ayuda militar por otros rubros presupuestales. Pero esta vez
el monto incluye un nivel récord de ayuda económica
y social, unos US$158,6 millones US$6 millones más
que en 2005.
Por
supuesto, sólo es un incremento de 4 por ciento, pero
este incremento requiere una reducción similar de la
ayuda militar, algo que nunca había pasado. Aunque esto
no puede considerarse un cambio de rumbo, sí es un freno
al momentum militarista de los últimos años.
Pero
la derrota más grande tuvo que ver con la ayuda al proceso
paramilitar, que sigue bastante cuestionado entre miembros de
ambos partidos en Washington. Se sabía que el gobierno
de Uribe esperaba una contribución de hasta US$80 millones
para la desmovilización y la reinserción; según
el Ministerio de Interior y Justicia, estos esfuerzos costarán
US$180 millones (400 mil millones de pesos) en 2006.
El
gobierno de Bush no quería negar una solicitud hecha
por su mejor aliado en Suramérica. Pero es aparente que
no gastaron mucho capital político en un esfuerzo de
lobby. El Congreso resultó aprobando una suma casi simbólica
de US$20 millones. Aunque ese monto suena grande, no lo es:
iguala el costo de un medio helicóptero Black Hawk (los
Estados Unidos le ha dado a Colombia más de 25 Black
Hawk desde 1999).
Probablemente
iguala las ganancias de Don Berna o Vicente Castaño en
un trimestre típico. Mientras es posible que más
ayuda al proceso viniera en 2006 por medio de una solicitud
de presupuesto adicional, pocos ven ahora esa posibilidad.
La
derrota del gobierno Uribe se pone de relieve cuando uno lee
el texto de las condiciones que rigen sobre estos US$20 millones.
Aunque estas condiciones están más suaves que
las que aprobó el Senado en su versión de la ley
en julio, siguen bastante fuertes. El Senado cedió ante
la Cámara cuya versión de la ley no incluía
condiciones en el tema de los derechos humanos, abandonando
una prohibición de ayuda al proceso si no hubiera castigo
proporcional de crímenes de lesa humanidad. Pero
quedó firme en lo que tenía que ver con el desmonte
del paramilitarismo y la extradición de los altos mandos.
La
ley especifica que los US$20 millones no pueden gastarse en
la desmovilización de individuos hasta que se certifique
que ellos (a). han renunciado y terminado cualquier afiliación
con grupos terroristas u otros grupos armados ilegales; y (b).
están cumpliendo los requisitos del Programa Colombiano
de Desmovilización, incluso el haber revelado su participación
en crímenes pasados, su conocimiento de la estructura
del grupo, sus fuentes de financiamiento y sus bienes ilegales.
Entonces la ayuda al proceso se pondrá en jaque si surgieran
evidencias de que los ex paramilitares están participando
en nuevas estructuras violentas.
Las
condiciones también requerirán que los desmovilizados
den una versión libre mucho más completa que la
contemplada por la Ley de Justicia y Paz. La ley también
prohíbe el uso de estos US$20 millones hasta cuando el
Departamento de Estado certifique que el Gobierno colombiano
está cooperando plenamente con el gobierno de los
Estados Unidos en la extradición de los líderes
o miembros de grupos terroristas, quienes están pedidos
por la justicia de los Estados Unidos. Sí, este
lenguaje es vago. Pero es difícil imaginar al Departamento
de Estado certificando que la presencia de Don Berna en una
suite de Itagüí es un ejemplo de cooperación
plena.
Estas
condiciones serán difíciles de satisfacer, y hacerlo
sólo liberará un monto relativamente pequeño
de dinero. Este proyecto de ley, entonces, no puede verse como
un espaldarazo al proceso con los paras. Es un apoyo
nominal a un proceso que sigue sin credibilidad.
*
Director de programas del Centro de Política Internacional
de Washington