Opinión
Internacional
Interconexión energética, vista desde Washington
Adam
Isacson *
El
gobierno de los Estados Unidos no está muy preocupado
por la construcción de un nuevo gasoducto entre Venezuela
y Colombia. Asimismo, Washington no se quejó públicamente
después de la nacionalización del sector de gas
en la Bolivia de Evo Morales.
La
razón es fácil: Estados Unidos no vive de importaciones
del gas. Según la Asociación de Oferta del Gas
Natural (Natural Gas Supply Association), Estados Unidos sólo
importa 15 por ciento del gas que utiliza, casi todo de Canadá.
De hecho, Estados Unidos exporta su gas a México.
Entonces
el gobierno de George Bush no tendría grandes razones
de quejarse por la construcción de un gasoducto entre
Maracaibo y La Guajira. La mayor duda vendría de su rechazo
general a cualquier iniciativa que huela a Hugo Chávez.
Entonces el papel dominante de PDVSA en el gasoducto tal vez
incomoda.
Además,
probablemente hay decepción por esta evidencia de que
Álvaro Uribe no quiere participar en el esfuerzo estadounidense
de aislar a Chávez. En cambio, el presidente colombiano
ha privilegiado sus intereses comerciales en vez de, como le
solicitó George Bush durante su última visita
a Washington, servir como nuestro hombre en los Andes.
Entonces
lo que tiene que ver con el gas no molesta mucho en Washington.
Pero si el gasoducto bajo construcción fuera un oleoducto,
la reacción estadounidense sería bastante distinta,
y mucha más fuerte.
Estados
Unidos importa 4 millones de barriles diarios de petróleo
latinoamericano, principalmente de Venezuela, Ecuador y México.
Esto representa casi 30 por ciento de las importaciones estadounidenses
del petróleo, y más del 20 por ciento de todo
el petróleo que el país utiliza.
La
estabilidad del flujo del petróleo desde América
Latina sí es una fuente de preocupación en Washington.
A finales de junio el Financial Times de Londres reportó
sobre un informe interno del Comando Sur expresando preocupación
por el crecimiento del nacionalismo de recursos naturales
en la región. La tendencia hacia la nacionalización,
dice el informe militar, puede incrementar ineficiencias
y complicar el suministro petrolero. En marzo, una audiencia
en la Cámara de Representantes expresó preocupaciones
sobre disturbios en el mercado petrolero hemisférico
debido a recientes tendencias políticas.
Mientras
tanto, la reciente confiscación de las instalaciones
de Occidental Petroleum en Ecuador enojó tanto al gobierno
de Bush, que sus representantes se pararon de la mesa de negociación
del Tratado de Libre Comercio. Y por el interés de Ecopetrol
en invertir en esos pozos ecuatorianos, Álvaro Uribe
recibió un sorpresivo regaño de Condoleezza Rice
durante su visita a Washington.
Cada
vez que Hugo Chávez especula sobre la posibilidad de
boicotear las ventas petroleras a los Estados Unidos, el gobierno
estadounidense toma nota y se preocupa. Pero para Chávez
no es una opción realista parar las ventas a su principal
cliente.
Venezuela,
sin puerto en el Pacífico, no puede alcanzar fácilmente
a los mercados alternativos asiáticos, especialmente
la creciente demanda de China. Con respecto al petróleo,
Hugo Chávez y George Bush se necesitan mutuamente, al
menos por el momento.
Esta
situación de codependencia puede romperse, sin embargo,
si Colombia y Venezuela progresan hacia otro proyecto mutuo
que han ido discutiendo: la construcción de un oleoducto
desde Venezuela, a través de Colombia, llegando a un
puerto del Pacífico colombiano.
Así
Venezuela sí tendría mucho mayor acceso en la
demanda asiática, y dependería mucho menos del
mercado estadounidense. Con sus ventas mundiales del petróleo
diversificadas por un oleducto trans-colombiano, Hugo Chávez
sí podría pensar en la posibilidad de vender menos
a los Estados Unidos o boicotear completamente a los gringos.
Entonces,
si los planes para construir este oleoducto logran avanzar,
podemos esperar unas fuertes presiones desde Washington para
dar fin al proyecto.
*
Director de Programas, Centro para las Políticas Internacionales,
Washington.