PROCESO
DE PAZ CONVENCIÓN NACIONAL: UNA PROPUESTA PARA LA RECONSTRUCCIÓN DE LA
SOCIEDAD.
Ante la gravedad
de la crisis que padece Colombia y ante el conflicto generado y reproducido
por ella misma, el ELN se ha aproximado a la búsqueda de una solución
política, y en el diálogo con anteriores gobiernos captó los vacíos existentes
en sus políticas, y más que estrategias de paz, sólo encontró la disposición
de acabar con el movimiento insurgente, ya sea por la vía de la desmovilización
o por la de su reducción militar. Política equivocada en la medida que
desconoce que el conflicto armado tiene sus raíces en la crisis estructural
producto de los malos gobiernos.
En gobiernos anteriores,
como el de Gaviría o el de Samper se intentó el diálogo; pero fueron actitudes
efímeras en la medida en que asumieron una postura coyuntural y al final
terminaron apostándole a la guerra o a las conveniencias políticas. Con
estos antecedentes el ELN vio más productivo adelantar un diálogo con
los diversos sectores de la sociedad, con el fin de estructurar una política
más permanente y coherente que permita encontrar salidas a la crisis del
país. El país no puede seguir dejando las banderas de la paz a manos de
los gobiernos, pues para ellos sólo tienen alcances coyunturales, cosa
que al final de sus mandatos dejan una crisis más aguda y los problemas
quedan, como siempre, en las manos de la sociedad, en las manos del pueblo.
Por eso para el ELN
es determinante establecer un diálogo directo con los diversos sectores
de la sociedad, porque en últimas los problemas habremos de encararlos
los colombianos, el tiempo de los gobiernos parece que paso, pues más
de cuatro décadas dejan ese saldo negativo en sus gestiones. En la actualidad
Colombia atraviesa por una crisis profunda, donde el nivel de desorganización
de la sociedad ha llegado a tales dimensiones que coloca en tela de juicio
un futuro para Colombia, varios analistas se atreven a decir que está
cuestionada su existencia como proyecto de Nación o sociedad, si no se
atina a resolver los problemas estructurales que la mantienen atada a
un posible precipicio. Este es el reto que debemos resolver si queremos
abordar con optimismo el próximo milenio.
LA CRISIS NACIONAL.
Los problemas estructurales
tienen su origen en la injusta y antidemocrática organización económica,
social y política, agudizados por el terrible desorden generado por los
malos gobiernos a lo largo de historia del país. En tal sentido, al no
existir un proyecto de sociedad estable donde todos los colombianos seamos
tenidos en cuenta y nos comprometamos con su destino, como un camino construido
colectivamente, será difícil pensar una Colombia para el próximo milenio.
Por eso el futuro es viable solamente si comprendemos que nuestra sociedad
debe ser reconstruida desde sus cimientos mismos, entendidos estos como
la justicia social, la democracia, la igualdad ante la ley, la igualdad
de oportunidades, la libertad, la solidaridad, la tolerancia, pero sobre
todo con el compromiso de un estado que entienda que estos son postulados
que él debe acatar primero que todos y por los cuales debe velar.
Pensar en un futuro
económico, implica asumir un modelo económico que esté en correspondencia
con un diseño de sociedad, que de cuenta del mejoramiento ascendente del
bienestar del pueblo. La economía no puede ser asumida con el criterio
de obtener ganancias para unos pocos y en consecuencia, no puede ser un
factor de la desorganización social, sino por el contrario garante de
su estabilidad.
La estructura de
poder en Colombia se ha edificado sobre la práctica de la corrupción,
que le ha permitido a la clase política y a los sectores económicos privilegiados
amasar y crear grandes fortunas apropiándose de los dineros públicos;
dineros que son de propiedad del conjunto de la sociedad. Y como resultado
de este robo sistemático e histórico se ha abandonado todo proyecto de
desarrollo y promoción social, y a la postre se continúa con el deterioro
del bienestar y la justicia social.
La corrupción ha
convertido al estado en instrumento de las elites para lucrarse, y el
clientelismo ha sido la dinámica política que hizo posible la perpetuación
de los caciques de la política regional y nacional en el poder, para continuar
con el robo sistemático del patrimonio del pueblo. La corrupción ha sido
eso; la manera de robarse y de saquear los dineros que la mayoría de los
colombianos contribuyen con los impuestos, es un robo a las mayorías del
país, a los pobres de Colombia y esos dineros terminan en manos de los
ricos. Por otro lado, estas elites, a diferencia de otros países, jamás
se han preocupado por ser factores de desarrollo económico o social, sino
que se han tornado en verdaderos parásitos de la nación.
Este modelo económico
se fundamenta en el enriquecimiento de pocos a través de un doble robo,
realizado a través de la explotación económica por parte de las grandes
empresas industriales y comerciales, con bajos salarios y con la venta
de sus artículos a la población, por un lado, y además con la apropiación
de los impuestos. En síntesis, es doblemente injusta la estructura económica
sobre la cual se viene edificando la sociedad, y por tanto la corrupción
y el clientelismo tienen que ser erradicados en el nuevo ordenamiento
social que nos merecemos todos. De otro lado la corrupción ha desmotivado
a todos los sectores económicos no corruptos frente a cualquier política
tributaria, ya que entienden que los dineros recaudados jamás se destinan
para el beneficio de la sociedad.
Múltiples exigencias
han sido planteadas a los gobiernos en diversos momentos de la historia
del país, pero las mismas elites se han empecinado, a través de los instrumentos
del poder estatal, en reprimir e implementar una guerra contra todo aquel
que no comparte este sistema de corrupción e injusticia.
Por lo anterior los
empresarios y demás sectores económicos tienen que responder a este modelo
de sociedad que planteamos construir y así en todos los diversos órdenes,
una organización social que garantice de una manera estable un mejor vivir,
un mejor bienestar, un mejor futuro, la libertad, la igualdad y la justicia
social. Esto nos permitirá a avanzar hacia el próximo milenio. Como podemos
ver, se requiere indiscutiblemente una sociedad organizada. Los empresarios
y demás sectores económicos deben comprender que construir una sociedad
estable tiene sus costos, y que solamente en la medida que existan mayores
niveles de inversión social podrá generarse en la realidad una sociedad
con justicia social, base fundamental para la estabilidad de Colombia.
Lo que hoy tenemos
ante nosotros es el desorden generado por los diferentes factores de poder
en Colombia, que nos llevan a decir sin ninguna duda que en este desorden
ni "el mismo estado existe", pues no lo vemos por ningún lado, y cuando
aparece sólo lo hace para reprimir o para imponer una autoridad por encima
de las realidades de la sociedad, sin atinar a solucionar los graves problemas
existentes y con esta práctica histórica de gobernar cualquier proyecto
de sociedad futura no será posible.
El estado colombiano
en gran medida está privatizado, ya que no es homogéneo y se encuentra
fragmentado en sectores que responden a los intereses y privilegios de
las elites económicas y políticas del país. Además es altamente tributario
ya que el grueso de su presupuesto proviene de la recaudación de impuestos
del conjunto de la población, presupuesto que en vez de destinarse a la
inversión social, se distribuye en la eterna burocracia o se destina a
engrosar los bolsillos, a través de los contratos, a quienes controlan
el poder. En últimas no es un estado que se preocupe por ser productivo,
por crear nuevas riquezas y más bien la poca que se produce no se destina
al bienestar del conjunto de la sociedad.
De otro lado, a más
de no existir un estado claramente configurado, con unas funciones definidas,
y una doctrina neoliberal que se empecina con acabar con su función social,
podemos concluir que la ausencia del estado se profundiza y su existencia
se hace errática, y sin lugar a dudas es sobre las ausencias del estado,
sobre la evasión de sus responsabilidades que cabalgan las estructuras
que propician la violencia, el crimen, la corrupción y las búsquedas atrevidas
o equivocadas que hacen los individuos o sectores de la sociedad.
Lógicamente sobre
estas mismas ausencias existe la insurgencia como proyecto de cambio y
transformación de la sociedad. En esta misma realidad es imposible hablar
de civilidad o de la existencia de ciudadanos en Colombia, donde podamos
decir "que todos somos iguales ante la ley", o que "podamos concurrir
libremente al mercado", o que "tengamos igualdad de oportunidades", esos
fundamentos sobre los que supuestamente se levanta su legalidad dejaron
de ser realidad hace décadas en Colombia, y el estado se apuntó a su autodestrucción
en la medida que dejó de velar por estos postulados. Además porque al
colocar los bienes públicos como festín para sus bolsillos las elites
políticas privatizaron lo poco que existía de estado, y fue esto en últimas
lo que terminó por desorganizar la sociedad, y al quedar ésta totalmente
desorganizada no le puede exigir al estado el cumplimiento de sus responsabilidades.
En otras palabras, las elites del poder económico y político privatizaron
el estado al adueñarse de los dineros públicos, de los bienes públicos,
de las riquezas nacionales, con esto favorecieron sus propios intereses
y abandonaron sus responsabilidades con el conjunto de la sociedad. Esta
es la parte global o la razón fundamental de la crisis del país.
Esta crisis que se
profundiza aún más como producto de la intolerancia y la exclusión, ya
que en Colombia está prohibido pensar diferente al establecimiento, y
la crítica ha sido históricamente perseguida y condenada a muerte. Hoy
en día, podemos decir que la crítica a la injusticia social, la crítica
a la antidemocracia, o la lucha social, sólo es posible adelantarla por
parte de aquellos colombianos que tenemos la capacidad de proteger la
vida con las armas. Por eso decimos que la exclusión política por la vía
de la persecución y el asesinato de los contradictores e inconformes terminó
de desorganizar la sociedad y perpetuar los planes para un proyecto de
sociedad elitista y antidemocrática, por eso no es casual que cualquier
forma de organización y protesta de las comunidades y sectores sociales
continúan siendo exterminadas sin piedad.
Al plantearnos la
existencia de una sociedad civil, la concebimos como el conjunto de todos
aquellos que estamos por fuera del estado y que necesariamente tenemos
unas libertades en la medida que también tenemos unos derechos, y que
esas libertades y derechos son garantizados por el estado; pero esto difícilmente
puede existir en los marcos de una sociedad que el mismo estado se ha
empeñado en desorganizar.
La sociedad civil
como tal sólo puede existir como sociedad organizada que pueda exigirle
al estado el cumplimiento de sus obligaciones. En este marco de ideas
y realidades podemos afirmar que en Colombia no existen DERECHOS en la
medida que no existe un estado que los garantice y vele por ellos, menos
aún cuando su misma existencia se halla cuestionada. Estamos entonces,
desde hace mucho tiempo, ante la inexistencia de unos DERECHOS que nos
exige la elaboración de una nueva concepción frente a los mismos, que
es la concepción de cuáles deben ser nuestras OBLIGACIONES como seres
humanos en la realidad de una sociedad en crisis.
En últimas, como
en el país nadie nos garantiza los DERECHOS, tenemos la OBLIGACIÓN de
luchar por la vida, el bienestar, la libertad, la democracia y la justicia
social, entre otros. Por eso la doctrina de los derechos humanos en Colombia
debe replantearse definitivamente, porque si no existe un estado que los
garantice, estos no podrán existir. Esta es la nueva realidad a la que
estamos abocados hoy.
Por eso, pensando
hacia el futuro, la existencia de una ciudadanía implica necesariamente
tener más derechos, más libertades, por tanto el nuevo estado tendrá que
garantizarlos. Esto quiere decir que necesitamos un estado responsable
con sus obligaciones, que cumpla y le responda a una sociedad organizada,
y además le garantice un proyecto de futuro.
CRISIS Y GLOBALIZACIÓN.
Como muchos de los
factores que inciden en la desorganización de nuestra sociedad, no podemos
dejar de mencionar a los Estados Unidos de Norteamérica como agente desestabilizador
permanente, pues sus políticas intervencionistas en todos los órdenes,
que junto al fenómeno de la globalización, han terminado por agudizar
la crisis del desorden social.
La globalización,
si bien ya es un hecho y una realidad económica en el mundo, está pensada
desde una óptica neoliberal, y no necesariamente tiene que darse sobre
la base de este modelo. Creemos que existen otras realidades económicas
y sociales que comporta el mundo que deben ser tenidas en cuenta, porque
globalización no puede ser sinónimo de exclusión o uniformidad, sino que
tiene que ser un proceso fundamentado en la solidaridad y el respeto a
lo diverso, de una mayor comprensión de las diversidades económicas y
los desniveles en el mundo, de respeto a las culturas, de respeto a los
procesos desiguales y particulares que se dan en el planeta. Entonces,
no necesariamente tiene que ser una organización neoliberal, sino que
debe darse sobre otros procesos donde se tome en cuenta otros sistemas
económicos, que al articularsen a una dinámica económica mundial, las
transnacionales no sean las que impongan las condiciones y obliguen el
cumplimiento de unos derechos para ellas, sino donde los derechos los
tengan los pueblos y las mayorías de las diferentes partes del mundo.
La globalización
no puede ser entendida como la unificación del mundo en torno a una sola
cultura, que no puede ser la cultura norteamericana la que nos imponga.
Que no puede ser sobre este parámetro monocultural que se debe vislumbrar
el próximo milenio, sino sobre la base del respeto a las diferentes culturas
que en el mundo se han desarrollado y que incluso tienen una historia
más milenaria que los 200 años de los EE.UU.. La globalización habrá de
ser pensada y construida sobre una visión más amplia, tanto en lo económico,
lo cultural, como en lo político y militar, no puede ser reducida a los
marcos del neoliberalismo, ni a la imposición de la cultura norteamericana,
ni a los dictámenes de la ONU y la OTAN.
El nuevo milenio
precisa de un mundo donde exista respeto a la historia de los pueblos
y a la diversidad cultural, reconocimiento a la existencia de otros procesos
de organización social y económica, e indiscutiblemente de otros escenarios
democráticos donde las definiciones en el orden internacional consulten
realmente a los pueblos, naciones y estados del mundo.
La participación
de Colombia en el mundo globalizado, tiene que ser pensada desde un proyecto
propio, desde un sistema social construido por los colombianos y que no
solamente sea definido por quienes piensen que pueden sacar ventajas económicas
o políticas, sino que nuestra articulación al proceso de globalización
tiene que darse sobre la base de una participación democrática de todos
los colombianos, o sea, sobre la estructura de sociedad que pensemos desarrollar.
Es desde ahí donde debemos articularnos a cualquier dinámica mundial,
y es esa estructura social la que deberá respetársenos para que nuestra
vida en un marco global nos favorezca y permita la promoción y desarrollo
de nuestro sistema social. En síntesis, que la forma de articularnos al
contexto internacional no puede ser un desestabilizador, un desorganizador
o que atente contra los intereses del conjunto de nuestra población. Y
que nuestra cultura, nuestros valores, nuestra historia no tienen por
qué ser suplantados, ni destruidos.
Pensar la globalización
de esa manera implica ser conscientes que la crisis colombiana en el terreno
social, económico, agrícola, e industrial, de no resolverse en la actualidad
o en el futuro inmediato, puede llevarnos a colapsar como sociedad, al
igual como viene aconteciendo en varios países de África y América Latina
y no podríamos extrañarnos, por que en el peor de los casos, nos podemos
estar aproximando a ser una sociedad desechable.
¿Por qué? Porque
efectivamente nuestra estructura económica no podrá responder a los niveles
de competitividad internacional, situación que nos hace más frágiles porque
nuestro sistema económico no está sustentado en la productividad, sino
que vivimos del rebusque y del reciclaje comercial, actividades propias
de la realidad económica informal que somos, que no son el resultado de
una articulación del conjunto de la población a un sistema de producción
de riquezas. Además al tener un estado totalmente tributario, despreocupado
y ausente por la generación de riqueza, no tendrá en el futuro la suficiente
capacidad para garantizar la sobrevivencia de nuestra población.
Si bien en el mundo
se da la superabundancia o superproducción, no se ha podido solucionar
el problema del hambre y de la escasez en países enteros, no porque no
exista tecnología o ciencia. Todo esto existe y los problemas realmente
podrían resolverse, pero lógicamente se necesita de un pensamiento y una
visión que hagan posible la existencia de un mundo verdaderamente solidario,
donde además se respete el ecosistema, la naturaleza, donde se viva en
armonía con ella y de igual forma entre los seres humanos.
Pero la realidad
existente con la proliferación de nacionalismos y la radicalización de
las etnias en la búsqueda por construir sus propios estados, está abriendo
una grieta más para la estabilidad mundial, crisis que es producto del
afán de borrar las propias identidades de los pueblos y de imponer una
sola cultura universal.
Se habla de la existencia
del fundamentalísimo que hay que erradicar, para ocultar el verdadero
fundamentalísimo que invade, presiona y atropella. No podemos negar que
exista esa presión por invadir la esfera cultural de las naciones a través
de la televisión y demás medios de información norteamericanos, con valores
ajenos a la historia y costumbres de continentes enteros. Este fundamentalísimo
no solamente responde a pensamientos, si no a acciones que se realizan
desde las elites del poder mundial transnacional por imponer una sola
cultura en el mundo, la cultura de volver necesario lo innecesario.
Para que Colombia
no termine como un país desechable, se requiere que abordemos la construcción
de una nueva sociedad, basada en la participación democrática de las mayorías
nacionales, que trabajemos por el establecimiento de una estructura social
profundamente solidaria, que haga de la justicia social y la libertad
las razones últimas de su existencia. Un sistema económico donde existan
diversas formas de propiedad y de producción: estatal o pública, privada
y colectiva. Sistema regulado por unas políticas tributarias, laborales
y de seguridad social, entre otras, que sean la garantía para una convivencia
digna para todos los colombianos. Esta nueva sociedad también debe reconstruir
nuevas formas de gobierno y de ejercicio de la política, donde no sean
las elites políticas tradicionales quienes sigan gobernando, sino que
el ejercicio de gobernar no pueda seguir siendo monopolizado por los políticos
de profesión, sino donde el ejercicio del poder pueda ser asumido de manera
directa por las mayorías organizadas del país. Al igual que este problema
de orden internacional, existen otros, que exigen de una postura crítica.
Nuestras sociedades
no pueden seguir soportando la devastación de la naturaleza y la profunda
alteración del ecosistema como producto de una explotación irracional
de los recursos naturales de cualquier índole que sean, se tiene que introducir
transformaciones sustanciales a la visión que sobre el desarrollo se tiene,
pues la existencia de las futuras generaciones no puede comprometerse
de manera tan irresponsable.
NUESTROS POSTULADOS.
El nuevo proyecto
de sociedad tiene que levantarse necesariamente sobre la base de dos postulados
fundamentales:
1. Sobre un postulado
moral
2. Sobre un postulado
ético.
El postulado moral
que tiene que ver esencialmente con la historia de nuestra sociedad, en
lo que fue, en como fue, en los valores que construimos a lo largo de
esa historia, en la fuerza que representan eso valores que se impulsaron
y se desarrollaron y cómo ellos se fueron convirtiendo en costumbre e
hicieron de nuestra sociedad lo que hoy es. A esto es a lo que nosotros
llamamos el planteamiento moral; o sea que necesariamente nuestra sociedad
tiene que ser histórica, al igual que las fuerzas políticas, los movimientos
y los partidos; porque todos nosotros representamos un papel en la historia
del país.
Un planteamiento
ético que quiere decir lo que debe ser nuestra sociedad hacia el futuro,
cuáles habrán de ser los fundamentos que nos orientan hacia la nueva sociedad,
o sea él deber ser. Porque para nosotros el centro de la ética tiene que
ser la libertad del hombre, y la libertad de los pueblos para construir
su destino de manera autónoma. Y todo habrá de estar en función de fortalecer
este postulado. Entonces la construcción de una sociedad siempre debe
gravitar alrededor de los dos planteamientos.
Quienes no respeten
este tipo de planteamientos difícilmente podrán aportar de manera constructiva
a un nuevo país. Y es en esa dirección que planteamos que no podrán ser
actores políticos de las transformaciones de la sociedad quienes la destruyen,
quienes han producido la desolación en campos y ciudades, quienes han
producido las masacres y el éxodo que padecen los cientos de miles de
desplazados producto del terrorismo de estado y su acción unificada con
el paramilitarismo.
De igual manera se
necesita de un planteamiento sin ambigüedades frente al narcotráfico,
ese mal que corroe la médula de las nuevas sociedades, y que en el caso
particular de Colombia la tornó en una sociedad mafiosa, contaminando
la economía, la política, la cultura y todos los ámbitos vitales de su
existencia. El ELN, seguirá reclamando un deslinde categórico frente a
cualquier práctica que tenga que ver con el narcotráfico, y abogará por
una política integral y de comprometimiento de la comunidad internacional
para afrontar las graves consecuencias de este flagelo.
En este orden de
ideas pensamos las mayorías, por eso se hace imprescindible que nos encontremos
todos e iniciemos esa reflexión colectiva tan necesaria, pues los gobiernos
actuando por su cuenta han resultado incapaces de resolver la crisis y
ofrecer un futuro cierto para Colombia. Además estamos convencidos que
las comunidades han dado muestras de más sabiduría y encontrarán nuevas
formas para hacer las políticas, que permitirán reconstruir nuestra sociedad.
CONVENCIÓN NACIONAL.
La C. N. es un escenario
determinante que nos permitirá reflexionar a todos los colombianos sobre
la gravedad de la crisis que vive Colombia y sobre esa reflexión comprender
cuales son los problemas estructurales que padece el país.
Si bien sabemos que
Colombia está sobre diagnosticada, lo importante es que todos esos diagnósticos
que se hacen desde diferentes ópticas los podamos colocar en común, y
sintonizarnos con la lectura que tenemos de nuestra realidad. Entonces,
el escenario de C.N. nos permitirá identificarnos frente a los problemas
estructurales de nuestro país.
El espacio de C.N.
contribuirá a buscar salidas a los problemas, a encaminarnos en el rumbo
que queremos los colombianos. Porque existe una gran expectativa en todos
cuando decimos que Colombia esta mal, que debe cambiar. Pero esta expectativa
la resolvemos en la medida que nos pongamos de acuerdo, en el país que
queremos.
La Convención Nacional
tiene que crear un nuevo liderazgo que se fundamente en la idea sobre
la necesidad del cambio, en la dirección y rumbo que deben hacerse las
transformaciones, que nos habrán de llevar a una sociedad más justa, más
igualitaria, con más democracia, con más participación y donde todos los
colombianos tengamos responsabilidad con ese modelo de sociedad que pretendemos
construir.
Ahora, en este ejercicio
de identificación, necesariamente tenemos que escucharnos, y sobre todo
a las mayorías nacionales que históricamente han sido excluidas de las
grandes definiciones. Debemos hacer un gran esfuerzo para confluir en
nuestras ideas y planteamientos, en el análisis de nuestras historias
vistas desde diferentes ángulos para crear un pensamiento común y colectivo
de Colombia. Indiscutiblemente también tenemos que hacer un gran ejercicio
para desaprender visiones, actitudes y prácticas. Tenemos que desaprender
en el cómo se ha hecho política en el país, en como se ha construido región
y nación, y que superemos esencialmente la construcción de proyectos individualistas,
egoístas, y que el aprendizaje converja en el cómo construir una sociedad
solidaria y una visión de futuro colectivo de nuestra Colombia. Debe existir
un desaprendizaje de los contra-valores que se han enquistado en nuestra
sociedad.
También debemos hacer
un ejercicio pedagógico en donde todos aprendamos que los vicios que se
han dado a lo largo de la historia han generado una crisis tan profunda
como la que vivimos en la actualidad.
Este ejercicio pedagógico
tiene que ser llevado a toda la sociedad, para que esta referencia quede
en la memoria de la nación de lo que no debe volverse a repetir. Y para
que no sea sólo el análisis que hace una elite política, sino para que
todos los colombianos nos involucremos en la construcción de la nueva
Colombia. El país no puede seguir siendo dejado solamente en las manos
a la elite política, si no que tiene que ser pensado desde los diferentes
sectores sociales, donde conjuntamente podamos construir la visión y la
idea de la sociedad que queremos.
Si esta propuesta
pedagógica se implementa sería la oportunidad de ganar identidad. En otras
palabras, que la historia de los países y los pueblos se construyen colectivamente,
este es el principal sentido u objetivo que buscamos con la C.N., pues
creemos posible diseñar colectivamente salidas de futuro que interpreten
el pensar, el sentir, el querer de todos.
En la Convención
Nacional, no se trata de llegar a acuerdos para exigirle su cumplimiento
al ELN o la insurgencia, sino que se trata de ponernos de acuerdo en cuáles
son los problemas estructurales que han llevado a la crisis a nuestro
país, y también para identificar cuáles habrán de ser las transformaciones
que se requieren para hacer posible la Colombia que todos queremos. Lógicamente
las conclusiones alcanzadas en la C.N. serán un importante referente en
los eventuales diálogos del ELN con el Gobierno que pueden hacer posible
acercarnos a la posibilidad de una solución política. Este esfuerzo colectivo
no es para exigirle al ELN en lo que tiene que cambiar, sino que es una
toma de conciencia en lo que todos debemos cambiar.
ACUERDO NACIONAL.
La Convención Nacional
entonces haría posible establecer un Acuerdo Nacional que nos permita
buscar los mecanismos para la transición de esta sociedad, o sea qué mecanismo
seria el ideal para poder caminar hacia el cambio deseado. Ese Acuerdo
Nacional se encargará de convocar una Asamblea Nacional Constituyente,
de definir los objetivos de la misma, los participantes, la preparación
y la forma de participar la nación en ella.
La Asamblea Nacional
Constituyente debe dotarnos de los instrumentos que hagan posible transitar
hacia el nuevo país, en este sentido ella será la encargada de colocar
las bases para la construcción de una nueva sociedad, y esas bases tienen
que ver necesariamente con la reorganización de los poderes. Lo cual significa
que allí se tiene que definir la nueva estructura de poder que va a liderar
la transición, a viabilizar los procesos de transformación en Colombia.
Donde los organismos de poder tienen que corresponder al modelo de sociedad
que pensamos construir. Es decir, que debe quedar claramente establecido
que caminamos hacia la creación de un estado que responda a la sociedad,
un estado que no esté por encima de esta, sino que esté comprometido con
el bien público, con los intereses sociales y para que pueda responder
a este proyecto de nuevo país.
No se trata de redactar
una nueva carta constitucional, sino el cómo van a quedar estructurados
los nuevos poderes, para ser viable la transición a una sociedad estable.
Entonces la asamblea Nacional Constituyente es la concreción del cómo
se hará posible la transición hacia una nueva sociedad fundamentada en:
la democracia, la libertad, la igualdad, en la igualdad de oportunidades
de todos los ciudadanos, el respeto del bien público. Donde el ejercicio
del poder debe estar en función de la sociedad y no de unos privilegiados,
donde la participación democrática de las mayorías sea realmente, al poder
exigir como debe ser, la garantía para que el estado y el gobierno cumplan
con sus obligaciones y responsabilidades.
En esa nueva carta
no sólo se debe hacer una descripción de normas y de leyes, sino recoger
los acuerdos que regularán a la sociedad y al estado. Que preferiblemente
no sea tan extensa, pues lo esencial es, que lo allí consignado sea cumplido
por la exigencia de la sociedad y no por la imposición del estado. Estos
acuerdos deben ser conocidos a plenitud por el conjunto de los colombianos,
para que de esta manera puedan exigirle un comportamiento correcto al
estado; porque éste es en últimas quien incumple sistemáticamente las
leyes.
COMANDO CENTRAL:
NICOLÁS RODRÍGUEZ
B.
ANTONIO GARCÍA PABLO
BELTRAN
RAMIRO VARGAS M.
OSCAR SANTOS
Montañas de Colombia,
Abril del 2000