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Last Updated:8/9/01
Discurso del Presidente Andrés Pastrana, 7 de agosto del 2001
Hoy es un día muy especial para Colombia, para nuestro Ejército Nacional y para mí, como mandatario de los colombianos, pues en esta fecha se cumplen varios aniversarios memorables.

Hoy 7 de agosto, hace 182 años, en los campos gloriosos de Boyacá, las tropas patriotas comandadas por Bolívar y Santander libraron la batalla que determinó la independencia de nuestra tierra y el inicio de la independencia de toda la región suramericana.

Hoy 7 de agosto se celebra, por ello, en homenaje a las valientes tropas que lucharon por nuestra libertad, el Día del Ejército Nacional, como un tributo a los hombres y mujeres que hoy, con el mismo valor y compromiso de aquellos héroes de 1819, siguen defendiendo los más altos valores de la patria.

Pero hoy 7 de agosto de 2001 también se están cumpliendo tres años exactos desde el momento mismo en que juré ante el Dios de Colombia dirigir el destino de mi país, en el marco de la Constitución y las leyes, hacia un horizonte de mayor paz, progreso y justicia social.

Por eso, al iniciar el último año de mi mandato, quiero compartir con ustedes en este escenario propicio que congrega a los admirados soldados de Colombia, algunas de las acciones concretas que mi Gobierno está ejecutando en la búsqueda de ese objetivo que nos congrega a todos: la paz.

El Presidente de La República tiene la obligación de visualizar una Colombia pacífica con un gran desarrollo posible y de comprometerse en alcanzarlo. Una Colombia próspera para todos los colombianos es una meta cierta, y la paz es la única vía para construirla.

Y hoy quiero hablarles, precisamente, de la paz, pero no de la paz entendida sólo como la mesa de negociación en el Caguán, sino como un todo. El proceso de paz va mucho más allá. El proceso de paz es mucho más que la mesa: es también la presencia internacional como garante y acompañante de la solución del conflicto, es la ejecución del Plan Colombia, es la lucha frontal que le hemos dado al narcotráfico bajo el principio de la responsabilidad compartida con la comunidad internacional, es el fortalecimiento de nuestras Fuerzas Armadas y, claro está, es el avance de las negociaciones con la guerrilla.

La paz en cualquier proceso siempre ha significado un enorme sacrificio. Este sacrificio es un llamado a los colombianos para que sean conscientes de la importancia de la participación y el compromiso de todos para alcanzar esta meta anhelada.

Yo recuerdo que el General Barreiro, el mismo orgulloso jefe de las legiones realistas, antes de ser derrotado en Boyacá, hablaba del ejército patriota como de un "ejército de pordioseros". Pero fue ese ejército el que, con un coraje sin igual, se alzó con la victoria contra sus hombres bien armados.

Hoy no queremos en Colombia "ejércitos de pordioseros", así suplan las carencias con valentía. Queremos un Ejército fuerte, moderno y también victorioso y estamos trabajando unidos para lograrlo. Sin duda, en 1998 el país tenía unas Fuerzas Militares y de Policía vulnerables, insuficientes para proteger la vida y bienes de los colombianos. Hoy podemos decir con satisfacción en frente de los soldados de la Patria que tenemos una Fuerza Pública poderosa, capacitada, profesional, tecnológicamente dotada, con la moral en alto, lista para afrontar y ganar cualquier enfrentamiento que nos planteen los enemigos de la convivencia en armonía. ¡Una Fuerza Pública comprometida con el pueblo colombiano!

Las Fuerzas Armadas que dejaremos a Colombia serán las Fuerzas Armadas más grandes, fortalecidas, modernas y profesionales de toda su historia. Para ello, hemos incrementado el número de soldados profesionales en un 150%, pasando de 22.000 en 1998 a 55.000 hoy. Además, también estamos incrementando el contingente de soldados regulares, los cuales han pasado de 57.000 en 1998 a 73.000 este año y llegarán a 103.000 en el año 2004. Tenemos una meta bien ambiciosa pero la estamos cumpliendo: Con lo hecho hasta ahora y con el continuo desarrollo del Plan Fortaleza en los años subsiguientes, para el año 2004 tendremos un pie de fuerza total de cerca de 160.000 hombres. ¡El doble de lo que teníamos en 1998!

El establecimiento y puesta en marcha de la Fuerza de Despliegue Rápido, que cuenta con 5.000 hombres, ha vigorizado la capacidad de nuestra Fuerza Pública y ha devuelto a los colombianos la tranquilidad y la confianza en su Ejército. Antes de finalizar noviembre de este año se les sumará un nuevo contingente de 2.500 hombres con sus helicópteros para fortalecer la acción del Ejército en zonas como Antioquia, Urabá, la Costa Atlántica, el Valle, Cauca y el Suroccidente, los Santanderes y el oriente del país.

También han sido fundamentales las Brigadas Móviles, la Brigada contra el Narcotráfico --que ya tiene operando tres batallones--, la Central de Inteligencia Conjunta y la Brigada Fluvial de Infantería de Marina de la Armada Nacional, cuya acción combinada ha propinado los más duros golpes a los violentos.

Adquirimos también más y mejores equipos. Yo recibí una Fuerza Pública que contaba apenas con 4 helicópteros pesados artillados y 72 helicópteros para el transporte de tropas y materiales. Al terminar este año, tendremos 16 helicópteros pesados artillados y 154 para transporte. En otras palabras: ¡Hemos cuadruplicado el número de helicópteros artillados y más que duplicado el número de helicópteros de transporte!, con lo cual estamos garantizando la movilidad y eficacia de nuestras tropas.

En la Policía Nacional, entre tanto, contamos con 102.000 hombres y mujeres que responden a las necesidades de seguridad ciudadana y presentan resultados satisfactorios. Por labores conjuntas de la Fiscalía, el Gaula y la Dirección de Inteligencia de la Policía, en Colombia se ha reducido el secuestro en cerca del 30% y estamos terminando 8 bases especializadas para contrarrestar este atroz delito.

Además, a partir de este año y hasta el 2003 vamos a desarrollar un importante Plan de Fortalecimiento de la Policía Rural, incrementando en 10.000 efectivos el número de carabineros, para que vuelva la Policía a los 192 municipios que hoy no cuentan con su presencia permanente.

También luchar contra el negocio de las drogas ilícitas, cuyos dineros sucios financian la violencia, es trabajar por la paz. En lo corrido de mi gobierno hemos erradicado 174.000 hectáreas de coca y 19.800 hectáreas de amapola; hemos destruido 1.732 laboratorios y 305 pistas clandestinas, y hemos incautado más de un 1 millón 800 mil kilos de insumos sólidos y 2 millones 400 mil galones de insumos líquidos, entre otros dicientes resultados.

El narcotráfico es la causa principal de la difícil situación por la que atraviesa Colombia. El origen del conflicto y de la corrupción se debe a los narcotraficantes y a la fuerza de sus dominios, que se imponen con amenazas y con la compra de conciencias. La mayor fuente de financiación de la guerrilla y de los grupos de autodefensas es también el narcotráfico. Una guerrilla próspera y rica es, sin duda, una guerrilla con la que se hace más difícil negociar la paz.

Pero a la vez que combatimos la fuente de oferta de drogas ilícitas, continuamos con nuestro propósito de que los países consumidores acepten su corresponsabilidad en este complejo problema. El mundo tiene que entender que sin demanda no hay oferta y que, eliminándola, el problema del narcotráfico tocaría a su fin.

Los países consumidores y proveedores de insumos básicos para el procesamiento de drogas no pueden quedarse indiferentes a la situación que vive Colombia, pensando que el problema se limita a cuidar la salud de sus habitantes y siendo simples espectadores de los acontecimientos que tienen origen en nuestra lucha por combatir y acabar con el narcotráfico.

En los Estados Unidos el consumo supera las 300 toneladas por año y en Europa las 200 toneladas. Además, las armas, los precursores químicos proceden ilegalmente de allí y millones de millones de dólares circulan por sus mercados financieros con relativa libertad.

Si algo hemos hecho en estos tres años de gobierno ha sido consolidar en el mundo entero la tesis de la responsabilidad compartida para que toda la comunidad internacional asuma su parte en la lucha contra las drogas, sin dejar todas las cargas sobre nuestro país. ¡No hemos pedido caridad, ni siquiera solidaridad! ¡Lo que hemos exigido y estamos obteniendo con mucho éxito es que el mundo se haga también responsable de sus hechos y con nuestro país!

Me inquieta el desánimo que muestran los líderes de opinión y la ciudadanía sobre el proceso de paz. Los sorprende la lentitud de las negociaciones, el poco avance aparente, la escasez de hechos de paz tangibles; las contradicciones entre las palabras bienintencionadas y los actos violentos.

Frente a estas dudas y falta de confianza podemos tomar dos caminos: el de la crítica destructiva al proceso o el de la mirada objetiva sobre los avances significativos que hemos logrado en todos los frentes, no sólo mirando con miopía la paz del Caguán como la única vía.

Es importante resaltar que hemos logrado, además, hacer presente la realidad del conflicto ante los ojos de la comunidad internacional en su verdadera dimensión, lo cual ha expuesto ante ella el comportamiento absurdo de quienes persisten en la violencia y ha generado el respaldo de organismos multilaterales, Estados y ONG a nuestros esfuerzos ingentes por humanizar el conflicto.

En el corazón de la Colombia posible que expuse antes de asumir este cargo está la paz. Sin paz todos nuestros esfuerzos en otros campos serán vanos, como lo ha demostrado la historia del país.

Por eso, a las FARC y al ELN les hablo también desde este escenario de la institucionalidad colombiana:

En los últimos años sus compatriotas que somos blanco y víctimas de sus acciones bélicas hemos sido testigos de cómo ustedes son cada vez más crueles y despiadados en su afán de mantenerse en contra de los deseos y la voluntad de todos, disponiendo de armas más sofisticadas para matar y para destruir, suministradas por esa otra muerte que son las drogas.

Estamos preparados para enfrentarlos en todos los campos: el de las conversaciones civilizadas que propongan soluciones definitivas para la paz de nuestro país, como mi gobierno ha ofrecido con infinita generosidad y en el limite de la paciencia, pero también en el de la guerra que están realizando. Y les repito, ante mis soldados y mi pueblo, que seremos inflexibles contra aquellos que se opongan e intenten destruir a los que queremos alcanzar la paz.

Infortunadamente, hoy tengo que contarle a la nación que los últimos acontecimientos relacionados con el proceso de paz con el ELN no son positivos y muestran la falta de voluntad de esa organización para avanzar en un proceso de paz.

Mi Gobierno ha hecho, de manera responsable, todos los esfuerzos que han estado a su alcance para llegar a un acuerdo que nos permita instalar la mesa de negociación con esta organización insurgente y celebrar la denominada Convención Nacional

En las reuniones celebradas en Venezuela, al igual que en otras dos ocasiones anteriores, el Gobierno le manifestó a ese grupo guerrillero su determinación de iniciar el proceso y decretar una zona de encuentro. Sin embargo, cuando todo avanzaba satisfactoriamente y la pasada semana se afinaban ya los últimos detalles para la pronta ejecución e implementación del proceso de paz con este grupo, el ELN sorpresivamente introdujo elementos y condicionamientos ya superados, con lo cual se frustran los propósitos que estaban a punto de alcanzarse.

Incluso, para solucionar las dificultades planteadas, el Gobierno presentó una serie de alternativas para iniciar al proceso de paz. Propusimos implementar la zona de encuentro de forma gradual; realizar las negociaciones de paz en el exterior; reducir el tamaño de la zona de encuentro para facilitar el rápido inicio del proceso; modificar la ubicación de la zona de encuentro y, por último, planteamos la posibilidad de dar comienzo las negociaciones y la Convención Nacional en el exterior con miras a trasladarlas posteriormente a Colombia. Todas estas alternativas y opciones fueron rechazadas sistemáticamente por el ELN, poniendo así en duda su real voluntad de paz.

Ante estos hechos y ante la posición obstinada del ELN de mantener congelado el proceso, he determinado suspender las conversaciones con el Ejército de Liberación Nacional.

Quiero reiterar hoy, a tres años de haber iniciado mi mandato, que sigo siendo un convencido de que la búsqueda de una salida política y negociada al conflicto es la única vía que nos conducirá hacia una paz sólida y duradera. Durante mi mandato, hasta el último día, siempre estarán abiertas las puertas del diálogo, pero el diálogo tiene un requisito previo que se llama voluntad.

Los grupos guerrilleros deben entender que llegó el momento de darle un verdadero contenido a la palabra paz, un contenido que nos lleve a acciones concretas de no violencia, solución política negociada y justicia social, que son la perspectiva y el derecho de quienes imaginamos una Colombia sin guerrilla ni autodefensas, sin continuas violaciones al Derecho Internacional Humanitario, que nos convoque alrededor de la inaplazable necesidad de vivir en un país libre y en armonía.

También las autodefensas deben ser concientes de que no pueden seguir sembrando de sangre y obstáculos, como lo vienen haciendo, el camino de la paz. A ellos los seguiremos combatiendo con toda la fuerza del Estado, como se combate a todos quienes atentan contra la vida y tranquilidad de los habitantes de nuestra patria. El pueblo colombiano les exige, hoy más que nunca, que también le den una oportunidad a la paz en nuestro país.

Los colombianos creemos en la paz y desde todos los credos vamos a orar por ella. Por eso los invito desde ya para que dentro de exactamente dos meses, el 7 de octubre a las 12 del día, todos destinemos un minuto de silencio a orar por la paz. La oración colectiva de 40 millones de colombianos será también un aporte espiritual al logro de nuestro objetivo.

Apreciados amigos y miembros del Ejército Nacional:

Me siento feliz de poder compartir hoy con un Ejército que está a la ofensiva por Colombia, un Ejército que es el mejor aliado de los campesinos y de los humildes del país, un Ejército que ha demostrado a través de su historia que es siempre respetuoso y defensor de las instituciones democráticas.

Hoy hago un especial reconocimiento a aquellos oficiales, suboficiales, soldados y civiles distinguidos que reciben la Orden del Mérito Militar "Antonio Nariño" y la Orden del Mérito Militar "José María Córdova". Todos ustedes llevarán desde hoy la insignia de gloria de dos próceres colombianos que atestigua su compromiso con la patria y con sus compatriotas.

También quiero felicitar muy especialmente al General Jorge Enrique Mora Rangel quien, como yo, cumple también 3 años al mando de su querido Ejército, de nuestro querido Ejército, del Ejército de todos los colombianos. De su mano firme y valiente, y de la del General Fernando Tapias, hemos adelantado una transformación que redundará en beneficio de todos los que habitamos este suelo de esperanza.

No podemos sembrar violencia y recoger paz. Tenemos la obligación conjunta de recuperar la fe. Y es precisamente con esa fe como podremos borrar nuestras discrepancias y trabajar juntos para defender la paz y la libertad. Hoy los invito a que no dejemos apagar la llama de la paz.

La labor que estoy realizando desde el Gobierno está encaminada a dejarle a todos los colombianos un país más próspero, más preparado para un futuro que sobrepasa mi mandato presidencial, y, aún en medio de las más duras criticas de nuestros contradictores, con resultados contundentes como los que les presenté hoy y los que tenemos que seguir consiguiendo entre todos.

El tiempo que falta es el más importante, porque es el tiempo de los resultados. Primero sembramos, ahora nos llegó el momento de recoger la cosecha, una cosecha que disfrutaremos y compartiremos con generosidad entre todos los socios de esta Empresa Colombia.

Hoy quiero invitarlos a compartir un gran propósito común. Los invito a apoyar nuestro trabajo en este último cuarto de Gobierno. Los invito a tener la fe obstinada que yo tengo en nuestro destino como país y que quisiera que todos compartiéramos: un destino lleno de dignidad, tolerancia y progreso, sin desigualdades y en paz.

Los invito a renovar de corazón, a comprometernos de lleno a construir la nueva nación. Una nación que sea ejemplo para el mundo por su respeto a la vida, por su búsqueda consistente y colectiva de la felicidad.

Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar. Tenemos que aprender a preguntarnos cuáles son los pasos que nos permitirán tener una Colombia unida, libre y en paz. Porque en el camino que ya emprendimos no hay lugar para retroceder: sólo nos queda acercarnos a la meta.

Poseemos un país privilegiado que, a pesar de todo, no han podido destruir los terroristas; rico en recursos naturales, rico en bienes y espíritu, rico en hombres y mujeres extraordinarios, que han demostrado su grandeza en medio de la incertidumbre. Porque nuestra riqueza está en las personas, en su capacidad de trabajo y de lucha, es nuestro deber comprometernos en mejorar las condiciones de vida de todos.

Tenemos la responsabilidad histórica y el reto de transformar a Colombia en un territorio de paz, trabajando juntos para un futuro de progreso en justicia social donde se respeten los derechos de cada colombiano, por una Colombia mejor para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.

Ese es mi empeño y mi compromiso con ustedes y no pasará un minuto de este año que me queda al frente del Gobierno en el que no esté trabajando, sin pausa, por alcanzar una Colombia mejor para todos.

Muchas gracias

As of August 9, 2001, this document was also available online at http://www.presidencia.gov.co/webpresi/noticias/2001/agosto/07/2001080703.htm

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