¿Ignoran
a la guerrilla los grupos de derechos humanos?,
7 de noviembre de 2000
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Los grupos defensores
de derechos humanos que trabajan con Colombia frecuentemente se ven enfrentados
a críticas en las cuales se dice que de manera deliberada ignoran los
abusos cometidos por los grupos guerrilleros colombianos. Durante las
sesiones de preguntas y respuestas en las diferentes conferencias y seminarios
que se llevan a cabo, miembros del auditorio frecuentemente denuncian
nuestras observaciones, alegando que le prestamos demasiada atención a
los asesinatos, masacres, y otros crímenes cometidos por las Fuerzas Armadas
Colombianas y que ignoramos a las FARC y el ELN cuando cometen los mismos
crímenes.
Algunos grupos de
la extrema derecha colombiana coinciden con estas acusaciones. Hace unas
semanas recibimos un mensaje en nuestro correo electrónico de un grupo
llamado “Dignidad Colombia” en el cual nos pregunta “Por
qué será que las llamadas ONG, que se dicen ‘protectoras de los derechos
humanos’ no protestan, o lo hacen de manera ridículamente débil ante las
atrocidades de la ‘guerrilla,’ pero sÍ ponen el grito en el cielo cuando
se trata de alguna acción de las fuerzas opuestas a la ‘guerrilla’? -Eso
no deja de ser sumamente sospechoso...” Los grupos paramilitares comparten
esta opinión. Esto se observa claramente en una amenaza hecha en septiembre
por las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) a la Corporación Regional
para los Derechos Humanos (CREDHOS) basada en Barrancabermeja: “Las AUC
han determinado que los trabajadores de derechos humanos, particularmente
los miembros de CREDHOS, son cómplices de la guerrilla. Es por esta razón
que los hemos denominado objetivo militar... no hacen más que denunciar
los crímenes de las AUC y constantemente nos denominan como enemigos de
la paz, sin embargo no denuncian de manera pública los crímenes guerrilleros.”
Hoy en Washington
nos vemos enfrentados a las mismas criticas. El 21 de septiembre en una
audiencia en la Cámara de Representantes del Sub-Comité de Asuntos para
el Hemisferio, el Representante Dan Burton (R-Indiana) afirmó con gran
osadía que “ninguna organización de derechos humanos ha condenado a las
FARC por su brutalidad... La credibilidad de las ONG puede ser cuestionada
cuando se abstienen de condenar estas actividades.” El Subsecretario de
Defensa para Operaciones Especiales y Conflictos de Baja Intensidad, Brian
Sheridan, también un testigo en esta audiencia, dijo de manera enfática
que deseaba “identificarse con los comentarios del Representante Burton.”
Es por esta razón
que vemos la necesidad de consignar estas graves acusaciones y demostrar
su falsedad. Comentarios como estos implican que los grupos de derechos
humanos—que muchas veces sí incluyen miembros con creencias políticas
de izquierda no violentas—de alguna manera apoyan o favorecen a la guerrilla
colombiana. Tal implicación especialmente en un ambiente tan hostil y
variable como el que se vive en Colombia compromete la seguridad de estas
personas en una profesión que ya resulta riesgosa sin tal tipo de acusaciones.
En primer lugar,
hay que enfatizar que dichos comentarios son totalmente falsos. Tanto
los grupos defensores de los derechos humanos internacionales como los
colombianos frecuentemente critican a las FARC y al ELN. Los reportes
anuales de organizaciones tan prestigiosas como Human Rights Watch y Amnistía
Internacional lo indican claramente. La organización Human Rights Watch
en su reporte investigativo, War Without Quarter, incluye una sección
detallada sobre las violaciones del Derecho Internacional Humanitario.
En octubre del 2000, Andrew Miller de Amnistía Internacional—EEUU, afirmó
en una audiencia en el Congreso que su organización “también ha denunciado
los abusos del derecho internacional humanitario por los grupos de oposición
colombianos principalmente las FARC, el ELN y el EPL. Entre los abusos
cometidos por estos grupos se destacan el reclutamiento de menores, las
amenazas, los secuestros, desapariciones, masacres, y asesinatos selectivos
entre otros.” El Centro para las Políticas Internacionales, aunque no
se encarga de documentar casos individuales de violaciones de derechos
humanos, pone su nombre en las condenas escritas de los abusos cometidos
por la guerrilla. Así mismo en sus publicaciones incluye críticas a la
guerrilla, tal es el caso en su publicación The Colombian Dilemma,
publicada en febrero del 2000 donde señala que la “guerrilla de manera
rutinaria ejecuta y masacra a aquellas personas que consideran sus opositores
y también llevan a cabo un número desproporcional de ataques contra la
población civil—en la mayoría de los casos con bombas de fabricación rudimentaria
que en la mayoría de los casos matan a los civiles no combatientes.”
De la misma manera
los grupos colombianos de derechos humanos condenan los abusos y violaciones
cometidos por los grupos guerrilleros. El Centro para Investigación y
Estudios Políticos (CINEP) y Justicia y Paz mantienen una extensa y objetiva
“banco de datos” que documenta las violaciones de derechos humanos cometidas
por todos los actores. La Comisión Colombian de Juristas es otra excelente
fuente de información. Sus publicaciones contienen un sin número de estadísticas
en materia de violaciones de derechos humanos por parte de la guerrilla.
Aunque estas organizaciones
trabajan para mantener un equilibrio en su información, es cierto que
los abusos cometidos por los paramilitares y militares son documentados
con mayor frecuencia. Esto se puede explicar de la siguiente manera.
Primero, los paramilitares
cometen la mayoría de los asesinatos. En los últimos años la Comisión
Colombiana de Juristas—cuyas cifras son utilizadas por el Departamento
de Estado para sus propios reportes—ha encontrado que los paramilitares
son responsables de tres de cada cuatro asesinatos políticos en Colombia.
Así mismo han demostrado que con frecuencia estos actúan en complicidad
con los militares, llevando a cabo la mayoría de las masacres y desapariciones
forzadas de los civiles no combatientes. (La guerrilla a su vez comete
violaciones que en la mayoría de los casos no llevan a la muerte de la
victima. Entre ellos se destacan el secuestro, la extorsión y el bombardeo
de infraestructura).
Segundo, hacer
un llamado al gobierno para que responda por las violaciones cometidas
por la guerrilla resulta redundante. En la mayoría de los casos se
presume que las autoridades colombianas están tomando los pasos necesarios
para enjuiciar a los líderes guerrilleros. Pero cuando los militares o
paramilitares cometen una violación, los grupos defensores de los derechos
humanos deben demandar que el Estado colombiano cumpla los compromisos
adquiridos en el área de derechos humanos. Muy a menudo, estos compromisos
no son respetados y los fracasos son evidentes. Hay una falta de respuestas
prontas, investigaciones adecuadas, y prosecuciones de los responsables.
El patrón de impunidad del estado hace que las recomendaciones de los
grupos defensores de derechos humanos sean aun más relevantes.
Tercero, las implicaciones
en la política estadounidense son más claras. Los Estados Unidos contribuye
casi 2 millones de dólares diarios a las Fuerzas Armadas Colombianas.
Es tarea de las organizaciones de derechos humanos estadounidenses garantizar
que esta ayuda no esté beneficiando a las unidades militares que cometen
abusos directamente o por medio de complicidad con los paramilitares.
Es indispensable que se lleve a cabo una clara examinación de las violaciones
de tanto militares como paramilitares para así poder hacer uso de las
leyes estadounidenses. El condicionamiento de derechos humanos en las
leyes de ayuda militar requieren que se haga un minucioso reportaje alrededor
de las relaciones entre militares y paramilitares y los juicios de estos
en cortes civiles.
Cuarto, las violaciones
cometidas por los militares y en especial las paramilitares son reportados
muy esporádicamente en los medios estadounidenses. La documentación
de estos abusos por las organizaciones de derechos humanos ayudan a llenar
el vacío de información. En mayo del 2000, Peter Hart de la organización
Fairness and Accuracy in Reporting, explica que “La misma existencia de
los grupos paramilitares no ha sido documentada en los medios.” Aunque
los asesinatos paramilitares son más frecuentes, los ataques guerrilleros
son reportados con mucha más frecuencia en los periódicos más importantes
de los Estados Unidos. Mientras que los servicios de noticias como Reuters
y Associated Press documentan de manera verídica los abusos cometidos
por los grupos paramilitares, estos reportajes solo son accesibles por
medio del Internet, ya que los editores de los periódicos rara vez los
publican. Así mismo, cuando estos reportajes son publicados las historias
aparecen con varios meses de retraso. Un ejemplo se da con el artículo
publicado en el New York Times, en julio del 2000, documentando
la masacre ocurrida en El Salado el pasado febrero.
Finalmente, para
poder adelantar el proceso de paz es indispensable ejercer presión
para que se arresten y persigan los líderes paramilitares ya que su existencia
es uno de los mayores obstáculos para alcanzar la paz. En los años 80
las FARC trató por medio de su brazo político, la Unión Patriótica, de
integrarse de manera pacífica a la esfera política. El resultado fue desastroso:
en un período de siete años hasta 3.000 de sus miembros fueron asesinados.
Son precedentes como este los que complican aún más el proceso de paz,
ya que tanto las FARC como el ELN mantienen que no entregarán sus armas
porque temen por su seguridad personal.
Los académicos William
Leogrande y Kenneth Sharpe, en la más reciente edición del World Policy
Journal, explican que “el problema no ha sido traer a los grupos guerrilleros
a la mesa de negociación—ellos han estado negociando de manera interrumpida
con el gobierno por casi dos décadas. Los grupos paramilitares son el
obstáculo que no permite llegar a una solución negociada al conflicto.
Pastrana no puede garantizar la seguridad personal de los guerrilleros
si estos decidieran dejar las armas y reinsertarse a la sociedad civil.”
Por esta razón, ejercer presión hacia los grupos paramilitares hará más
fácil crear los incentivos necesarios para que se lleve a cabo un proceso
de paz en Colombia.
Todos aquellos trabajando
para dar fin al conflicto colombiano quieren ver un cese de hostilidades
y un fin al abuso de derechos humanos. Acusaciones irresponsables de tener
parcialidad hacia un grupo violento solo distraen de esta meta común,
y también crean obstáculos y peligros en el trabajo de los grupos defensores
de derechos humanos. Todos aquellos que hacen tales acusaciones deben
buscar otros medios por los cuales avanzar sus agendas políticas.