Censat
Agua Viva (Friends of the Earth Colombia), Plan Colombia y Medio Ambiente,
October 2000
PLAN
COLOMBIA Y MEDIO AMBIENTE
CENSAT AGUA VIVA
FRIENDS OF THE EARTH COLOMBIA
El paisaje tiene historia
La problemática ambiental
ha estado siempre en el centro de los conflictos sociales. Las guerras
por el dominio de las fuentes de abastecimiento económico y por
el control territorial son en buena medida luchas ambientales. El paisaje
se ha conformado como resultado de los conflictos entre los humanos. Las
murallas, las obras de infraestructura, tas obras militares han obedecido
también a criterios de dominación y control de los factores
naturales de los procesos de producción y acumulación. Pudiera
decirse entonces que la guerra que precipita sobre Colombia tiene como
uno de los motivos subyacentes más importante aspiraciones de parte
de adores del conflicto, armados y no armados, por el control de la Amazonia,
del Chocó biogeográfico, de los productivos Valles interandinos
y de los Andes mismos como factores de acumulación del capitalismo
ecológico o ecocapitalismo, que se erige como el modelo predominante
de reproducción del capital. El problema ambiental radica no sólo
en que el entorno sea el escenario o el medio de la confrontación
sino en que es el objeto mismo de la confrontación. Hay un dicho
que "cuando dos elefantes pelean sufre el pasto", acá
el pasto es también el objeto de la pelea.
La distribución y el
control de las bioregiones para propósitos económicos ha
sido una condición del proceso de conformación societal
y paisajístico de nuestro país. Un grupo minoritario de
propietarios oligárquicos ha monopolizado la propiedad de la tierra
por vías violentas y ha dado un ordenamiento al territorio acorde
a formas de dominio político gamonalista y formas de valorización
y renta absoluta y especulativa. sin que hayan desarrollado factores de
acumulación industriales. Colombia está preñada por
una amalgama de formas de valorización dominadas por e capital
financiero internacional y por formas de acumulación rentista que
subordinan y regulan los ámbitos de la producción, la política
y la cultura y con ello determinan cómo se ocupa el espacio y cómo
se conforma el paisaje. Este proceso de formación económico
social se da mediante la expulsión violenta de pequeños
agricultores y campesinos, creando una especie de proletariado agrícola
en las zonas cafeteras, formando una masa de fuerza laboral urbana que
se asienta en las periferias de las ciudades y que gravita alrededor de
una industria incipiente y de un comercio precario, desarrollando una
ganadería extensiva, implementando algunas agroindustrias en los
valles fértiles y de alta productividad ecológica de los
ríos Cauca, Magdalena y otros. De paso, dada la poca capacidad
empresarial de los sectores políticamente dominantes, se ha hecho
entrega de los recursos mineros y petroleros a compañías
transnacionales quienes los explotan llevando siempre los excedentes económicos
a sus países de origen.
El campo y las zonas urbanas
se van moldeando de conformidad con este modelo de capitalismo. La disputa
por el espacio y la renta urbana coloca masas de desposeídos en
lugares de alto nesgo, en las áreas inundables y en las laderas
de las montañas. Allí se asientan a imaginar con desesperanza
su aciago futuro.
Este proceso se ha dado no
sin resistencia de los campesinos y de las fuerzas sociales, es más,
el conflicto colombiano actual no surge con la Insurgencia sino que crea
las condiciones para que la Insurgencia surja. Muchas de las regiones
que hoy padecen más rigurosamente los efectos del conflicto militar
son aquellas en las que se desarrollaron o prevalecen los proyectos mineros
de la primera mitad del siglo (Barrancas, Segovia, etc.), aquellos que
fueron los lugares donde se establecieron los enclaves agrícolas
(Uraba, Putumayo, Orinoquía, Magdalena y Bolívar), donde
la sociedad fue puesta al margen del sistema acumulación y donde
las comunidades locales fueron empobrecidas económica y culturalmente
al mismo ritmo que su entorno. Es en estas mismas zonas donde tuvieron
origen las guerrillas.
Acá dejamos claro y
sin rodeos afirmamos que no deseamos los métodos violentos para
la resolución de las contradicciones, pero tenemos que reconocer
que el enfrentamiento político y social que se vive en Colombia
es gracias a que no se han podido resolver las causas de iniquidad.
Las consecuencias ambientales
de esta manera conflictiva de poblamiento, ocupación y valorización
del espacio son evidentes: La contaminación y perdida progresiva
de las fuentes de sustento para las poblaciones urbanas y rurales, la
degradación de los ecosistemas hídricos, lénticos
y lógicos, la devastación acelerada de las selvas húmedas
y altoandinas, la ubicación de las masas pobres en ecosistemas
de baja productividad o su movilización hacia nuevas colonizaciones
en las selvas húmedas y altoandinas y ecosistemas de páramo,
el uso inapropiado de suelos de alta calidad agrícola para ganadería
extensiva con subsecuente pérdida de sus características
agrológicas, etc. El deterioro social y ambiental de las regiones
mineras es un asunto que sobresale en nuestra problemática ambiental.
De esto colegimos que el modelo de acumulación y quienes se han
beneficiado de él tienen una gran deuda ecológica con el
país y con el planeta.
Esta situación se complejiza
más recientemente, a partir de los finales de los setenta y principios
de los ochenta, cuando en el marco de la globalización del negocio
del narcotráfico, se gesta en Colombia un modelo de expropiación
de las tierras colonizadas en el Magdalena Medio, la Orinoquía
y la Amazonia, modelo que combina la intereses de narcotraficantes, grupos
de defensa privados, gamonales y banqueros y una gran permisividad o ausencia
del Estado. El narcotráfico surge y crece amparado por los poderes
políticos y cumple en ese momento un papel de subsidiario y estabilizador
de la economía, cuya estructura es golpeada por la cnsis petrolera
y el irresponsable endeudamiento externo -del que se estaban beneficiado
politiqueros y ETN- y el fisco y la balanza de pagos son entonces carcomidos.
Hoy, en la medida que la diversidad
genética, la producción de agua y de aire y el control del
clima se hacen de importancia para la ciencia y el capital, su dominio
y posesión se constituye en causa de conflicto. La manera de ver
la naturaleza desde la perspectiva de la ciencia y de la producción
da valor a funciones ecológicas de sistemas vivos y bienes de servicio
universal, sobre los cuales en el pasado nadie ejercía como poseedor.
Hablamos de los genes, del agua, del aire, etc. Estratégicamente
los países de mayor biodiversidad y con funciones daves en la estabilización
del dima global y con un gran flujo de energía de biomasa de alta
calidad entrópica, se constituyen en objeto fundamental de la disputa.
Entonces, a medida en que esas funciones, bienes y servicios ambientales
se incorporan en los mecanismos de acumulación, resulta cada vez
más importante reconocer su papel en el desenvolvimiento de nuestro
conflicto.
La manera inequitativa corno
se han apropiado y como se apropian y distribuyen hoy estos factores productivos
y ecológicos hay que considerarlas en el procesos de paz. Por ejemplo,
en zonas de alta demanda de agua para agroindustrias o hidroeléctricas
los empresarios se enfrentan a las necesidades de agua doméstica
o para pequeños cultivos que tienen los pobladores, es el caso
de la industria de la caña en el Valle del Cauca y la de las flores
la Sabana de Bogotá y de los embalses y represas del páramo
de Berlín, del páramo de Surnapaz o de Salvajina. Las zonas
productoras de agua enfrentan la intervención de proyectos de infraestructura
de transporte y acueductos para la valorización de terrenos urbanos
en manos de casatenientes y constructores. Las comunidades protectoras
de los ecosistemas de humedales que circundan las ciudades se enfrentan
con las elites gobernantes rentistas que hacen avanzar el proceso urbanizador
en sus posesiones suburbanas y de importancia ecológica. Los colonos
e indigenas de las zonas de gran diversidad biológica del pie de
monte llanero enfrentan a las compañías petroleras que además
están avanzando en el control de información sobre la biodiversidad.
Los habitantes del pacífico, afrocolombianos e indígenas,
enfrentan proyectos de integración interoceánica y vial
en la selva del Pacifico y la avanzada de las industrias madereras. El
conflicto de los habitantes de los asentamientos subnormales urbanos en
zonas industriales como Mamonal, Yumbo y Cazucá es permanente por
la amenaza de las actividades contaminadoras de la industria. Hoy, en
el ámbito de las negociaciones intemacionales, se hacen presentes
a nombre del Estado los emisarios de los intereses privados para construir
las oportunidades de negocio y crédito para asegurarse el dominio
de los mercados de biodiversidad, de sumideros de carbono, de privatizaciones
y reformas de los sectores hídrico y minero y de manejo de desastres.
Sin duda hay que fustigar
también a la guerrilla por los impactos que trae la voladura a
los oleoductos como hay que condenar con dureza a las compañías
petroleras incluida Ecopetrol, la empresa nacional, por los derrames de
petróleo ocasionados por sus operaciones. Estos todos son asuntos
que no pueden escapar en el análisis e interpretación de
nuestro conflicto ambiental.
La impunidad ambiental es
otro de los aspectos que contextualiza el afán de los inversionistas
transnacionales. Los organismos multilaterales y los paises se quejan
de la corrupción, de la indiferencia e ineficiencia de la justicia,
pero algunos se hacen los de la oreja sorda frente a la impunidad ambiental
que ha favorecido los procesos de acumulación de las empresas de
sus países. Así por ejemplo, las empresas mineras del oro
norteamericanas desbastaron la región del Bajo Cauca Antioqueño
y las cuencas de los ríos Andagoya y San Juan en el Chocó.
Las empresas petroleras desaparecieron las comunidades indígenas
del Magdalena Medio, del Catatumbo, y más recientemente las petroleras
británicas, alemanas y norteamericanas amenazan con desaparecer
las comunidades del Arauca a las que ya les destruyeron su entorno y sus
lugares sagrados. Los impactos sobre las fuentes de agua, sobre los bosques,
sobre las culturas no han sido remediados, no han sido contabilizados,
y cuando el gobierno ha procedido ha multar las compañías,
las cifras han sido pímcas y jamás se ha indemnizado o resarcido
a las comunidades lesionadas. En este sentido la deuda ecológica
con nuestro país se hace inconmensurable.
El Plan Colombia
El reto de nuestro proceso
de paz, desde el punto de vista ambientalista, es que debemos enfrentar
simultáneamente la crisis global ambiental y el conflicto socio
político nacional. Nuestro reto es enfrentar la crisis civilizatoria
con la construcción de sociedades sostenibles y enfrentar nuestra
guerra con acuerdos estratégicos para la paz duradera. La paz nuestra
está indisolublemente asociada con la paz en el mundo y con el
mundo.
El Plan Colombia, presentado
a la Unión Europea que será debatido en el 'Foro para el
Fortalecimiento de la Democracia en Colombia", es una unidad con
el plan aprobado por el congreso norteamericano. Se trata de una estrategia
que antes de ser útil para "generar las condiciones propicias
para construir una paz sostenible" como lo sostiene el gobierno busca,
fundamentalmente, asegurar la alianza entre gobiernos, organismos multilaterales
que aseguran las tajadas del capital de los países que los controlan,
las empresas transnacionales, los gamonales y propietarios nacionales
y los militares de EE UU y Colombia con el fin de garantizar la conquista
y protección de los mercados de Sur América -incluidos los
mercados de armas y servicios militares outsoursing-, así como
la disponibilidad de nuestros bienes ambientales para el cumplimiento
del papel que se nos asigna en el Nuevo Orden Económico Global.
Se trata de una expresión de la integración comercial y
en materia de seguridad de los países latinoamericanos ricos en
diversidad y bienes ambientales. Es el ejercicio de un control estratégico
sobre las fuente de los nuevos valores económicos de la biodiversidad,
la genética y las comunicaciones.
Lo que se ensaya en Colombia
a través del llamado plan Colombia no es simplemente una salida
al conflicto nacional sino un modelo de resolución de los conflictos
de nuestra región, donde "la alianza" impone su concepto
de paz, de democracia, de desarrollo y se apresura a controlar las fuentes
de riqueza.
Es el libre mercado, el comercio
libre, la libre empresa, el neoliberalismo que se impone a sangre y fuego
como norma de orden social, cultural político y ecológico.
Nuestros países o se incorporan o se desechan. El capital está
dispuesto incluso a imponer operaciones multinacionales de pacificación,
pero para ello tiene que hacer que el enemigo crezca lo suficiente para
que se justiflque la intervención, en este sentido nuestro conflicto
es también se creatura. Ellos quieren imponer no una paz cualquiera
sino una paz homogeneizante, apta para el proyecto del ecocapitalismo
que surge corno la forma más avanzada de acumulación del
capital global. Con ello se paraliza la búsqueda de proyectos de
vida, de alternativas al desarrollo -subrayamos "al" para no
caer en concepciones desarrollistas-, y la pluralidad de posibilidades
de construcción civilizatoria que surge en nuestros países
como la fuerza de la esperanza. El peligro ambiental que encarna el llamado
plan Colombia es realmente que se nos niegue la posibilidad de imaginar
y construir nuestro propio futuro.
Hay una paz que quiere limitarse
a combatir a los campesinos cocaleros y a la guerrilla a nombre de combatir
el narcotráfico, sin combatir realmente el narcotráfico
ni el trafico de armas y el lavado de activos que son sus acompañantes
en una relación sine quanum. Estos tres elementos, cocaína,
armas y activos, son los que hacen participar a Colombia de las dinámicas
de la economía global subterránea y que le han dado un nivel
de sostenibilidad a las formas de reproducción del capital en el
país. De lo dicho inferimos que el probiema del narcotréfico
no se puede entender como un asunto local sino como un problema relativo
a la manera como las economías ilegales se estructuran, legitiman
e incorporan en los escenarios económicos, sociales y políticos
globales. Estas afirmaciones explican por qué un conflicto social
como el nuestro se vuelve un asunto de interés global, de cuya
solución real o aparente muchos paises quieren tomar parte. Mientras
unos a nombre del cultivo de hoja de coca fraguan una intervención,
otros, los más ingenuos, buscan medidas que podríamos llamar
medicalizadas: pretenden que un mal sistémico se remedie con un
tratamiento quirúrgico. Pretenden atacar las causas atendiendo
sólo al síntoma del cultivo de la coca.
El Plan Colombia es un conjunto
de proyectos y una importante ayuda militar, que deshilvanadamente y bajo
el pretexto del control de la expansión de los cultivos de coca
y de una posible negociación con los alzados en armas, pretende
arrastrar un volumen de recursos financieros que pueden llegar a quedar
en manos de los corruptos y en el mejor de los casos de políticos
y ONGs con escasa o ninguna legitimidad.
El Plan Colombia elaborado
por algunos funcionarios del gobierno en colaboración con instructores
norteamericanos no fue objeto de discusión y mucho menos de consulta
con los ciudadanos colombianos a pesar de que sus efectos incidirán
en su vida futura de una forma determinante. Las zonas a las que se dirige
la inversión son aquellas donde coincide la presencia de ecosistemas
de alto valor estratégico, guerrilla y campesinos, desplazados,
desempleados y colonos que empobrecidos y marginados de los circuitos
legales de la economía se han dedicado al cultivo de la coca: a
ellos nadie les ha consultado y sin embargo sobre ellos caerá el
látigo de la reciente presencia del paramilitansmo, de la intervención
y la ayuda militar norteamericana, a la vez que con pequeños e
incoherentes proyectos, se pretenderá aliviar las consecuencias
de la guerra.
Sin duda la guerrilla será
combatida, pero ya conocemos que en años de enfrentamiento el resultado
que se ha obtenido es el robustecimiento de su capacidad operativa y la
emergencia de actores ilegales que con métodos de exterminio han
sembrado de angustia y dolor la vida de los habitantes de las regiones
donde la guemíla se presume ha transitado o se instala. Ello no
ha sido formula para la solución de las causas de la guerra y por
el contrario ha dejado más destrucción y secuelas cada vez
más difíciles de subsanar. No debe quedar lugar a dudas
que la búsqueda de la paz es nuestro objetivo, pero la paz además
de ser la solución a las causas del conflicto, debe ser también
la remediación de sus consecuencias.
Hay una polisemia de la paz
que expresa la diferencia de intereses de los actores del conflicto, actores
que dicho sea de paso también somos nosotros, por que somos hijos
del conflicto, porque estamos del lado de las victimas y porque tenemos
la responsabilidad de encontrar salidas. No somos entes asépticos
y neutrales, tenemos un compromíso con la solución y las
salidas a nuestro conflicto nacional. Los diferentes sentidos y significados
que adquiere el proceso de paz están en relación con el
papel histórico de los actores. De ahí que los significados
que tiene la paz para las estructuras de poder de los gamonales en las
reglones, para los ideólogos del paramilitarismo o para las transnacionales
que tienen o quieren tener el dominio de fuentes de energía, como
Occidental o British Petroleum o Repsol, son distintos del los que tiene
para el pequeño campesino cocalero o para el sindicalista o para
el habitante de los bamos marginados de las ciudades. Esta diversidad
de significados debe permitir producir un método de entendimiento
basado en principios éticos mas que en reglas. Las reglas se quedarían
en el nivel de la sintaxis los principios se dirigirían a los significados.
La apuesta económica
del plan
Dice el Plan Colombia en la
versión que el gobierno presenta en Madrid que: "en relación
a la conservación del capital natural, la estrategia busca generar
condiciones ambientalmente sostenibles para el desarrollo de las regiones
que corno consecuencia del conflicto y la violencia están siendo
afectadas de manera irreparable en sus fuentes de agua, los bosques y
el patrimonio de los recursos naturales. En este sentido la estrategia
de fortalecimiento Institucional y desarrollo social se concentra en las
regiones con mas biodiversidad y por lo tanto más frágiles
las cuales, como la región amazónica, constituyen un patrimonio
de la humanidad y se encuentran seriamente amenazadas"
Acá como en el documento
en su conjunto se observa que el conjunto de proyectos que presenta el
plan Colombia en el campo de la economía pretenden encaminarnos
por el modelo de desarrollo de aplicación universal y que corno
molde de cortar galletas se aplica en todos los países de economías
de bajos ingresos amparándose bajo el nombre de desarrollo sostenible
o desarrollo alternativo. Es un modelo que no garantiza un adecuada distribución
de los excedentes económicos ni de los ecosistemas, que no da seguridad
ni soberanía alimentaria, que ve explotación donde las comunidades
han visto aprovechamiento y conservación, que amenaza la intervención
de ecosistemas estratégicos con obras de infraestructura que pretenden
poner la producción en función de las exportaciones y particularmente
para nuestro caso la exportación de biomasa y no de productos manufacturados,
con el consecuente empobrecimiento de las funciones de los cidos del suelo,
de la energía y del agua.
La estrategia de sustitución
de cultivos ilícitos por programas de desarrollo altemativo lograrán
consolidar el proceso de relatifundización que se ha emprendido
en el país. El modelo agroexportador, fundamentado en plantaciones
y monocultivos de caucho, palma africana, palmito y maderables, está
siendo alentando con la ingenuidad de los campesinos y con la complacencia
y para beneplácito de los gremios de productores como Fedepalma,
Augura y Fedegan quienes verían realmente los beneficios y fortalecerían
la estructura de tenencia agraria que hoy prima en el país. Es
decir que en estas zonas donde sean exterminados los cultivos ilegales
a los campesinos e indígenas no les quedaría mas remedio
que subordinarse a contratos de aparcería en gran escala y la nueva
contra-reforma agraria sustituiría la producción campesina
por el dominio de grandes cultivadores que se beneficiarían de
la mano de obra barata de los campesinos y los indígenas. Nuevos
latifundios aparecerían de manera que el sistema gamonalista se
vería fortalecido, la presencia de la inversión extranjera
se incrementaría con el respaldo de los gamonales que siempre están
dispuestos a abrir las puertas del país a los inversionistas y
el comercio extranjeros bajo condiciones leoninas.
No hay que olvidar que Putumayo,
Orinoquía, Amazonia y Magdalena Medio son regiones estratégicas
en la producción y prospección minera y petrolera y es sobre
las que se piensa aplicar el Plan Colombia. Allí ya se han firmado
contratos con empresas estadounidenses, canadienses, árabes y europeas
que tienen gran interés por el petróleo y el oro y por el
conocimiento de la biodiversidad y sus formas de uso local, que también
en forma de renta relativa las ETNs obtienen de sus actividades de estudio
ambiental en las zonas de exploración. El Putumayo y la Orinoquía
constituyen las puertas de entrada para la Amazonia mal llamada "patrimonio
de la humanidad" pero que, si esto sigue como va, terminará
siendo patrimonio de las ETN y un puñado de socios locales. Por
eso no es extraño que la compañía Occidental hubiese
estado tan activa en el impulso del Plan Colombia entre los representantes
y senadores de Estados Unidos, ni es extraño que la compañía
B.P. y otras empresas transnacionales se propongan en asocio con el Banco
Mundial el Bussiness Partnerships for Development para la región
del Casanare.
Se piensa desde la retórica
oficial que la salida es dar valor a los bienes ambientales haciéndolos
objeto de la economía crematística y atractivos para las
inversiones de las grandes empresas llámese madereras, de caucho,
agroindusrtiales, químicas, farmacéuticas, etc. Simultáneamente
y bajo la tutela del FMI y la Banca Multilateral se invita a acelerar
la entrega de los llamados recursos naturales y petrOleros para satisfacer
la demanda de divisas y para cubrir el faltante fiscal (que es producto,
entre otras causas de menor importancia, del alto costo de las operaciones
militares y de las seguridad social de las fuerzas de seguridad -lo que
parece un pleonasmo pero es una realidad-) y se ponen las eficientes empresas
energéticas estatales de noroccidente del país en subasta
pública, se vende la partiapación en la mina de carbón
del Cerrejón (la más grande a cielo abierto en América
Latina, cuya propiedad se comparte con Oxy) por un precio ridículo,
etc. El país se subaste mientras a la comunidad internacional se
le pide aportes para cubrir los costos sociales de la guerra.
A nuestro juicio un alternativa
económica para Colombia, corno lo sugieren múltiples experiencias
urbanas y rurales diseminadas a lo largo y ancho del país, debe
fundamentarse en formas de economía de auto-abastecimiento alimentario
regional con criterios de seguridad y soberanía; debe fundamentarse
en el mayor valor agregado de los productos artesanales y con alto contenido
de mano de obra; debe atender a criterios de empleo eficiente de energía
de alta calidad de entropía y menos dependiente de energías
fósiles.
Ahora bien, en relación
con los planes de desarrollo social el problema consiste en que se da
aspirina para el tratamiento de SIDA. El problema de restablecimiento
de las confianzas sociales consiste en que las salidas serán inconsecuentes
si no hay la posibilidad de satisfacción de las necesidades esenciales,
sino hay la posibilidad del despliegue pleno de las potencialidades de
creación de nuestra sociedad, sino se mira que los valores alterados
no son exclusivamente los económicos sino también los valores
éticos y los valores culturales. Si la acción se reduce
al campo económico sólo se estará arañando
la superficie de la realidad. Si sociedad, individuo, y entorno son calificados
como formas de capital, las salidas seguirán atrapadas de contenidos
economicistas.
Fumigaciones o impactos.
Los circuitos productivos
de la coca y la amapola tienen un cúmulo de lesivos impactos ambientales:
los relacionados con los proceso de poblamiento y ocupación de
los colonizadores amapoleros, los ocasionados de manera extensiva por
la colonización puramente coquera, los impactos por el uso desbordado
de percusores químicos, el efecto multiplicador ocasionado por
las fumigaciones con herbicidas, la transformación de los estilos
de vida y introducción de valores y conductas sociales insostenibles
en las comunidades locales y patologías múltiples. La economía
cocalera y amapolera ha dejado una deplorable huella ecológica
que se amplia en la medida que los desplazados por la guerra y por el
combate contra los cultivadores van selva adentro o monte arriba.
Por otra parte, los Impactos
de la erradicación de los cultivos ilícitos mediante la
fumigación química o biológica no son nuevos, podemos
recordar la fumigación de los cultivos de marihuana, principalmente
en la Sierra Nevada de Santa Marta, la Serranía del Perijá,
mediante la utilización de paraquat y glifosato que causaron daños
considerables sobre estos importante ecosistemas y los pueblos indígenas
y campesinos que allí habitan. Hoy todavía se reportan casos
de malformaciones genéticas en humanos y animales como secuelas
de esas fumigaciones.
Valga decir que la política
de erradicación de los cultivos ilícitos ha sido un fracaso.
Como sostienen el Departamento de Estado de los Estados Unidos y Policía
antinarcóticos, en la pasada década el área sembrada
se incremento en un 200% a pesar de haberse utilizado otras formas de
erradicación y herbicidas, particularmente el glifosato o Round
Up, de la compañía multinacional Monsanto, que bastantes
cuestionamientos técnicos y ambientales ha tenido.
La fumigación en Colombia
ha conducido a los habitantes locales a vender sus parcelas, generalmente
a los narcotraficantes, y a intemarse en lo profundo de la selva, ocasionando
mayor deforestación de regiones como la Amazonia y otros sistemas
boscosos, con consecuencias incalculables. Ya el Ministerio del medio
ambiente tímidamente obstruyó la introducción de
los herbicidas granulares agresivos, aduciendo que esto podría
transformar la selva colombiana en un desierto.
Ahora bien, los narcocultivos
se han extendido en todo el territorio nacional, particularmente en las
zonas de mayor valor ambiental y ecológico, y han sido utilizadas
entre otros fines, como medio para la financiación de muchos de
los grupos armados. De ahí que erradicar los cultivos en unas pocas
regiones podría significar su expansión hacia otras dejando
sin solución el asunto y por el contrario generando unos impactos
más extensos.
En marzo de este año
se ha denunciado el convenio que firmaría el gobierno de Pastrana
con el Programa de Naciones Unidas de Fiscalización Internacional
de las Drogas, UNDCP, para la utilización de agentes biológicos,
posiblemente haciendo uso del hongo Fusarium oxysporum, llamado EN-4,
cepa que ha sido aislada, probada y elaborada de forma granular en los
laboratorios del Servicio de Investigación de Agricultura del Departamento
de Agricultura de los Estados Unidos. Sin embargo, este microbio es hoy
rechazado en ese mismo país. La fumigación con este hongo
ocasionará impactos impredecibles en los ecosistemas de más
alta biodiversidad del mundo y cuyos efectos no se circunscriben al territorio
colombiano sino que potencialmente pueden extenderse a toda la región
amazónica, y amenaza la salud de los pueblos indígenas y
colonos que allí habitan.
Al parecer se aproxima una
guerra biológica contra los campesinos cocaleros en el Sur del
País y quizá, en el fondo, la aplicación de armas
biológicas contra la Insurgencia. Estos hechos recuerdan la época
de la utilización del agente naranja, herbicida de alta toxicidad
que fue utilizado en las selvas del Vietnam, para la destrucción
del entomo que le servia de protección a la guerrilla vietnamita.
La Amazonia ha de ser empleada ahora como conejilla de indias de los Estados
Unidos, interesados en "tener disponible un agente biológico
especifico ecológicamente seguro, confiable y eficaz para controlar
el arbusto de coca en Colombia, la región andina y posiblemente
otras partes del mundo como afirma el Programa Internacional para el control
de las drogas de Naciones Unidas. Preocupa el efecto que tendrá
en un ecosistema tan vulnerable como la Amazonia la utilización
de este hongo, además que se desconoce los efectos que sobre el
conjunto de sus ecosistemas pueda causar. La aplicación de estas
fumigaciones violaría sin duda el protocolo de la convención
de armas biológicas y tóxicas, asunto que al parecer poco
interesa a nuestros hermanos del norte.
Este método de erradicación
de cultivos viola todas las obligaciones adquiridas por Colombia bajo
el Convenio de la Biodiversidad Biológica en cuanto se relaciona
con la preservación y conservación de la biodiversidad.
Ello nos lleva a los ambientalistas a denunciar esta situación
ante la comunidad internacional.
Otro asunto delicado es que
el borrador del proyecto menciona que: "El gobierno de Colombia será
responsable de ocuparse de cualquier demanda que pueda presentarse por
terceros contra la ONU, incluyendo UNDCP, su personal u otros partidos
que realizan servicios a nombre de la ONU en el marco de este proyecto."
La escalada de la guerra y
su impacto ambiental.
El Plan Colombia que conocemos
acrecentará el conflicto armado y generará consecuencias
ambientales directas e indirectas que afectarán en mayor medida
la sociedad y el entorno ambiental. Sin duda un crecimiento de las operaciones
de guerra auspiciadas por el gobierno de USA contribuirá a incrementar
la inequidad ambiental, la pobreza ambiental y la violencia ambiental
que pesa sobre los colombianos. Algunas de las consecuencias nos limitaremos
a enunciarlas.
Desplazamientos: Ellos van
abriendo nuevas trochas y senderos en zonas de conservación y áreas
protegidas, conllevan abandono de la actividad agrícola, de la
infraestructura social y productiva, reducción de la producción
de alimentos, concentración de la propiedad rural en manos de los
terratenientes (contrareforma agraria), pérdida de las seguridades
ecológica y social (desempleo, carencias de educación, etc.,
transformaciones culturales) en las poblaciones urbanas. Los desplazamientos
conllevan a mayor demanda de agua y energía y al incremento de
los asentamientos marginales y de la pobreza urbana. Allí se sentirá
una mayor demanda de servicios públicos, educativos, de salud,
de vivienda.
Gestión ambiental amenazada.
El incremento de la guerra imposibilita una adecuada gestión ambiental
por parte de las autoridades ambientales y de la sociedad civil, ya lideres
y miembros de organizaciones sociales, autoridades locales y funcionarios
públicos han visto amenazadas sus vidas, por garantizar una adecuada
gestión ambiental en sus regiones.
Impactos de acciones armadas
ylas consecuencias sobre la sociedad y los ecosistemas. Destrucción
de hábitats humanos y de especies animales. Contaminación
de fuentes de agua por el empleo de agentes químicos o por destrucción
de fuentes de abastecimiento para evitar el suministro a los combatientes
o a las bases sociales. Contaminación por voladuras de oleoductos
y destrucción de medios de transporte. Sin duda nuestro conflicto
tiene causas, y tendrá consecuencias, sociales y ecológicas
que hay que resolver y evitar y ello sólo es posible mediante un
acción coordinada y comprometida de nosotros los colombianos y
de las manos solidarias de nuestros hermanos de todas partes del mundo.
No podemos enceguecemos más ante los temas ambientales pues ellos
están en la médula de la guerra. Que no nos pase lo que
a los en combatientes del cuadro de Goya, que está en Madrid, en
el Museo del Prado, que mientras se dan palos el pantano se los traga.
El mundo puede desaparecer antes de que realmente hayamos disfrutado su
presencia.