Esta dinámica permitió
a los asistentes, abordar con mayor profundidad y con la mirada desde
la región, estos ejes problemáticos.
5.1. Militarización
del Putumayo
Frente a al primer
tema los participantes destacaron la difícil situación por la que atraviesa
la población que no participa del conflicto pues los grupos armados
han agudizado la polarización y quien no está con ellos lo ven como
enemigo. Además los líderes hicieron énfasis en que “la misma población
le hace el juego a la militarización desde todo punto de vista, ya que
aceptamos todas las situaciones derivadas de la guerra casi como normales,
eso quiere decir que la militarización también es la sociedad putumayense”.
En ese mismo sentido
varios de los asistentes consideraron “que deben fortalecerse como organizaciones
para poder enfrentar con legitimidad a los actores armados y ganarle
espacio a la intimidación que es la forma de relacionarse en la región”.
De igual manera, coincidieron en que las comunidades “tienen interiorizado
el pensamiento militar, pues las familias permiten que los grupos armados
solucionen hasta su problemas familiares y éstas tienen un desconocimiento
total de las entidades gubernamentales existentes para esos casos”.
Lo anterior permitió que los participantes concluyeran que la militarización
de la sociedad está socavando completamente las posibilidades de convivencia
o comportamiento ciudadano, como dijo una profesora participante :
“pareciera que estuviéramos condenados, generación tras generación a
aceptar la militarización como única forma de vida, eso casi que se
lleva en la mente, “dependemos hasta de los más mínimo de los grupos
armados”.
También hicieron
énfasis por ejemplo, en la aceptación tácita que casi todos los pobladores
tienen de que “algún día nos va a tocar, que también vamos a morir por
acción de las balas y lo peor, esa culpabilidad que cargamos de que
algo debemos y por eso vamos a morir, así eso no sea verdad, a tal punto,
que cuando matan las personas, lo primero que decimos es por algo
sería, algo debía”, es decir, es una sociedad que se siente culpable.
En el debate insistieron
“que para la población hablar de la guerrilla y los paramilitares es
casi un mito, de tal manera que nadie se atreve a hablar de ellos”.
Comportamiento que ha llevado a un derrotismo colectivo que no permite
pensar más allá de la polarización a la que están sometidos y por supuesto,
inmersos en una fragmentación total de la sociedad civil, es decir,
los actores armados han logrado allanar un territorio sagrado y es el
de las conciencias.
Los análisis de
los participantes en la temática de la militarización llegó hasta cuestionar
la ilegitimidad y falta de autoridad de un Estado como el Colombiano,
“sólo hace presencia a través de sus fuerzas militares, pero no con
inversión social y recursos económicos”, lo cual, según los mismos asistentes,
es perverso porque de esa manera no se está construyendo sociedad pensante
sino sociedad sometida, oprimida y hasta resentida.
Por último, un
líder campesino dio el ejemplo de que “aceptando la fumigación es permitir
la militarización, pues esta se hace de manera forzada y a través de
la fuerza pública, con nuestra opinión no cuentan”.
5.2. Pactos
sociales
Este tema, abordado
igualmente por un grupo de trabajo, suscitó mucho debate en la discusión
de plenaria, lo que denotó el interés que la comunidad tiene por los
pactos sociales. Así la mayoría de los asistentes participaron activamente.
El cuestionamiento fundamental estuvo en el mal manejo que el gobierno
ha hecho de los mismos. Dos niveles problemáticos dilucidaron:
Imposición del
gobierno y falta de concertación :
Destacaron los
campesino, por ejemplo, “que el periodo para el desarrollo de los pactos
propuesto por los campesinos, en un inicio fue de tres años[5]
y el gobierno lo redujo a uno, y según la evaluación hecha por
las comunidades el pasado 27 de julio, dicho tiempo no alcanzará para
su realización con éxito.
De igual manera,
discutieron cómo “los campesinos también propusieron un monto de 4 millones
de pesos, sin embargo, el gobierno lo bajó a dos millones, valor que
ya se considera insuficiente para cumplir la meta. A lo anterior se
suma las permanentes quejas de las personas firmantes de los pactos,
en el sentido de la rigidez y falta de concertación de las ONGs de
desarrollo encargas de ejecutar dichos recursos, al imponer materiales,
utensilios y enseres que las personas no necesitamos para poder complementar,
para esas organizaciones lo importante es que llenen el cupo de 2 millones
de pesos con lo que haya, llámese mangueras, picas, hachas, sin importar
si la gente ya cuenta con esos elementos, en cambio son reacios a proporcionar
más animales de corral o semovientes”[6].
“Igual denunciamos
la actitud del Ejército que entra a las parcelas que se encuentran bajo
pactos a arrancar las matas, sin que los dueños puedamos decir nada,
y no hay quien pueda enfrentarse a ellos”. En este punto, los campesinos
por ejemplo consideraron un error haber comenzado los pactos por la
vereda Santana (Puerto Asís), pues allí hay una base militar y esto
genera abuso, por ello se cree que hubiera sido mejor iniciar por zonas
de reservas campesinas, por ejemplo.
También salió en
el debate la dificultad que caracterizó la firma de los primeros pactos
y que llevó a los campesinos a aceptarla casi que sin mayor discusión
y comprensión, “el hecho de haber firmado el 2 de diciembre de manera
apresurada y en medio de dos circunstancias complicadas, como fueron
el paro armado realizado por las FARC y la inminente fumigación que
se nos venía, fue un grave error”.
En ese mismo sentido
se resaltó: “los campesino le insistimos al gobierno nacional para que
los pactos contaran con veeduría internacional, pero el gobierno no
aceptó, eso hubiera sido importante para el éxito de los pactos”.
Fragmentación
social y nula inversión social
Los participantes
cuestionaron el papel de las ONG comprometidas en la ejecución de los
recursos de los pactos sociales. Empezaron por mencionar que las cinco
empresas que ejecutarán los recursos de los pactos son FUNDEMPRESA,
FUNDECOMERCIO, CODESARROLLO, SELVA Y VIDA y FUNDACION RESTREPO BARCO[7],
las cuales tendrán un presupuesto que supera los 65 mil millones de
pesos, así : cada una manejará de entrada 1300 millones de pesos,
y cada organización manejará los recursos de al menos 6 mil familias,
a cada una de las cuales les corresponde 2 millones de pesos”.
Posteriormente
los mismos participantes comenzaron a comprender aspectos que no se
habían cuestionado y allí se detectaron dos niveles problemáticos: de
un lado, la fragmentación social que van a fomentar y por otro, el peligro
de ejecutar unos recursos importantes que nunca llegarán a generar desarrollo
pues no hacen parte de una metodología de inversión social.
Producto del debate
e intercambio de opiniones de los líderes varios interrogantes surgieron,
pues a simple vista una división matemática de los recursos entre las
empresas, beneficiará a las comunidades del Putumayo:
Primero:
“se convertirán estos 65 mil millones de pesos en inversión social,
entendida ésta como proceso de desarrollo, consolidación de economías
locales, pero sobre todo, podrá sustituir una economía arraigada, dinámica,
flexible y poderosa como la cocalera ?”
Segundo :
“podrán cinco organizaciones que nada tienen que ver con el gobierno
o el entronque estatal, sin articulación alguna entre ellas, generar
procesos sociales o de regeneración de tejido social y económico ?”
Tercero :
“qué responsabilidad puede tener un gobierno que entrega los recursos
de una región a empresas privadas, en lugar de invertirlas por los canales
legítimos del Estado para el progreso de un territorio, sacando como
pretexto la corrupción, el clientelismo y la ineficiencia administrativa ?”
Cuarto :
“quién podrá velar por la buena ejecución y transparencia de esos recursos
en manos de organizaciones que nada tienen que ver con la región y que
ahora llegan de manera descontextualizada ha “trabajar” con las comunidades
campesinas ?”.
Quinto :
“no se podrían haber destinado estos recursos a un Plan de Desarrollo
local que beneficie a una sociedad en general y no fragmentarla con
proyectos desarticulados ?.” En este punto se discutió que más
bien no será una forma perversa de acrecentar la ruptura del tejido
social para que “los campesinos putumayenses no podamos reclamar y exigir
nuestros derechos?”
Sexto :
“no existe un organigrama o esquema de trabajo con que estas ONGs piensan
implementar los programas de los pactos sociales”.
Así mismo, “cometimos
un error las mismas comunidades al haber aceptado iniciar el proceso
de los pactos en zonas donde no existe organización social, por ejemplo
en Santana, por eso es que se están presentando tantos inconvenientes
y desacuerdos, generados por la falta de claridad, información y coherencia
de las mismas poblaciones. Ejemplo de esa difícil situación es la renuncia
de los veedores de los pactos en Santana hace un mes”.
Se socializó que
hasta el momento se han firmado 40 pactos, que cobijan a unas 35 mil
familias, es decir, aproximadamente a 140 mil personas, que corresponderían
al 45% de la población del Putumayo. Vale preguntarse, puede hablarse
de Estado comprometido con el desarrollo de un departamento cuando deja
en manos de manos privadas y sin compromiso social los recursos para
este importante número de pobladores ? Es importante señalar que
Puerto Asís fue el primer municipio en firmar pactos, luego fue La Hormiga
y el último ha sido Puerto Leguízamo.
Otra problemática
planteada por algunos asistentes es la falta de claridad por parte del
gobierno frente a la diversidad de personas firmantes de los pactos,
“nosotros creemos que por la diversidad de condiciones económicas y
sociales de los firmantes, eso requiere un estudio más amplio y responsable
del gobierno, en el sentido de cómo se van a tratar cada uno de los
casos según el tipo de población : así por ejemplo hay firmantes
sin tierra, otros con tierras, otros calificados de hacinamiento (por
las varias familias en un sólo predio), muchos llamados “raspachines”
(recolectores de la hoja de coca), muchos amedieros (quienes prestan
la tierra) y arrendatarios”
Los indígenas participantes
dijeron que ellos tenían otro tipo de convenio con el gobierno, distinto
de los colonos y campesinos; mientras un líder de la Hormiga planteó
la dificultad que se viene presentando con algunos ecuatorianos que
viven en territorio colombiano, pero que no son cobijados por los pactos
sociales de erradicación “el problema es que según el gobierno si en
una comunidad alguien no erradica, entonces no cumplen los pactos con
los otros que somos de la misma comunidad, por eso es necesario que
a los ecuatorianos ubicados en la frontera colombiana también los cobijen
con los pactos para que no nos perjudiquen a los colombianos”.
Como síntesis de
este punto un dirigente indígena apuntó: “los pactos han logrado dividir
a las comunidades y el caso más fuerte es la diferenciación hecha entre
los indígenas y los colonos”.
Algunos aspectos
positivos de los pactos
De acuerdo al debate
que abarcó gran parte del taller, los campesinos reconocieron que la
dinámica de pactos no les traerá la anhelada tranquilidad económica
y social al principio planteada, y así como van las cosas tampoco será
la alternativa a los cultivos de coca, pero “en la búsqueda de mejores
posibilidades de vida, creemos que estos pactos pueden ser una oportunidad
para volvernos a reunir las distintas comunidades y organizaciones sociales
de la región y hacer un intercambio de vivencias para que quienes no
hayan firmado todavía, conozcan de la experiencia de otros”. Seguidamente
dijeron “es la oportunidad para discutir si en realidad estos pactos
son la salida a las graves problemáticas que vivimos o es la hora de
discutir qué tipo de soluciones necesita el Putumayo, especialmente
si no es la coca, cuál es el verdadero sistema que puede sustituirlo
en su totalidad?”.
Independientemente
de que los pactos funcionen, los campesinos y comunidades involucradas
en este proceso, tienen una posibilidad de encuentro para fortalecer
las organizaciones y generar una capacidad de articulación, contraria
al propósito perverso de quienes buscan fragmentar la sociedad con inyecciones
económicas individuales, se concluyó en este punto.
5.3. Fumigaciones
Este tema tan neurálgico
para los participantes, que se viene desarrollando de tiempo atrás,
no tuvo un debate tan amplio como el de pactos sociales, por una sencilla
razón: la posición unificada y radical de “no a las fumigaciones”.
“Una vez más, manifestamos
nuestra inconformidad y rechazo a las fumigaciones por las graves consecuencias,
especialmente en la salud de los habitantes, en la destrucción de cultivos
lícitos o de pan coger, y consecuencias ambientales, incluido la afectación
a los animales”, fue la posición de los participantes.
Se trajo a colación
por ejemplo, lo sucedido en la vereda El Danubio de Puerto Asís, donde
“a pesar de no haberse fumigado, como consecuencia de las fumigaciones
en zonas aledañas se presentó una sintomatología de brotes, alergias,
gripas y mareos, que incrementaron las consultas médicas de los habitantes”.
“Es urgente que
el gobierno nacional tome cartas en el asunto de la salud, pues tanto
los hospitales, como los demás centros asistenciales, tienen una capacidad
inferior a las exigencias actuales de la población y por supuesto, han
sido desbordados por la consulta de tantas personas”. En ese sentido,
“exigimos la ampliación del servicio de salud y cobertura de la misma.
Igualmente creemos que debe revisarse o redefinirse la cobertura del
SISBEN acorde con las circunstancias particulares y complejas que se
enfrentan en el Putumayo, especialmente con la crisis económica que
enfrenta el departamento”, coincidieron varios líderes locales.
Respecto al medio
ambiente, se debatió con preocupación la contaminación ambiental, la
descomposición de plantíos, la afectación de la selvicultura, la exposición
de suelos y semillas, lo que genera esterilidad de la tierra, la pérdida
de capacidad reproductiva de algunas especies animales, entre otros.
6. Derechos humanos
y desplazamiento forzado
Luego de discutidos
los temas anteriores, se hizo una exposición por parte de los talleristas,
de la necesidad de volver sobre la problemática de derechos humanos
en el departamento. Para ello se insistió en la importancia de intentar
generar una red de información que permita manejar esta crítica situación,
aún por encima del temor y escepticismo que acompaña a la gente.
Teniendo en cuenta
lo delicado de la situación para el manejo de dicha información, se
propuso en primer lugar, hacer un ejercicio de concientización de las
comunidades frente a la necesidad de informar y denunciar, de no hacerle
el juego a la impunidad, siendo el silencio el comportamiento más fácil
que le hace el juego a los grupos armados que buscan callar a la comunidad.
En segundo, se
hizo una exposición de la importancia de defender los derechos humanos
como camino para el fortalecimiento integral de la sociedad. De otra
parte, se presentó la diferenciación de los distintos tipos de denuncias
jurídicas, políticas, con sus diferencias y diferentes logros.
Frente a la explicación
de la problemática de derechos humanos, fueron distintas las reacciones:
de un lado se manifestó “nosotros o la gente en general sí quiere hablar,
porque es muy triste tener que quedarse callado, el problema es que
quien hable lo matan o se tiene que ir”, así continuaron “el mayor obstáculo
para denunciar casos de muertes en la región, es el miedo a los actores
armados y también a muchas autoridades locales que no son imparciales
frente al conflicto” y “la gente si puede que hable, pero necesita acompañamiento
de las organizaciones de derechos humanos y la Iglesia Católica, para
tener la confianza necesaria y protección suficiente de quienes deciden
participar, de lo contrario esto seguirá en el más completo silencio”.
De otra parte,
se argumentó que la razón de tanto silencio por parte de las comunidades
es la polarización promovida por los actores armados, alimentando así
los altos grados de impunidad y desconfianza para notificar hechos ante
las mismas autoridades.
En ese sentido
algunos participantes solicitaron a la organizaciones de derechos humanos
“acompañamiento más seguido y asesoramiento en la forma de prsentar
denuncias para que sus vidas no corran peligro” a ello los talleristas
respondieron “se trata de pensar entre todos un método serio, responsable
y de bajo perfil, además conformado con organizaciones y personas de
muchas confianzas, de tal manera que quienes se atrevan a denunciar
no sean víctimas de amenazas y en últimas de asesinato o desplazamiento
forzado”.
Por último, se
recogió la preocupación de que la misma región, el país y la comunidad
internacional se han acostumbrado de tal manera a la “matazón” de la
población putumayense, que pareciera una aceptación de normalidad las
tasas de homicidio, desaparición, desplazamiento, masacres y otras violaciones
a los derechos humanos.
“Nosotros agradecemos
este tipo de encuentros y también creemos que se deben seguir escribiendo
las memorias de lo que aquí pasa, para que nuestros hijos conozcan la
historia del departamento y tengan respuesta a las preguntas de porqués
pasa lo que pasa”, afirmó una profesora asitente.
Respecto a la situación
de desplazamiento, se planteó que sigue siendo crítica, sin embargo,
por la expectativa que había frente al volumen de desplazados que generaría
las fumigaciones, hoy no se le presta atención a las comunidades que
están padeciendo ese fenómeno, que si bien no ha sido de tales magnitudes,
sí es preocupante y requiere de una propuesta gubernamental para su
protección.
7. Propuestas de
trabajo y articulación de iniciativas
Luego de dos días
de reflexiones y debates frente a las diversas problemáticas, los asistentes
delinearon una serie de conclusiones, que apuntan a una visión integral
de abordar la situación actual y futura:
Necesidades más
sentidas
Los siguientes
apartes es una síntesis de las solicitudes y búsquedas planteadas por
los participantes duerante los días de taller, que por haberse planteado
en distintos momentos de los debates, se recogen en un solo bloque,
de manera que puedan servir de referencia para los programas o tareas
a seguir: