Publicada el 03 de diciembre de 2007 - El Faro
EL FARO.NET
Rodrigo Baires Quezada
Joan Gaya Fuertes, especialista español
en saneamiento ambiental y gestión de agua potable
Fotos: Edu Ponces
cartas@elfaro.net
El gerente del Consorcio para la Gestión Integral
de Aguas de Cataluña (CONGIAC), visitó El Salvador
para hablar de la experiencia catalana de gestión al
agua potable en el seminario internacional “Experiencias
exitosas de gestión pública y defensa del derecho
al agua”, realizado por organizaciones de Democracia
Azul, el Foro del Agua y el Movimiento de Mujeres Mesoamericanas.
Desde 1965 se habla a nivel internacional sobre la necesidad
de cuidar el recurso agua, algo que se remarcó con
los Objetivos del Milenio. Pero el tema de saneamiento básico
ambiental parece que quedó relegado a un segundo plano.
En general es igual en todos los países. El saneamiento
básico ha sido una segunda prioridad. En España,
no digamos en las grandes ciudades sino en las pequeñas
comunidades, el primer tema a tratar era que hubiera agua;
después que esta fuera agua potable, que son dos cosas
distintas.
Desde la época constitucional, 30 años atrás,
el derecho al agua está reconocido en un término
práctico como un servicio público obligatorio
de prestación a los ciudadanos por parte de todos los
municipios. Con el saneamiento, la competencia es también
de los municipios pero esto se está haciendo hasta
ahora, más recientemente. ¿Por qué?,
porque lo primero en que piensa la gente es en tener agua
y eso es así en todas partes del mundo.
¿De qué te sirve tener acceso al agua si después
ésta regresa al medio ambiente contaminada, sin tratamiento
alguno, y dificulta el acceso a otras comunidades?
Es que una cosa es la historia de cómo fue y otra es
cómo, donde se empieza prácticamente desde cero,
se podría empezar. Pero también es cierto que
tener acceso al agua no significa que esta sea potable y este
es el primer paso a dar. En España, la última
epidemia de cólera que se recuerda fue cerca de Zaragoza,
entre 1972 y 1973. Por aquel entonces, la autoridad sanitaria
española impuso la obligación de que todas las
aguas de suministro público fueran desinfectadas. Fue
hasta mediados de los 80 cuando se aprendió que, incluso
donde no hay aguas servidas río a arriba, el agua tiene
que ser tratada para que sea potable. Esto desvinculaba el
problema de potabilización del agua del saneamiento,
otra cosa es que no lo resuelve.
¿Y cuándo se empezó a resolver el problema
de saneamiento?
Te hablo de la experiencia catalana, que es la que conozco.
En 1981, el gobierno autónomo de Cataluña promovió
la Ley de Saneamiento en la que se imponía una tasa
para este rubro. Hasta entonces no había plantas de
tratamiento porque las municipalidades tenían una situación
económica precaria y porque cobrar un impuesto para
limpiar un agua que beneficiará al vecino de río
abajo no se entendía. Al comprender que el problema
de saneamiento era algo nacional y no local, se eximió
a los municipios de cobrar esto y creó una tasa específica
del gobierno autonómico.
Esta ley hizo tres cosas: creó la Junta de Saneamiento;
la obligación de elaborar un plan de saneamiento para
toda Cataluña; e imponía un egreso obligatorio
para todos los vecinos que, más allá de lo que
costara el agua potable, generaba un sobre costo fiscal para
un fondo común. Con ello se construyeron las depuradoras
de aguas servidas, conforme a las prioridades establecidas
en el plan.
¿No tuvo un costo político y social obligar
a pagar por las aguas servidas?
Costó y muchísimo. Pero en la historia del gobierno
de Cataluña el acto de mayor significación política
en materia ambiental en los últimos 28 años
fue esta ley porque no sólo identificó un problema
y determinó que había que resolverlo; sino que
los políticos establecieron que todos íbamos
a pagar para resolverlo.
Claro, el fondo que se creó con el tiempo se vio que
era insuficiente y ha ido aumentando conforme van apareciendo
nuevas necesidades de saneamiento. Pero los ríos de
la región están más limpios y los costos
de potabilización de agua han empezado a disminuir.
¿Hasta entonces las leyes de saneamiento estaban dispersas
en leyes municipales y autónomas?
Sí. Es necesario tener una ley general y en España
se ha avanzando en este camino pero todavía no se ha
alcanzado la unidad legal. Fue hasta 1985 cuando 11 ó
12 ministerios veían el tema de agua; y estaba todavía
vigente una ley del siglo XIX, en la que se decía algo
tan peregrino como que las aguas superficiales son públicas
y las subterráneas, privadas. O sea que el reconocimiento
legal del ciclo hidrológico tiene 22 años en
España.
En El Salvador tenemos dos años esperando una Ley
General de Aguas. En los pocos borradores que conocemos, se
reconocía la necesidad de pagar por el saneamiento
del agua y de unificar las leyes bajo una sola normativa.
Creo que una Ley General de Agua es imprescindible. Y es que
además, es importante ponerla sobre la mesa para su
discusión porque ustedes tienen en El Salvador una
pluviometría considerable, 1 mil 800 milímetros
de agua, y no debería haber problemas de disponibilidad
de agua para ningún uso. Este no es un país
árido y, por lo tanto, la escasez es ficticia.
¿Se puede ver al saneamiento como una inversión?
Sí, es una inversión. Es que un problema de
agua potable se traduce en diferentes problemas sociales como
de salud o educativos, pero comprendo que aquí en El
Salvador el enfoque que se le da al problema del agua: un
derecho humano básico que no se le reconoce formalmente
a todo el mundo, quizás sólo a aquel que la
puede pagar. Ya no hablo en términos de derecho sino
en términos de condiciones para que un país
alcance un desarrollo económico y social adecuado.
Unos 20 años atrás, el Premio Nobel de Economía
Gary Stanley Becker hablaba que desarrollar el capital humano
es una precondición para que un país pueda tener
acceso al desarrollo económico. Estamos hablando de
si el Estado asume un compromiso con el desarrollo de su país
al garantizar una serie de servicios básicos, como
el agua potable y su posterior saneamiento.
En Cataluña, el antecedente al Plan de Saneamiento
es la experiencia de la Costa Brava, una zona turística
fronteriza a Francia, y que se desarrolló mucho entre
los años 50 y 70. Para entonces, los municipios de
esta zona detectaron que con el vertido de las aguas sucias
en la primera línea de costa los turistas empezaban
a distanciarse de la zona. Entonces pensaron que les convenía
mantener las aguas en su condición original para mantener
la gallina de los huevos de oro y acordaron montar el Consorcio
de la Costa Brava para poder construir depuradoras de agua.
Lo típico en El Salvador es ver cómo inauguran
un chorro de agua potable pero no así el sistema de
aguas negras y, mucho menos, de tratamiento
Sí, pero quiero ser muy prudente. El saneamiento es
dar algún tipo de tratamiento a las aguas que utilizamos.
En la historia de Europa, el primer momento del saneamiento
fue alejar las aguas negras; el segundo momento, tratarlas.
La dinámica normal es que la gente entiende pagar por
un servicio y no por algo de lo que no será un beneficiario
directo. Abres el grifo y pagas por tener agua potable; tiras
el agua sucia y el beneficiario será el que está
río a bajo y no tú.
En El Salvador, según los datos del Ministerio de
Medio Ambiente y ANDA sólo un tres por ciento de agua
tiene algún tipo de tratamiento.
En Cataluña, después de 25 años de estar
dando tratamiento, debemos andar en torno al 80 por ciento
de agua tratada con un aproximado de 350 estaciones depuradoras.
¿Y cuál era el porcentaje antes de que se aprobara
la ley de saneamiento?
Sería el 10 por ciento, escasamente.
¿Y cómo romper con la cultura social de tirar
la cadena y olvidarme con qué calidad y a dónde
van a parar estas aguas servidas?
La respuesta necesariamente es subjetiva. En Cataluña
había un antecedente de éxito por una motivación
estrictamente económica; y, por otro lado, del momento
histórico de los años 70, en el que los movimientos
ciudadanos empezaron a crecer, incluyendo los medioambientales.
Entonces, la sintonía de los políticos y los
actores económicos con esta efervescencia social permitió
que esto se diera.
¿Todos los actores sociales asumieron su responsabilidad?
Mirá, la forma más noble que conozco de la política
es agrupar voluntades en torno de un proyecto. ¿Cómo
hacerlo? Claro que hay un tipo de motivaciones que son las
que inducen a que ciertas agrupaciones estén actualmente
trabajando en este tema. ¿Hasta que punto más
gente en El Salvador lo pueden compartir? No lo sé,
pero creo que hay otro argumento que creo que ampliaría
esta base social y es apelar al desarrollo económico
del país. Ya no hablamos de un derecho humano fundamental,
sino de cómo hacer que este país prospere.
¿Desarrollo económico?
Sí, los pactos son la base de la política. No
habiendo contradicción, no traicionas a tus principios
si convences a otros de que por ese camino se consiguen otras
ventajas que a lo mejor no son las que motivan a trabajar
por la potabilización y el saneamiento del agua, pero
sí otros grupos sociales, políticos y económicos.
El saneamiento se va a abordar el día en el que más
allá de la tarifa de abastecimiento haya un recargo,
un impuesto o una sobre tasa, que se destine a hacer plantas
de tratamiento.
Pero eso políticamente no es atractivo.
No es políticamente atractivo pero donde se ha hecho
se ha acabado reconociendo que era necesario. Hay decisiones
que siempre pasan por una zona de turbulencias. Si hay un
acuerdo político para hacer el saneamiento, esto se
puede realizar. Aunque, mi impresión es que quizás
no es la prioridad en El Salvador, sino más bien el
abastecimiento de agua potable. El saneamiento es un problema
muy importante pero si fuera mi trabajo, no lo pondría
como la prioridad número uno en este momento. Quizás
a nivel local, en las ciudades grandes, sí; pero no
a nivel nacional.
¿Y en Barcelona no se encontraron con la resistencia
del sector empresarial y agropecuario, que es el que utiliza
más agua en sus procesos?
De entrada lo vieron mal pero acabaron pagando. Y esto ya
no se discute. Al principio se discutió; después
se dijo “vamos a tener que cerrar y nos vamos a ir a
otra ciudad”. Y bueno, todo esto acabó pasando,
algunas empresas cerraron achacando a esta tasa sus problemas
económicos; pero Cataluña sigue creciendo y
más empresas siguen llegando. Es que con mejores estándares
ambientales se atraen actividades de mayor valor añadido,
como el turismo y empresas de servicios.
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